No lograron impedir la aprobación de la Ley de Género en la Cámara de Diputados, pero la presión ejercida demuestra que ya no son un grupo reducido y que, por el contrario, están dispuestos a participar en política respaldados por una amplia base popular. Los evangélicos ya no se cruzan de brazos.
Férreos opositores al aborto, al matrimonio igualitario, y a la eutanasia, entre otros, esta comunidad cristiana se ha abierto paso en la sociedad chilena a tal punto que hoy cuentan con su propio feriado nacional.
También cuentan con un contundente poder económico. Según un reportaje de la revista Qué Pasa en noviembre del 2012, cada iglesia evangélica recibe entre 40 y 70 millones de pesos producto de los diezmos, además, de acuerdo con registros de la Superintendencia de Valores y Seguros, la Iglesia Adventista del Séptimo Día, la Corporación Metodista, la Iglesia Cristiana Pentecostal y la Iglesia Evangélica Luterana, tienen inversiones en empresas como Mademsa, Gasco y Endesa.
Los medios de comunicación son otro activo importante para esta comunidad cristiana: la Iglesia evangélica en Chile cuenta con más de 200 radios tanto en AM como en FM, canales de televisión por cable y varias librerías a lo largo del territorio nacional.
Su influencia es tal, que el propio presidente Sebastián Piñera no tiene confirmada su presencia en el Te Deum evangélico del 16 de septiembre venidero por temor a reproches públicos debido a la aprobación de la Ley de Identidad de Género.
Según el cuestionado censo del 2012, el 16,4 por ciento de los chilenos se declara evangélico, aumentando en más de un punto porcentual respecto de la misma medición del 2002. En la otra cara de la moneda, los católicos, si bien siguen siendo mayoría en el país, han disminuido más de dos puntos porcentuales con respecto al censo 2002, alcanzando el 67.47 por ciento.
Sin embargo, el crecimiento de la población evangélica en Chile no es un fenómeno aislado, pues todos los países de la región han experimentado un brusco ascenso en el número de cristianos protestantes.
El paradigma es Guatemala, pues el presidente de la nación centroamericana es evangélico. Jimmy Morales llegó al poder gracias a los votos de esta comunidad cristiana.
En la última elección presidencial de Costa Rica, el candidato evangélico, Fabricio Alvarado, estuvo a punto ganar con el 39,3 ciento de los sufragios en segunda vuelta. Un poco más al sur, en Colombia, el Plebiscito por la Paz con las Farc fracasó debido al voto evangélico.
En Brasil, esta comunidad cristiana tiene una influencia determinante. La bancada legislativa más grande del país es la evangélica, que cuenta con 75 diputados, legisladores que fueron claves en la operación para sacar a la ex presidente Dilma Rousseff del poder.
Jair Bolsonaro, el candidato que hoy cuenta con más apoyo para asumir la presidencia del gigante sudamericano, tiene su base, precisamente, en las comunidades evangélicas y –curioso- la candidata que marca tercera en las encuestas, Marina Silva, es parte de esta comunidad cristiana.
El mundo evangélico viene, sobre todo, desde las capas bajas de la sociedad, en ese sentido, resulta curioso que los votantes que profesan esta fe prefieran candidatos de derecha, y es que, para algunos analistas, este sector político está acercándose a la comunidad evangélica para resolver su distanciamiento con las clases populares.
Javier Corrales, profesor de Ciencias Políticas en Amherts College, escribió para el New York Times que “Hay una razón por la cual los políticos conservadores están abrazando el evangelicalismo. Los grupos evangélicos están resolviendo la desventaja política más importante que los partidos de derecha tienen en América Latina: su falta de arrastre entre los votantes que no pertenecen a las élites. Los partidos de derecha obtenían su electorado principal entre las clases sociales altas. Esto los hacía débiles electoralmente”.
En ese sentido, el autor de numerosos libros afirmó que los evangélicos están cambiando el escenario.
Para el analista Guillermo Holzmann, los grupos evangélicos son de especial interés para los partidos políticos, pues los valores que esta comunidad profesa pueden transformarse en activos electorales.
“Lo común que tienen todos los movimientos evangélicos, sean iglesias o no, es que comparten determinados tipos de valores y que son bastantes rígidos respecto a su cumplimiento y respecto a lo que se le exige a quienes participan en esos movimientos. Bajo esas características se transforman en un grupo de interés para los partidos políticos porque existe una probabilidad de convertir esos valores o esas creencias que los evangélicos profesan y comparten en un comportamiento electoral, es decir, en un voto”.
Holzmann señaló que los directivos de las distintas iglesias evangélicas son interlocutores válidos desde el punto de vista político para gran parte de esta comunidad religiosa. Por tanto, son puentes comunicativos con la élite política, que necesitan de esta minoría, que es cada vez más influyente.
“Interlocución que les permite reunir gente, presentar sus propuestas, ser escuchados dentro de la disciplina de cada uno de estos movimientos de iglesia y convocarlos a un voto en virtud de los intereses que ellos tienen que normalmente están en el lado valórico. Son una minoría importante pensando que el triunfo en una elección se logra por la sumatoria de minorías y dentro de ese concepto, esta minoría evangélica cada vez es más relevante”.
Según indican de la propia iglesia evangélica chilena, los que profesan este tipo de cristianismo superan el 20 por ciento, cifra que según todos los pronósticos, irá aumentando por la incidencia que tienen los pastores en los barrios populares y por un factor no menos importante: la crisis de la Iglesia Católica.