Este jueves la Asamblea Nacional cubana ratificó a Miguel Díaz-Canel como el nuevo Presidente de Cuba. Díaz-Canel marca un hito al convertirse en el primer mandatario de la Revolución socialista que no pertenece al clan Castro, además de ser civil. De este acontecimiento se desprende una serie de reflexiones y posibles conflictos con los que tendrá que tratar el nuevo gobernante de la isla.
¿Por qué Miguel Diaz-Canel?
Son 60 años de una generación, no solo de un apellido, a cargo de un país. Los procesos políticos, que con 60 años tienen un tiempo significativo, ameritan también un cambio generacional. Ésa es una de las razones por las que se eligió a Miguel Díaz-Canel. Es una persona que ha venido demostrando su quehacer dentro de las filas del Partido, siendo secretario del Partido en dos provincias importantes: Santa Clara y Holguín. Ha demostrado una trayectoria y un compromiso político junto con la línea y la ideología de quienes han dirigido al país durante los últimos 60 años. Fue ministro de Educación y ha estado en el cargo de primer vicepresidente en el último periodo. Es una persona muy cercana desde el punto de vista ideológico y que a la vez tiene este plus que necesita el proceso, que es ser un hombre que nace dentro de la Revolución y que no pertenece a esa generación histórica. Tiene que ver con las experiencias vividas, que son completamente distintas entre las generaciones.
Se habla de su origen de provincia, hijo de mecánico y profesora. Lo que se quiere mostrar es eso: que Díaz-Canela es genuinamente un hijo de la revolución. ¿Hace sentido ese análisis?
Sí, y hay un tercer elemento: que no es militar. Primera vez que será un ciudadano civil. Esos elementos que mencionas son centrales. No solo se nos entrega una lectura de que el proceso transita hacia un cambio generacional, y eso pone a prueba al propio sistema: que la revolución haga un traspaso generacional da cuenta de una seguridad. “Estamos entregando a un hijo de la revolución y la revolución puede seguir adelante sin sus líderes históricos”. La historia de los procesos políticos de América Latina está muy mediado por el presidencialismo y la personificación de esos procesos, de manera que tomar estas decisiones son una lectura de la seguridad y fortaleza que se tiene en el proceso.
Hay procesos tan atados a la figura de un líder que cuando el líder desaparece hay crisis, como ha ocurrido en Venezuela, como está instalado en Bolivia. En el caso de Cuba mucho tiempo se pensó que sin Fidel esto no podría seguir. Luego vino Raúl, que ha consolidado con solidez el proceso. ¿Cómo están las aguas al interior del Partido Comunista cubano para que Díaz Canel pueda encabezar esa sucesión sin que el proceso se derrumbe?
Pareciera que contamos con consenso político bastante alto. Yo tengo dudas al respecto. Hay consenso respecto de la necesidad de la continuidad de la revolución y de un proyecto que no sea solo revolución, sino socialista. Hay un consenso también respecto de lo que representan las figuras de los hermanos Castro. Seguir adelante en un proceso sin esas figuras es un reto que tienen. Van a seguir funcionando como símbolos, pero no son las personas que van a legitimar los cambios que se produzcan en Cuba. Las cifras de participación en las últimas elecciones realizadas en diciembre para la selección de los candidatos a las asambleas municipales del poder popular y de los diputados a la asamblea nacional del poder popular son las cifras más bajas desde el año 76′. Un 89% y un 85% respectivamente. Nunca habíamos tenido por debajo del 90′. Contamos con una historia política de participación completamente distinta al resto de América Latina, de manera que si hay un 15% de personas que no están yendo a votar es un dato no menor. Puede ser un síntoma respecto a cuánto consenso va a tener el próximo Presidente.
No es que Raúl Castro se vaya para la casa. Mantiene el control de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y también del Partido Comunista cubano. ¿Qué representa esto?
