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Ursula K. Leguin: La gran maestra

La mente de esta gran escritora invita al lector a exponerse a la idea de mundos distintos que tienen otras lógicas y en las que los sujetos pueden desarrollar otras maneras de vivir.

Antonella Estévez

  Jueves 25 de enero 2018 11:54 hrs. 
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Ursula K. Le Guin fue la primera mujer en obtener el título de Gran Maestra por la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos (SFWA) y a lo largo de su extensa carrera recibió los más importantes premios que existen para la literatura de este tipo:  Premio Hugo, el Nebula, el Jupiter y el Locus, entre otros. Ursula K. Le Guin fue una creadora que en su trabajo supo hacer aparecer los valores del feminismo, el ecologismo y sobre todo del humanismo. Abrió camino para las mujeres tanto desde su propia experiencia como a través de sus escritos.  Ursula K. Le Guin murió el pasado 22 de enero a los 88 años, y yo tengo tanto que agradecerle.

Cuando alguien me pregunta qué significa la ideología de género, mi cabeza va rápidamente a “La Mano Izquierda de la Oscuridad”, publicada en 1969, y que –a mi parecer- explica mejor que ningún texto teórico lo alcances del género. En esta premiada novela acompañamos a Genly Ai, representante de la federación galáctica de mundos en su viaje a Gueden, lejano planeta que aún no es parte de esta asociación para convencer a sus líderes de que se unan a ella. Como diplomático Ai está entrenado para enfrentarse a distintas culturas, pero los desafíos a los que se ve enfrentado en Gueden lo hacen cuestionar su mirada de lo humano y lo social. Más allá de las intrigas políticas que debe resistir, lo más desafiante para este sujeto es encontrarse con un mundo en donde no existe el género. En Gueden las personas no tienen lo que los humanos llamaríamos “sexo biológico” sino que, en distintos momentos de su vida, su cuerpo adquiere la capacidad de engendrar y en otros momentos de ser engendrado, por lo que una misma persona puede ser padre de uno de sus hijos y madre del siguiente. Al sacar el sexo biológico del mapa, Le Guin nos obliga a mirar –a través de los ojos de su protagonista- todo el constructo social que se hace respecto a lo femenino y lo masculino, y la riqueza y complejidad que adquieren los personajes que no deben verse sometidos a esos mandatos.

En otras novelas como “Los desposeídos”, “El nombre del mundo es bosque” o la colección de relatos cortos “Planos Paralelos”, Le Guin constantemente está insistiendo sobre la idea de otredad. Los mundos que construye en todos estos títulos siempre son mirados por un extranjero que se sorprende de lo distintas que son las cosas cuando los valores que organizan la sociedad son distintos a los propios. La mente de esta gran escritora invita al lector a exponerse a la idea de mundos distintos que tienen otras lógicas y en las que los sujetos pueden desarrollar otras maneras de vivir.

Una de las cosas que más me entusiasman de sus libros son la complejidad de lo humano que se expresa en ellos. No hay idealización en sus mundos, ni la explicitación de que una manera es innegablemente mejor que otra, más bien es una invitación constante a pensar desde otro lado, a reconocer que nuestros límites son culturales y que podemos soñar y organizar otras maneras de relacionarnos. Gracias Ursula K. Le Guin por dejarme recorrer mundos tan distintos al mío, por enseñarme a mirar con curiosidad y respeto, por ayudarme a entender que para crecer necesitamos abrazar la otredad como una riqueza y no una amenaza, y que el dialogo es el único camino posible para que podamos crecer individual y comunitariamente.

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