El grupo de países conformado por la República Popular China, la Federación Rusa y la República Islámica de Irán, con la decisión de consolidar una alianza con componentes económicos, políticos y militares que vislumbra la posibilidad de romper con la unipolaridad y contrarrestar la hegemonía que actualmente mantiene occidente, ha despertado la alarma en Washington y los países bajo su influencia.
El eje Beijing-Moscú-Teherán, gigantesco en términos demográficos, con una población en conjunto que representa 1.500 millones de habitantes. Enorme, desde el punto de vista geográfico, con 29 millones de kilómetros cuadrados y una economía, que en conjunto, representa el 22 por ciento del PIB mundial. Además, con dos de sus integrantes: China y Rusia, que son parte componente del exclusivo club nuclear y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con el respectivo derecho a veto. El nuevo Eje está dotado, igualmente, de un poderío militar, capaz de contrapesar, en las áreas de disputa, en el campo naval, terrestre y aéreo, a la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN – así reconocido por altos mandos de la Alianza noratlántica y los propios análisis de los Think Tanks, vinculados tanto a la OTAN como al Pentágono.
Hacia la multipolaridad
China, Rusia e Irán han comenzado a concretar, al amparo de la decisión de sus gobiernos y con vastas zonas del planeta sujetos a conflictos bélicos o contenciosos de máxima tensión política, una cooperación estratégica. Ello, en el marco de coordinar decisiones y acciones respecto a la agresión que sufre especialmente el pueblo sirio, como también el de Irak y con ello ampliar su base de influencia, no sólo hacia otros conflictos que afectan su entorno y hasta su seguridad interna, sino también desarrollar amplias líneas de relaciones con gran parte del mundo. Sobre todo en planos donde Washington y Europa han desechado el estrechar relaciones, más concentrados en su “guerra global contra el terrorismo” que en desarrollar lazos económicos, culturales y políticos que acercaran, por ejemplo, a Latinoamérica a estos ejes de poder. Por ello, no resulta extraño que Rusia, China e Irán hayan generado una diplomacia activa y en terreno, como lo ha demostrado la reciente visita a 6 países de Latinoamérica por parte del Canciller iraní Mohamad Yavad Zarif.
El acercamiento entre Rusia, China e Irán no es una idea que se haya levantado de la noche a la mañana. Sin duda ha sido catalizado por la acción de grupos terroristas takfirí, que tienen entre sus miembros a militantes de movimientos y mercenarios que provienen también de territorios rusos y chinos, constituyéndose en una amenaza contra esos países, que no puede ser desdeñada. En el caso chino, por ejemplo, el acercamiento de las Fuerzas Armadas con el gobierno sirio –al amparo de los propios acuerdos que Rusia e Irán tienen con la República árabe Siria constituye un cambio de naturaleza estratégica en la manera en que China se conducía en materia de conflictos internacionales.
Así, para el análisis de Salman Rafi de Asia Times, respecto a la visita del Almirante chino Guan Youfei a Siria a fines de agosto de 2016 resulta “una maniobra diplomática en respuesta a las provocaciones militares y políticas de Estados Unidos en el mar de la China Meridional. La presencia china significa la posibilidad también que los aliados regionales de Estados unidos en Oriente Medio se sientan bajo presión utilizando esa presencia como un factor. Así también el factor chino, en materia de incorporarse a una Alianza Tripartita, sirve para ejercer presión diplomática y política en varios frentes y evitar así que las potencias occidentales y sus socios de Oriente Medio logren derrocar al gobierno de al Assad y con ello tenga una base de operaciones cerca de Irán, al sur de Rusia y al occidente de China. Hay que tener presente el factor geoestratégicos que representa para China la zona de Oriente Medio y Asia Central, pues recibe de allí cerca del 50 por ciento del petróleo y el gas que necesita para su economía.
Ya en el mes de mayo del año 2014, el Presidente de China, Xi Jinping sostuvo en la Conferencia de Interacción y Medidas de Confianza en Asia –CICA por sus siglas en inglés– celebrada en Shanghái y a la que asistió el presidente ruso Vladimir Putin y el Presidente de Irán Hasan Rohani que “CICA debe convertirse en un diálogo sobre la seguridad y la plataforma de cooperación mutua y debe establecer un mecanismo de consulta de defensa a fin de crear un centro de respuesta de seguridad en caso de agrandes emergencias”. Las palabras de XI Jinpig fueron antecedidas por la firma de un histórico acuerdo de suministro de gas ruso a China, por 400 mil millones de dólares, que debe leerse en clave de las consecuencias geoestratégicas que dicho acuerdo apareja, más allá de la suculenta cifra del contrato. La firma de este acuerdo contó con la presencia del Presidente iraní, Hasan Rohani, cuyo gobierno, a partir de esa fecha, también entró en conversaciones, convenios y contratos con empresas del gigante asiático para trabajar juntos, no sólo en la venta de gas y petróleo, sino también en el financiamiento de proyectos de explotación, construcción de puertos, ferrocarriles e incluso sistema de prospección de hidrocarburos.
