El wahabismo y su perversión

"La Monarquía saudí considera a Irán su principal enemigo en la zona, desde el momento mismo del triunfo de la revolución iraní el año 1979. Antagonismo que cuenta con el concurso de dos socios principales: Estados Unidos e Israel".

"La Monarquía saudí considera a Irán su principal enemigo en la zona, desde el momento mismo del triunfo de la revolución iraní el año 1979. Antagonismo que cuenta con el concurso de dos socios principales: Estados Unidos e Israel".

El día 13 de septiembre de 2016,  el canciller de la República Islámica de Irán,  Mohamad Yavad Zarif publicó un artículo de opinión en uno de los diarios más influyentes del mundo occidental: The New York Times. En dicho artículo, titulado “Let Us Rid the World of Wahhabism” (Libremos al mundo del Wahabismo) el diplomático persa detalla minuciosamente la necesidad de oponerse a una doctrina político-religiosa que causa enorme daño, no sólo al nombre del islam, sino a un conjunto de creencias y la propia necesidad de relaciones internacionales basadas en el respeto a la autodeterminación y los derechos humanos. El mundo, según nos señala el Canciller Iraní debe trabajar unido para librarse del influjo de un credo que ha resultado nefasto y que se ha constituido en una perversión para la humanidad.

El titular de exteriores de la nación persa consigna, en dicha publicación,  que desde el ataque terrorista a Estados Unidos que afectó símbolos económicos y militares de esa nación, junto a la muerte de 3 mil personas, la doctrina del Wahabismo se ha sometido a una serie de “cirugías faciales” pero que no le quitan el rostro de ser la ideología de los grupos terroristas que actúan bajo diversos nombres. Constituyéndose así en  una infamia para el Islam. Tomando las palabras del analista Jean Michel Vernochet el Wahabismo es “una herejía cismática que tanto sabios musulmanes como intelectuales laicos árabes han designado como Dajjál”

Wahabismo: Poder, Nepotismo y Corrupción

El Canciller Zarif nos invita a trabajar, coordinadamente, para  librar al mundo de una doctrina rigorista, convertida en una caricatura del Islam como es el takfirismo, que suele ser el mejor apoyo a la intolerancia y al pensamiento de aquellos sectores en Europa y Estados Unidos, que hablan irracionalmente que el mundo se enfrenta a un choque de civilizaciones. No se puede, de un campo de creencias como el Wahabismo, que es un literalismo exacerbado, que supera los marcos de la ley islámica con interpretaciones absolutamente “manipulada en función de las necesidades de conquista política y de consolidación de un poder temporal como es el de la familia reinante en Arabia saudí” señalar que nos encontramos ante un choque de civilizaciones.

Esa es una teoría interesada, proclive a justificar la política de hegemonía y agresión que occidente suele llevar contra los pueblos del mundo. En ese marco, la casa real saudí y sobre todo el círculo de hierro que tiene el poder en ese país de Oriente Medio – el denominado Clan Sudairi (1) -justifican y se justifican en función de esas ideas erradas de choque de civilizaciones, devenidas en un simple pero peligroso pretexto para justificar el dominio de unos sobre otros y que ha servido para que la Monarquía wahabita incremente sus acciones de represión interna y agresiones externas.

Una Monarquía, que tras la muerte del nonagenario Rey Abdolá bin Abdulaziz al Saud, el  22 de enero del 2015 comenzó a incrementar su locura belicista, al amparo del sucesor de Abdolá bin Abdulaziz, su hermanastro Salman bin Aldulaziz al Saud, quien había ejercido como Ministro de Defensa del fallecido monarca. La muerte de Abdolá bin Abdulaziz encontró a una Casa Real con dificultades internas y fuertes presiones externas. Una serie de  acciones y movimientos conspirativos de los aspirantes al trono, nerviosismo en el mercado de los hidrocarburos, alerta en el Ejército y los servicios de seguridad y una Casa Al Saud, que como animal herido trata de seguir ejerciendo influencia en Oriente Medio con el apoyo financiero y militar a sus hijos putativos, a los cuales engendró, alimentó generosamente y que han volcado toda su furia asesina contra los pueblos de Siria e Irak, con ampliación de su base a de operaciones al Magreb. Me refiero especialmente, a Al-Qaeda y sus ramificaciones como Fath al Sham – ex Frente al Nusra – y el EIIL  – Daesh en Árabe -.