Constitucionalmente el Partido ordena y dirige al resto de las instituciones. La máxima institución de poder es la Asamblea Nacional del Poder Popular. Entre los periodos que sesiona la Asamblea -dos veces al año-, quien dirige al país, es desde el Consejo de Estado de Ministros, por eso se dice que estamos eligiendo al nuevo Presidente de Cuba. En rigor no es el Presidente. La máxima figura que representa la voluntad del pueblo es el Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, pero en rigor, quien ejecuta, es el Consejo de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel. Es el Partido quien orienta al resto de estas instituciones, de manera que que siga Raúl Castro como primer Secretario del Partido Comunista de Cuba es un dato no menor, porque la orientación de lo que hace el Consejo de Estado, y también de la propia Asamblea Nacional, está orientado por el Partido. El reto va a ser, en el 8vo Congreso del Partido, que se celebrará dentro de los próximos 4 años, es saber si será Miguel Díaz-Canel el primer Secretario del Partido. Eso sería un cambio importante. Ahora no solo estamos eligiendo un Presidente que produce un cambio generacional, sino que por primera vez en 59 años se produce una separación de poderes. Por un lado va a haber un Secretario del Partido, que no es la misma figura que va a estar al frente de los Consejos de Estado. Lo que había sido una unidad de todos los poderes en una sola persona, ahora se rompe. Veremos si en los próximos 4 años vuelve a unificarse.
Desde el 59 en adelante se han anunciado miles de veces condiciones para la caída del gobierno. En los últimos años se ha hablado del repliegue de Fidel por condiciones de salud, antes fue el embargo, la reducción de la ayuda de Venezuela, la llegada masiva de turistas de EE.UU… Todos esos auguraban el fin del “enclaustramiento” cubano, pero eso no ha pasado. ¿Cuáles serían los principales desafíos de Cuba para enfrentarse con estas contingencias?
Una cosa es el fin deseado por muchos, y otro es el fin de la Revolución. Evidentemente el fin del gobierno no ha llegado. Yo no estoy tan segura de que se mantenga tan fuertemente vigente la Revolución. A partir de la transición que vive desde el 85′, yo diría que la Revolución ha entrado en un franco proceso de pérdida de poder y de capacidad de camino hacia el futuro. Por eso Fidel instala dentro de su relato eso de “salvemos las conquistas de la Revolución y el socialismo”. La idea de conquista no es azarosa. Conquistamos algo que ya está hecho y que implica la conquista de algo que está más en el pasado. No podemos avanzar mucho más. Evidentemente uno llega a Cuba y piensa que es una isla que naufraga dentro del pasado, pero es un país que se está abriendo cada día más al mundo.
Cuba se ha convertido en el principal destino turístico de América Latina, incluso por sobre Brasil…
Ese es un reto, porque por un lado ese fue el camino que decidieron, mostrando su recelo -porque había que sobrevivir económicamente-, las reformas que se produjeron en los 90 con Fidel y que profundiza Raúl Castro. Es un reto, sin duda. No porque haya una contraposición entre los ideales socialistas y el capitalismo que entra de la mano del turismo, sino que por el tipo de desigualdades que produce. La culpa no la tiene el turismo, la responsabilidad está en cómo se gobiernan ese tipo de acciones. Cómo se gobierna la pobreza, la desigualdad…
Hay un problema que tiene que ver con las expectativas. Cuando una parte importante de la población tiene una formación de nivel, esto genera expectativas de una determinada calidad de vida. ¿Cómo opera esto en la realidad cotidiana de los cubanos?
Una de las cosas maravillosas, y de los logros de la Revolución, es que logró ampliar y disparar hacia el futuro las expectativas de los cubanos. uno de los retos mayores es que no ha tenido las condiciones materiales para poder satisfacer esas expectativas que ha producido. El problema nuevamente es cómo se gobierna esa brecha tan grande que se ha producido, en donde se amplían las expectativas, pero donde el campo de las experiencias no alcanza a complementar esas expectativas. Ese es un punto grave en la vida cotidiana de los cubanos y cubanas. El problema es que hay ciertos grupos dentro de Cuba para los cuales sí es posible producir un acercamiento entre esas expectativas y las condiciones de vida que tienen para hacerlo. Cómo se va produciendo dentro de la burocracia cubana, un grupo que evidentemente tiene condiciones de poder y de recursos que se está alejando cada vez más de cómo vive el resto.
El retorno de las clases sociales…
Exactamente, es un reto fundamental. Todos en Cuba hemos venido de abajo pero hasta los 80′, 90′. las desigualdades que empiezan a existir empiezan a dar cuenta nuevamente de la existencia nuevamente de clases sociales. Algo con lo cual las generaciones pasadas no estábamos adaptados. La producción de esas diferencias marcará esa ruptura que es muy profunda: producir ciudadanos de distinta categoría. Esa es una ruptura fundamental con la Revolución que se dice socialista.