En Abril del año 2015 Irán, en el seno de la IV Conferencia de Moscú Sobre Seguridad internacional anunció su plena disposición para cooperar, junto a los gobiernos de China y Rusia en materias de dar una respuesta conjunta a las amenazas provenientes de occidente, principalmente de la estrategia de misiles dispuesta por la OTAN en la frontera con Rusia y que afecta directamente al gobierno de Teherán y de Beijing, considerados por la Alianza Noratlántica como enemigos prioritarios. El Ministro de Defensa de Irán Hosein Dehqán, declaró en aquel encuentro que “nuestro país desea apoyar la idea de una cooperación militar polivalente entre China, la india y Rusia, para hacer frente a la expansión de la OTAN hacia el este y a la instalación de un escudo de misiles en Europa. Creo que podemos, junto a Beijing y Moscú mantener un diálogo a tres bandas. Y para ello ya hemos discutido ciertos aspectos de la seguridad regional”.
La IV Conferencia de Moscú fue el escenario perfecto para que China, Rusia e Irán anunciaran Urbi et orbi, sobre todo a la OTAN y a Estados Unidos en específico, que otras potencias mundiales no estaban dispuestas a seguir observando sin actuar, a permitir intervenciones sin que ello trajera consecuencias en una conducta internacional de esos actores occidentales reñida con el derecho internacional. En reuniones bilaterales y trilaterales de las delegaciones de China, Rusia e Irán quedaron signados varios puntos cruciales: Primero, la cooperación trilateral debe ser uno de los puntos básicos del nuevo orden multipolar. Segundo, Beijing, Moscú y Teherán consideran como prioritario tener un plan de acción estratégico en el campo militar con relación a Europa y Estados Unidos. Tercero El entorno geopolítico de Oriente Medio y Asia Central está cambiando y ello en modo alguno es favorable a los poderes hegemónicos. El nuevo eje, denominada por algunos ya, como la Triple Entente Euroasiática está consolidando un largo proceso de integración política, estratégica, diplomática y militar.
Una alianza con objetivos múltiples
El interés chino no se circunscribe sólo a materias comerciales, en la idea de tener salida al Mediterráneo y acceso más directo al mercado europeo –como la tenía en la antigüedad con la denominada Ruta de la Seda– y que hoy Beijing quiere reactualizar a plena máquina, en el plano de todos los acuerdos y proyectos que se están concretando bajo esta idea: ferroviarios, portuarios, viales, fluviales, energéticos entre otros y donde Rusia e Irán tienen una participación crucial. A ese elemento comercial, globalizador en el aspecto de los países que involucra y por donde transitaría se unen elementos de policía interna china. El gobierno de Beijing tiene interés de contrarrestar la presencia y acción de terroristas Uigures, en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang situada en el límite norponiente fronterizo con naciones de mayoría musulmana como Kazajstán, Kirguistán, Turkmenistán y Afganistán. Con toda la influencia de los grupos salafistas que allí operan. Ello implica atender razones de seguridad relativos al lugar donde esos grupos terroristas se están formando y ganando experiencia, como es el caso de su presencia en las guerras de agresión contra Siria e Irak.