Esta realidad obligó al círculo de hierro gobernante, a abreviar el nombramiento del sucesor de Abdolá. Objetivo logrado con la entronización del hermanastro del fallecido monarca: Salman bin Abdulaziz Al Saud, miembro del exclusivo y estrecho círculo conocido como el Clan Sudairi llegó a la primera línea de sucesión, tras las muertes  de otros miembros de ese clan: Sultan bin Abdelaziz el año 2011 y de Nayef bin Abdelaziz el año 2012. Salmam bin Abdulaziz y la serie de cambios que comienza a desarrollar la Casa al Saud, muestran que la doctrina política-religiosa que sustenta a esta monarquía incrementaría sus afanes bélicos y su decisión de seguir teniendo a la República Islámica de Irán como su principal enemigo.

La Casa Al Saud está conformada por una amplísima familia, compuesta por tres mil personas entre centenares de jeques, decenas de Príncipes y sus familias,  lo que convierte a Arabia Saudita,  no sólo en un Estado cuyo nombre asume el nombre de su casa reinante, sino también crea un Estado Absolutista donde la familia del Monarca reúne todos los cargos de gobierno y en aquellos que la participación familiar es menor,  como por ejemplo la Majlis as Shura – la Asamblea Consultiva –  es el propio Rey quien nombra a sus miembros. Un país donde los derechos de la mujer brillan por su ausencia y donde la vida cotidiana es regida por una policía religiosa dotada de amplísimas potestades. En ese marco es donde el wahabismo es el pilar político-ideológico y religioso donde se sustenta la existencia de la Casa al Saud, su política interna y su labor en el plano de la política internacional.

israel-warabi

Hablar de wahabismo es hablar de una doctrina profundamente intransigente y rigorista, que remonta su origen al siglo XVIII cuando el jeque Muhammad Ibn Saud, convirtió en ley fundamental de su dominio el catecismo de una secta fundamentalista sunní creada por Muhamad Ibn al Wahab – el Wahabismo – Doctrina intolerante con todas aquellas creencias, que no se subordinen a su visión del mundo y que se ha declarado incompatible con todo aquello que sea contraria a su interpretación salafista. Esta doctrina encontró en la Casa Al Saud y su Monarquía el catalizador para tratar de expandir su ideología. Idea que comenzaría a tener su concreción a partir de la fundación de Arabia Saudita el año 1932 y el aval que comenzó a dar la explotación del petróleo, la alianza con Estados Unidos y los intereses de este en Oriente Medio y Asia Central. Sumando a ello la decisión de fomentar,  a través de escuelas coránicas –madrasas – la expansión del wahabismo haciendo fluir en ello los petrodólares en cantidades millonarias, no importando en ello si se creaban monstruos como Al-Qaeda y el actual Daesh.

Para Zarif desde los ataques a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 el Wahabismo militante ha sufrido una serie de mutaciones pero, que en esencia mantienen la misma ideología ya sea que hablemos de los Talibán, de Al Qaeda o los que mañosa y erradamente se hacen llamar Estado Islámico, como es el caso de Daesh, que no es Islámico y menos Estado. En un artículo que titulé “Daesh el usurpador” sostuve que El término más adecuado para referirse a este grupo terrorista, en la necesidad de combatirlos también con las armas del lenguaje, no es el de Estado Islámico como ha pretendido imponer este movimiento salafista, pues al utilizarlo desdibuja abiertamente el riquísimo mundo y las fronteras que existen entre conceptos como el Islam, el islamismo, los musulmanes y los islamistas. Daesh no es un Estado, es simplemente una banda de mercenarios, un grupo terrorista que bajo el alero y protección de potencias occidentales, la Casa al Saud y las Monarquías del Golfo Pérsico se ha desarrollado en función de intereses geoestratégicos ajenos al mundo de Oriente Medio desatando el terror y la búsqueda de mancillar el nombre del Islam”.

