Entre varias, la visita a Chile que Martín Buscaglia (Montevideo, 1972) recuerda con mayor precisión es aquella en la que no pudo hacer ningún concierto. Fue en el verano de 2010 y tenía varias presentaciones programadas, pero se suspendió todo. “Llegué a ir a una prueba de sonido, que era bien tempranito, y me dijeron: ‘¿No te enteraste? Hubo un terremoto tremendo’. Así que quedamos varados en Puerto Aysén, una semana que entre la gente del grupo conocemos como ‘vacaciones a la fuerza’”.
Buscaglia hace el recuerdo desde la capital uruguaya, a través del teléfono, justo antes de tomar un avión que lo traerá nuevamente a Chile. Esta vez, se supone, sí habrá conciertos y serán en tres ciudades azotadas por el calor: Santiago, Valparaíso y Talca. “Voy preparado sicológicamente. Me gusta sudar un poquito también cuando tocás, es importante. Un concierto en que no sudes… no sé, es casi indignante. Tiene que haber una entrega y está bueno que se materialice en algo físico. En sudor, en este caso”, dice.
Allí, el autor de El evangelio según mi jardinero (2006) pondrá a prueba la experiencia que ha ganado tocando con gente como Julieta Venegas y Jorge Drexler o abriendo para estrellas internacionales como Caetano Veloso y Paul McCartney. También ahí tocará las canciones que ha grabado en sus ocho álbumes, pero también algunas inéditas: “La idea es que haya de todos los discos, incluso de los que no existen aún”, adelanta.
“Estoy preparando un disco nuevo y ya aprendí que una manera de terminar una canción es hacer cuenta de que está terminada. O sea, tocarla en vivo, aunque quizás en tu estudio todavía sigas dándole vuelta. Disfruto mucho tocar en vivo y poner cosas a prueba, tiene un lado de descubrimiento para mí también”, añade.
Aunque suele presentarse junto a una banda, Buscaglia llegará a Chile convertido en lo él mismo describe como un hombre orquesta: “Es algo que empecé a hacer a principios de siglo, literalmente, cuando empecé a tocar más afuera de Uruguay. Sentía que al estar solo con la guitarra criolla me faltaban un montón de elementos que yo manejaba con más músicos o en los discos, entonces empezaron a aparecer las looperas, a empequeñecerse los instrumentos y a aparecer teclados, aparatitos o juguetes intervenidos”.
“Ahora estoy en una etapa más menonita, de utilizar menos cosas, pero me gusta esa cosa de ‘cocina en vivo’ que se da con estos shows. No voy con un ordenador en el que aprieto play, sino que lo monto cada noche. Eso hace que a veces sea imperfecto, pero siempre es verídico y novedoso hasta para mí mismo”.
Más allá de lo práctico, ¿qué te atrae musicalmente de ese formato?
Me permite mostrar un lado al que le doy mucha preponderancia, que es el groove, mi lado lubolo. En Uruguay, los lubolos eran los blancos que tocaban candombe, que es el ritmo afrouruguayo por excelencia. Me permite mostrar mi lado del funk, del reggae, del dub, de los ritmos de Latinoamérica y África que permean mi música. Con una guitarra lo puedo lograr, pero con todo esto puedo grabar una línea de bajo, tener graves, armar un poquito de baile si el tema lo pide. Eso es un disfrute.
Además, es portátil. Tengo una consigna: todo lo que llevo al show tiene que entrar en una mochila. Está basada en un precepto de Ezra Pound, que intentó que toda su vida entrara en una maleta. Dicen que nunca lo logró, que lo logró con dos maletas (risas), pero yo logro meter todo este show itinerante en una sola.
¿Qué puedes adelantar sobre tu nuevo disco?
Estoy en etapa de preproducción, de probar temas. En los últimos años he disfrutado involucrándome con otros artistas, me he alejado un poco de mí, entonces siento que en este disco vuelvo a mí mismo y espero que sea mejorado, con cosas nuevas y dejando atrás las que no necesitaba más.
