Su foco de trabajo son los jóvenes, por eso Nemo Castelli sabe -en primera persona- cómo ha resentido la crisis de la iglesia católica en la población.
Los casos de abuso sexual y encubrimiento, así como el clericalismo con el que se maneja la iglesia en Chile, son parte de la reflexión de las juventudes comprometidas con la fe, así lo hace saber el capellán de la Fundación Vivienda, quien también es el encargado de la rama de formación de universitarios en Techo Chile.
En conversación con RadioAnálisis de Radio y Diario Universidad de Chile, el sacerdote jesuita reconoció que en su último encuentro con la juventud, los participantes le exigieron una iglesia “más democrática, inclusiva, preocupada por los abandonados y por el medioambiente; una iglesia con también transparencia, verdad y reparación”.
¿Qué le pasó a la iglesia chilena?
Dos procesos, uno es parte de la cultura: el tema de los abusos traspasa distintos lugares sociales. En ese sentido, Juan Carlos Cruz, James Hamilton y Juan Andrés Murrillo no son solo héroes de la iglesia, sino de la sociedad entera. La realidad de los abusos es algo que pasa al interior de la familia, de clubes deportivos, en la iglesia… lo que pasa es que, en la iglesia, cuando son personas que dicen que están ahí para servir a las personas y se sirven del rol que ostentan para abusar de niños y adolescentes, es algo doloroso y escandaloso que genera una herida profunda e incurable.
En el caso particular de la iglesia chilena, existe el siguiente fenómeno: captar que hay abusos de poder, después de consciencia y, después, sexual. El abuso de poder, o lo que llamamos clericalismo, es cuando la gente cree que, porque somos curas, estamos entre Dios y las personas, entonces somos dueños de la verdad y debemos decirle a la gente qué decir y qué pensar… esa no es nuestra misión ni rol y ese tipo de ser sacerdote va generando dependencia, control de las consciencias, lo que puede derivar en abuso sexual.
El segundo fenómeno se origina desde el retorno a la democracia. Ahí, en algunas instancias eclesiales dijeron “podemos volver a lo nuestro”, como si “lo nuestro” fuera solamente la sacristía. Yo creo que, usando la misma frase, ahora sí debemos volver a lo nuestro, que tiene que ver con ponernos en contacto con las realidades más sufrientes, para servirlas en conjunto con otros. Eso va a hacer sanar nuestras heridas.
Esta crítica del Papa a la “psicología de la elite” de la Conferencia Episcopal Chilena, ¿usted la comparte?
No solo es la Conferencia Episcopal (CeCh), es algo larvado en la iglesia chilena.
Tenemos que volver a descentrarnos. En el caso particular de lo que estamos viviendo ahora, volver a mirar a las víctimas y tratar de reparar -en lo que podamos- después mirar la estructura de nuestra organización, para que no vuelva a ocurrir.
En términos del quehacer cotidiano, volver a poner nuestra mirada en los que en nuestra sociedad son discriminados por ser inmigrantes, allegados, indígenas, homosexuales… con ellos hay que construir un mundo más igualitario, rompiendo la psicología de elite.
Esto no es un problema solo de los obispos, sería injusto ponerlo solo ahí.
¿Cuánta responsabilidad tiene Juan Pablo II en la crisis actual de la iglesia católica chilena?
Estoy de acuerdo. Debemos mirar otros modelos. Siempre las miradas hacia atrás tienen de reductivo e injusto. Yo soy un cura de 42 años, nací con Juan Pablo II, pero nunca viví con consciencia su papado. Por lo tanto, podría tener una mirada simplista. Sin embargo, su modelo no es lo que tenemos que mirar. Él miraba desde Polonia. Él nunca entendió ni la iglesia latinoamericana, ni lo que representó en Chile la iglesia del Cardenal Silva Henríquez.
Ese no entendimiento, asociado a agendas temáticas, discursos, maneras de entender procesos intraeclesiales, son los que no podemos seguir mirando. Debemos mirar hacia otro lado. En particular, dentro de Latinoamérica, tenemos la figura gigante del obispo Óscar Arnulfo Romero, asesinado por jugarse por los DDHH. Él tuvo conflictos con Juan Pablo II, también.
Ahora, este es un nuevo tiempo, que nos enseña otras cosas. No nos ayudó el Papa Juan Pablo II, pero sí nos está ayudando Francisco. El rol del papado es de dar unidad, no es un párroco universal. Cuando Francisco asume y se presenta como Obispo de Roma, les dice al resto de los obispos que se empoderen de sus realidades, que piensen por sí mismo.
En todos los escritos de Francisco, él pide que no le pidan soluciones para todo el mundo, porque las realidades las tienen cada uno de los obispos. En ese sentido, un Papa que se equivoca, que pide perdón, que hace pié atrás, y que es particularmente duro con la iglesia chilena, también nos habla de que ser cura, ser papa, es estar al servicio de los demás. Es ser jugado por la justicia y la dignidad de las personas y, si uno comete errores, lo que hay que hacer es pedir perdón y reparar, intentar ver las causas de fondo.
En ese sentido, veo con optimismo el papado o que los obispos hayan puesto sus cargos a disposición. Ellos (la CeCh) lo que hicieron, es evitar una cuenta jurídica larga. Porque el Papa, para destituirlos, necesita una causa jurídica larga, una causa gravísima para destituirlos. Al renunciar, le permiten al Papa que disponga de lo que necesite hacer para construir los nuevos liderazgos en la iglesia chilena. Una vuelta corta para mejorar, para reparar este momento de crisis.
A diferencia de lo que ocurrió con Silva Henríquez, quien trabajó en una iglesia a la defensa de católicos y no católicos, ¿lo que ocurre hoy es que hay una iglesia pensada únicamente para los iguales en la fe?
Francisco nos está ayudando a descentrarnos. Silva fue fiel al Evangelio, respeto y servicio a cualquier persona humana. Lo que nosotros hemos confundido, cuando promovemos a Jesucristo, es olvidar el reino. Un proyecto inclusivo, en un mundo donde no se discrimine.
El autogol del cristianismo, es que creemos que nuestro dios actúa dentro y fuera de la Iglesia, eso es lo que nos lleva a considerar a otros credos, a diferencia de lo que ocurre en otras religiones. Movido por eso, Silva Henríquez funda la Vicaría de la Solidaridad.
Nosotros hemos tendido a ser sectarios como iglesia. Desafiados por un mundo desecularizado y en un país donde vamos a ser religión de minorías. Mi impresión, es que nosotros vamos a seguir siendo fieles al Evangelio, si nos descentramos e intentamos hablar con todos.
En el X sínodo, los jóvenes pusieron en carpeta una iglesia más democrática, inclusiva, preocupada por los abandonados y por el medioambiente y también transparencia, verdad y reparación. No solo el que se diga ¡somos todos pecadores!, sino reconocer profundamente lo que ha pasado.
Esto es una palanca de cambio que nos puede hacer volver a lo nuestro, a una iglesia servidora.