Hoy, nos señala Zarif, grupos como Fath al Sham – ex Frente al Nusra están siendo blanqueados, sobre todo por empresas de relaciones públicas, medios de comunicación afines al mundo occidental y los propios políticos de Washington, Europa y sus aliados de oriente Medio para presentarnos a este grupo takfirí, como también a Ahrar al Sham como especie de “Rebeldes Moderados” sin vínculo alguno con bandas como Al Qaeda, Vendidos hoy como una “brillante visión para el Siglo XXI”.

Esta acción infame está destinada a “persuadir a sus clientes occidentales nos dice el canciller persa para seguir apoyando a estos grupos terroristas bajo la premisa falsa que podrían sumir al mundo árabe en un caso mayor, al que actualmente se vive y con ello alcanzar uno de los objetivos principales de toda esta estrategia: contener, cercar y destruir la revolución Iraní. Generando también una falsa percepción que nos encontramos ante una contienda entre musulmanes suníes y chiitas “de hecho, afirma Zarif, no es el supuesto antiguo conflicto sectario entre suníes y chiíes, sino la contienda entre el wahabismo y la corriente principal del islam la que tendrá profundas consecuencias para la región y más allá”

La Casa al Saud, el Clan Sudairi y su política de extrema agresión en la región de Oriente Medio pretende revivir el estado de cosas cuando Irak, por ejemplo, estaba bajo la administración del ex dictador Saddam Hussein, que con el apoyo saudí y de otros estados árabes, unido a un occidente crédulo se oponía a lo que denominaban la “amenaza iraní” pero, la Monarquía saudí debe entender que Saddam Hussein murió, el reloj no puede volver atrás y ello implica que se haga un juicio de realidad respecto a la actual correlación de fuerzas en la región.

 

La Monarquía saudí considera a Irán su principal enemigo en la zona, desde el momento mismo del triunfo de la revolución iraní el año 1979. Antagonismo que cuenta con el concurso de dos socios principales: Estados Unidos e Israel. Esto pues, la Casa al Saud ha creado a lo largo de los últimos años, con la entidad sionista y Washington una estrecha alianza política-militar destinada a impedir el desarrollo de una política de influencias de Irán o cualquier otra potencia, que no vaya de acuerdo a los objetivos hegemónicos de la triada Washington. Tel Aviv-Riad, que es hablar de capitalismo-wahabismo y Sionismo.

Wahabismo y su apoyo al terrorismo

El extremismo que lleva en su seno la Casa al Saud ha hecho,  que en los últimos 30 años esta Monarquía y sus petrodólares hayan gastado miles de millones de dólares para exportar su doctrina de perversión a través del financiamiento de madrasas – escuelas coránicas – como también la construcción de Mezquitas y el apoyo político y financiero de grupos terroristas takfirí. Una adulteración teológica que ha hecho estragos según nos señala Zarif “a pesar que sólo ha atraído a una mínima porción de musulmanes, el wahabismo ha tenido un impacto devastador”

Ejemplo de ello es que todos los grupos extremistas takfirí abusan del nombre del islam: desde Al Qaeda y sus ramificaciones en Siria – como es el caso de Fath al Sham – u otros que bajo el paraguas de nombrs como frente islámico, que es el caso de Aharar al Sham denigran al islam y sus enseñanzas). Boko Haram en Nigeria, Ansar al Dine, Ansar Sharia, Al Qaeda del Magreb entre otros (2). A lo que se suma la influencia saudí para que gobiernos aliados como la casa Al Jalifa en Bahréin reprima a la población chiita, que se agreda a Yemen mediante una coalición de países liderados precisamente por Riad o que se solvente el gasto de miles de mercenarios salafistas para agredir a Siria e Irak. Aquí se juega siempre la “carta iraní” que es hablar de combatir en esos países para impedir la influencia de la nación persa lo que ha demostrado, no sólo su falsedad, sino también el constatar el nulo papel de estabilidad que pretende jugar una Monarquía feudal como la saudí.