Este es un momento en que el rock es un género tan antiguo como el tango y yo nado bien en esa laguna de la música de hoy, entonces no sé qué sonido va a tener. Va a ser de hoy porque lo voy a hacer hoy, pero no estoy interesado en buscar una sonoridad y mucho menos un género particular. Lo que pasa con los discos también es que una cosa es el plan que tengas y otra cosa es el plan que las canciones tienen para vos. Yo puedo decirte que me gustaría hacer un disco de trap o de folclor, pero capaz que las canciones que me nacen quieren otra cosa. Ahí se da una cosa muy fascinante, que es el diálogo entre vos y las canciones. No te puedo decir cómo va a ser el disco, porque estoy esperando que me lo diga él a mí.
¿Tiene título, al menos?
Sí, pero no te lo puedo decir, por cábala. Acá en Uruguay se dice “secar las cosas” cuando contás algo que está por suceder y crecen las chances de que no sucedan. Me acuerdo cuando Axl Rose estuvo como 15 años diciendo que iba a sacar Chinese democracy. Yo estaba grabando un disco y pensé ponerle Chinese democracy para cagarlo a Axl y arruinarle su plan, así que no voy a decir el nombre de mi disco, por si se demora un poquito más de la cuenta, para que a nadie se le ocurra esta idea que se me ocurrió a mí.
En tus discos parece haber muchos géneros, puede decirse que eres un músico ecléctico. ¿Te acomoda esa palabra?
Suena un poco fría, pero está bien. Yo crecí así. En casa siempre hubo mucha música diferente, así aprendí a degustarla y tocarla, entonces es natural que eso se vea reflejado en mis canciones, pero no puede ser forzado. No sé, me gusta entender los géneros, pero para romperlos y hacer la mía. Me daría hasta vergüenza tocar un tema que se encasille cien por ciento en un género. Acá en Uruguay hay una tradición de buscar una manera propia y eso me ha influido, pero es un pensamiento que viene después. Ahí puedo ver que es ecléctico, jamás es un plan a priori. Las canciones siempre tienden a tomar un desvío y yo voy detrás de ellas, porque en general llegamos a lugares curiosos.
También has hecho radio: tuviste un programa, La Casa del Transformador, en Radio Gladys Palmera…
Sí, pero está en pausa para hacer el disco. Lo tomaba como si vinieran amigos desconocidos a casa, si es que tal cosa pudiera existir, y yo les mostrara la música que me dispara pensamientos y reflexiones. Lo gocé mucho y también tiene un lado amateur que disfruto cuando veo en otros. No soy un locutor de radio, entonces eso me da cierta libertad. Es como cuando un deportista juega otro deporte, porque tiene algo diferente a los que han dedicado su vida a eso. O como cuando un músico escribe un libro: los de música contemporánea, por ejemplo, es más fascinante leerlos que escucharlos. Leer un libro de John Cage es una belleza gigante. O de Morton Feldman. (Werner) Herzog también es increíble cuando escribe y pienso que es porque se dedica no solo a escribir. También sé que todo lo que hagas es parte de tu obra, quieras o no…
Incluso un programa de radio…
Claro. Puedes ser consciente o no. El programa no lo pienso como un anexo de los discos, pero lo hago con la misma pasión, el mismo gusto y laburo con que hago canciones y conciertos. No soy otra persona, entonces puede ser como un seudópodo, como un tentáculo de lo que hago. Me gusta verlo así.
Hay una frase sobre ti que se repite bastante: “Como si Caetano Veloso hubiese nacido anteayer y David Byrne fuera latino de verdad ”. ¿Qué piensas cuando lees eso?
(Martín Buscaglia estalla en carcajadas y luego responde) Me parece simpatiquísima, es divertida esa. La verdad es que vos sabés siempre qué tan cerca llegaste de donde querías ir. Está buenísimo que digan cosas así, pero si dijeran cosas terribles, seguirías sabiéndolo. Yo estoy contento con los discos y con los conciertos, que son la música viva, estás tocando para la música, literalmente, entonces me hago cargo de todo lo que he hecho. Nunca llego al estado exacto que estoy buscando, pero siempre ando cerca y eso me deja con ganas de seguir buscando.
Buscaglia en Chile
Jueves 7, Bar El Clan, Santiago.
Junto a Diego LorenzinI y Seba Alfaro.
$5.000 (preventa) / $6.000 (general).
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Viernes 8, Canción de la Trova, Valparaíso.
Junto a Mora Lucay y Seba Alfaro.
$4.000 (preventa) / $5.000 (general).
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Sábado 9, Central Bar, Talca.
Junto a Diego Lorenzini y Niña Tormenta.
$4.000 (preventa) / $5.000 (general).
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