Muy similar a la postura de la Federación Rusa, que también ve la oportunidad de acabar, fuera de su fronteras con miles de terroristas chechenos y daguestaníes, que pueden significar un peligro para seguridad rusa, cuando esos combatientes retornen a sus repúblicas. Ya el año 2007 en el Cáucaso Norte, bandas terroristas proclamaron el denominado Emirato del Cáucaso que según señala Marta Ter, investigadora del Observatorio Eurasia “marcó un punto de inflexión definitivo en la deriva yihadista de la insurgencia chechena. Doku Umárov, sucesor de Masjádov abandona definitivamente la lucha por la independencia chechena para liderar la conformación del autodenominado Emirato del Cáucaso, un proyecto de Estado basado en la Sharia que ocuparía varias repúblicas del Cáucaso norte que forman parte de la Federación Rusa”
También está el objetivo del gobierno chino, de descomprimir el foco de tensiones que se vive en el Mar Meridional de la China. Mediante las presiones y provocaciones estadounidenses llevadas a cabo por sus socios asiáticos: Japón, Corea del Sur y a la cual se suma Australia desde Oceanía, donde el despliegue del escudo antimisiles de Estados Unidos, THAAS en Corea del Sur abriría, según el gobierno chino, una “caja de Pandora” en la región. Sumemos a lo mencionado, la decisión de combatir a aquellos miles de voluntarios Uigur que se encuentran afincados en territorio sirio y donde incluso, en la ciudad de Raqqa –bajo control de EII –Daesh en árabe- poseen un barrio mayoritariamente habitado por miembros de este grupo étnico. Los chinos, a diferencia de los gobiernos de Rusia e Irán, que poseen datos de inteligencia amplios y concretos sobre los grupos terroristas que pueden afectar sus sociedades, no los tienen y, por tanto, requieren labor, recopilación y análisis de inteligencia sobre cada uno de los grupos que pueden actuar en territorio chino y la manera en que Washington y sus socios europeos, principalmente Inglaterra, controlan sus acciones, tendientes a desestabilizar a Beijing.
Se une a lo mencionado la decisión de este Eje Beijing-Moscú-Teherán, de confrontar a los gobiernos de Turquía, Israel, la Casa al Saud y las Monarquías Ribereñas del Golfo Pérsico, que apoyan con ingentes recursos financieros, armas, apoyo logístico, inteligencia y la apertura de fronteras a terroristas que han acometido criminalmente contra las sociedades de Siria e Irak. Todo ello en el marco de la estrategia del Leading From Behind establecido por Washington y que ha significado desde el año 2003 a la fecha –año que marca la invasión de Irak- la muerte de cientos de miles de seres humanos, tanto en el Levante Mediterráneo como en el Magreb.
Una estrategia que se vislumbra con claridad en tres coaliciones militares destinadas a agredir: primero, a Libia en el Magreb –con un papel principal llevado a cabo por Francia e Inglaterra– en segundo lugar a Siria en el Levante Mediterráneo –donde el papel cantante lo lleva el terrorismo takfirí y el apoyo sostenido de Turquía, Jordania, Israel, Arabia Saudita y las Monarquías Feudales del Golfo Pérsico– y en tercer lugar, agredir a Yemen en el sur de Oriente Medio, donde el trabajo sucio lo encabeza la monarquía Wahabita. Todas las coaliciones militares mencionadas, que supuestamente estaban destinadas a combatir a las bandas terroristas salafistas han resultado un fiasc. Vergonzoso y una conducta criminal, incluso tratando de minimizar la implicancia occidental y sus socios de Oriente Medio bajo la excusa que se apoya a “rebeldes moderados”. No existe tal división entre “moderados y extremistas” cuando se trata de bandas takfirí. Y ese fiasco ha sido tal, no porque escaseen los medios económicos, el armamento o no se tenga información, sino que el objetivo es fragmentar a Libia, balcanizar a Siria, desestabilizar la región y mantener una hegemonía de dominio y negación de los derechos de sus poblaciones.
En la consolidación de esta idea de coordinarse política, pero también militarmente, Rusia e Irán han concretado ciertas decisiones. Una de ellas ha sido permitir el uso de la Base Aérea Iraní de Hamadan –en el oeste de Irán- acercando los bombarderos rusos TU-22M3 con alcance de 2 mil 500 kilómetros a plena capacidad de carga, a las posiciones de ataque contra los grupos takfirí que operan en Siria y logrando, de ese modo, una mayor efectividad en su aniquilamiento. Esta utilización es parte de los acuerdos militares entre Teherán y Moscú, que ha significado, por ejemplo, que el gobierno iraní se dote del modernísimo sistema de misiles S-300 PMU2, muy cercanos en nivel de avances eficacia a los S-400 y que ha generado las críticas de occidente, que apelan a la ilegalidad de dicho suministro. Criterio que esconde más la alarma y el temor, sobre todo de Israel, transmitido a través de su padre putativo, Estados Unidos.