Mohamad yavad Zarif sostiene que el mundo no puede permitirse el lujo de sentarse y comprobar de que manera el wahabismo ataca a cristianos, chiitas, Judíos, y Sunitas, sino que lo focos de estabilidad que presenta la región se vean socavados por ese enfrentamiento entre la doctrina del terror Wahabita y la corriente mayoritaria del Islam. El canciller iraní, en la parte final de su artículo, hace un llamado a la acción coordinada entre las naciones del mundo, donde la Organización de las Naciones Unidas – ONU – juegue un papel protagónico. Esto, con el objetivo de cortar el financiamiento de los grupos takfirí, investigando los canales por donde se suministran las armas, el dinero y el cruce de mercenarios – como es el caso de la permeable frontera turca–.

Para llevar a cabo esta idea, el alto funcionario iraní nos recuerda que es posible tomar la resolución titulada El Mundo Contra la Violencia y el Extremismo presentada por el Presidente Hasan Rohani y que fue adoptada el 18 de diciembre de 2013 por 190 países miembros de la ONU, con el objetivo contrarrestar el extremismo y el fanatismo en el mundo. Según la idea de Resolución – WAVE por sus siglas en inglés –  para combatir la violencia y el extremismo es imprescindible la cooperación internacional, ya que las amenazas de los grupos terroristas y extremistas desconocen fronteras y pueden tomar cualquier lugar del mundo como blanco.

El Canciller Mohamad Yavad Zarif afirma que las Naciones Unidas debe aprovechar al máximo el marco de acción que da el WAVE para fomentar un mayor diálogo de las religiones y las sectas para contrarrestar ese fanatismo medieval peligroso que representa el Wahabismo. Bruselas, Paris, Niza, y los atentados sufridos allí, como aquellos que diariamente sufren las naciones de oriente Medio como Siria, Irak, Yemen deben convencer a occidente de la toxicidad de la doctrina política-religiosa que representa el wahabismo y esto no puede ser ignorado más. Se acabó el tiempo de la constatación, del lamentarse, del expresar indignación, tristeza y condolencia. Es hora de poner en acción todas las herramientas que ayuden al mundo a que nos libremos del wahabismo.

(1) El nombre de Clan Sudairi se utiliza, comúnmente, para denominar la alianza de siete hermanos de plenos derechos y sus descendientes dentro de la familia real de Arabia Saudí, hijos de Hassa al Sudairi, esposa favorita del fundador de la dinastía; Abdulaziz bin Saud.  En el siglo XX, Abdulaziz Ibn Saud expandió rápidamente su base de poder en el Nejd,  para establecer el Reino de Arabia Saudí el año 1932 convirtiéndose en su primer rey. Como parte de este proceso de expansión, se casó con mujeres de familias árabes poderosas,  para consolidar así su control sobre todas las partes de su nuevo dominio. Uno de estos matrimonios fue con la princesa Hassa bin Ahmad bin Muhammad Al Sudairi, miembro de la familia Al Sudairi, una de las más poderosas del Reino de Nejd con quien tuvo siete hijos varones: Fahd, Sultan, Nayef, Abdulk Rahman, Turki, Salman y Ahmed. Además de cuatro hijas: Lulua, Latifa, Aljawhara y Jawaher.
(2) Esto grupos radicales, nacidos bajo el alero del wahabismo han sido organizados, financiados, armados y apoyados por Arabia Saudita con el aval de Estados Unidos y la implicancia de Israel en materia de labores desarrolladas principalmente por el Mossad – su servicio de inteligencia – destinados a crear una política regional que conduzca a la fragmentación de Oriente Medio y con ello el fortalecimiento del dominio occidental de este importante espacio geoestratégico y como efecto secundario pero funcional a Washington y Riad las ofensivas aéreas y la posible intervención terrestre saudí en territorio de Yemen ha allanado el camino para el fortalecimiento y avance de Al Qaeda en la zona sur de la península arábiga.




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