La Base Aérea de Hamadan permite entonces, no sólo disponer del uso de una pista a usar por bombarderos más efectivos y con carga total contra los grupos terroristas, sino que al mismo tiempo proteger ese uso con el sistema de misiles antiaéreos S-300 PMU2 y dotar al sistema defensivo iraní de un moderno equipo de armas capaces de proteger la integridad de la República islámica de Irán, amenazada permanentemente por Israel a través de declaraciones belicistas de su cuerpo gobernante. Sobre todo en pleno período de discusión sobre el programa Nuclear iraní. Los S-300 PMU2 se componen de 8 lanzadores que se montan en vehículos de transporte. Cada lanzador tiene 4 misiles sobre la rampa, que es capaz de seguir simultáneamente hasta 100 objetivos aéreos y disparar contra 32 de esos objetivos a una distancia de 200 kilómetros. Un necesario balance militar, que resulta necesario sobre todo considerando el carácter de potencia nuclear no declarada de la entidad sionista.
Utilizar la Base Aérea de Hamadan ha sido una clara señal a Occidente que la labor conjunta entre Rusia e Irán, a lo que se suma el apoyo político chino –e incluso su acercamiento en el plano militar- y el posible despliegue de tropas en apoyo a la lucha contra las bandas terroristas, unido a las acciones llevadas a cabo por el Ejército Árabe Sirio y las Milicias de Hezbolá han dado resultados y marcan la impronta de lo que se debe hacer en materia de combatir al terrorismo.
La Alianza entre China, Rusia e Irán se comenzó a tejer al calor de las presiones, bloqueos, sanciones y agresiones que occidente ha ejecutado contra este grupo de países. Ya sea directamente o a través de presiones respecto a reclamos territoriales como es el caso del Mar de la China, intervención en el derrocamiento de gobiernos y la instalación de administraciones proclives a occidente como es el caso de Ucrania. El erigir un muro militar en las fronteras occidentales de Rusia, a través de la ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte –OTAN– o las coacciones y ataques contra la República Islámica de Irán desde el momento mismo del triunfo de la Revolución el año 1979 y que se incrementó bajo la excusa del Programa Nuclear iraní y las acusaciones respecto a la supuesta decisión de Irán de fabricar armas de destrucción masiva. Pretexto que sirvió para levantar una de las operaciones más truculentas, desde el punto de vista de la tergiversación política, el manejo de los medios de comunicación, la manipulación de organismos internacionales, la violación del derecho internacional y el establecimiento de sanciones contra la República Islámica de Irán. Un juego clásico llevado a cabo por Washington respecto a generar alarma, acusar, presionar para establecer sanciones, desestabilizar y tratar de derrocar a los gobiernos que no les son serviles.
En un interesante artículo de Mahdi Darius Nazemroaya a propósito de la IV Conferencia de Moscú Sobre seguridad internacional señala que la alianza entre China, Rusia e Irán está concretando las peores pesadillas para Estados Unidos, auguradas en su oportunidad por el ex asesor de seguridad Zbigniew Brzezinsky quien advirtió al establishment político y militar estadounidense sobre la conformación de un eje de cooperación euroasiático que desafiaría la primacía estadounidense y sus aliados en el mundo”. Según Brzezinsky esta alianza euroasiática podría surgir como “una colación China-Rusia-Irán con Beijing como punto central. Para los estrategas chinos –y donde coinciden rusos e iraníes– enfrentar a la colación occidental , que incluye a Estados Unidos, Europa y Japón, el contrabalance geopolítico más efectivo podría ser tratar de formar una alianza propia, vinculando China con Irán en le región del Golfo Pérsico-Oriente Medio y con Rusia en el área de la antigua Unión Soviética.
La cooperación entre actores tan importantes como China, Rusia e Irán, en áreas tan diversas como al economía, política, energía y el campo militar pasa así de pesadilla a una realidad, una amenaza directa a la hegemonía occidental, que tambalea y que podría ser un catalizador para que otros Estados, ojalá cada día más numerosos y disconformes con el actual status quo definan caminar por un sendero propio. La Triple Alianza, el Eje Beijing-Moscú-Teherán es una buena noticia en el plano de las decisiones políticas internacionales. Una noticia positiva y alentadora, que va en camino de terminar con la unipolaridad y presentar al mundo un panorama de opciones distintas a lo monocromático que ha sido desde fines de los años 80 del siglo XX hasta ahora. Es hora de dar un vuelco y un buen comienzo es generar pesadillas a los poderes hegemónicos y si ello es triple, mucho mejor, aunque los medios occidentales traten de minimizarlo.
Pablo Jofré Leal
http://www.hispantv.com/noticias/opinion/286942/alianza-rusia-iran-china-occidente-eeuu