Un informe elaborado por el Servicio Nacional de Menores (Sename) arrojó que, a febrero de 2019, se han reportado 3.801 casos de menores de edad que consumen drogas y/o alcohol al interior del sistema.
Los datos, que no incluyen a jóvenes con algún conflicto con la justicia, fueron dados a conocer en la segunda reunión de la mesa de trabajo sobre consumo de drogas, alcohol o ambas sustancias, organizada por la Defensora de la Niñez, Patricia Muñoz. Dicho encuentro forma parte de la primera etapa de diagnóstico que busca generar un plan nacional para los centros del Sename.
Sin embargo, el diagnóstico de esta realidad al interior del servicio no es algo nuevo. Sin ir más lejos, en 2018, una auditoría a once Centros de Reparación Especializada de Administración Directa (Cread), dio cuenta que la población de niños y adolescentes consumidores de drogas y alcohol llegaba a un 42 por ciento.
En Diario y Radio Universidad de Chile, conversamos con instituciones involucradas en la materia sobre sus impresiones ante un problema que, a todas luces, no es nada nuevo.
Los problemas de siempre
“Al interior el gran problema es la falta de recursos institucionales y recursos humanos para atender a los niños. También existe una falta de especialidad y de dispositivos para atenderlos”.
De esa forma resumió Tamara Rodríguez, coordinadora nacional de procesos sociales de la corporación María Ayuda, los asuntos que complican tanto al Sename como a sus intituciones colaboradoras.
“Actualmente los niños que tienen consumo problemático entran, pero sin un dispositivo de salud que se pueda hacer cargo de esto de manera mucho más especializada. Por otro lado, los que empiezan a consumir al interior, entre otras cosas, lo hacen porque otro compañero consume. Hay un tema de salud del cual deberían hacerse cargo”.
En 2016, los trabajadores del Sename acusaron directamente al Ministerio de Salud por la falta de especialistas y psiquiatras en la institución. Esto luego de la fuga de 14 jóvenes de un centro institucional de Arica, jurisdicción que, durante ese mismo año, presentaba un 40 por ciento de sobrepoblación en sus recintos.
Para Rodríguez, esto representa otro de los grandes problemas del servicio que impediría una atención adecuada ante casos de alcoholismo y drogadicción.
“En los centros se siguen atendiendo a muchos niños, a una población muy grande. Con una población de 100 o 150 niños se genera mucha vulneración. La calidad de profesionales finalmente no va a dar abasto. Esto influye mucho en que los niños con este tipo de problemas no sean atendidos como corresponde”.
Visión social del consumo
La Defensora de la Niñez, Patricia Muñoz, comentó a El Mercurio que el resultado arrojado por la mesa de trabajo “no ha sido tan rápido como hubiese querido”. No obstante, la información recabada hasta el momento, es la que esperaban para “poder realizar esta planificación conforme a la realidad que existe a nivel país”.
David Órdenes, director de Fundación La Caleta y ex miembro del Consejo Nacional de la Niñez, señaló que, si bien este es un paso importante, hay una realidad social de país que no se puede dejar al margen.
“El tema de fondo no es necesariamente el consumo. El consumo lo que hace es agravar esta realidad. Si no se enfrentan temas como la desigualdad y la pobreza, es muy probable que sigan llegando niños y niñas en situaciones de vulneración grave. A nosotros nos parece que la prevención es una responsabilidad del Estado y que debe ser dirigida a lo comunitario, a los barrios, para así complementar a las escuelas y otros ámbitos”.
Por otro lado, Órdenes comentó a nuestro medio que, ante casos de consumo de alcohol y drogadicción, es importante ofrecerle a niños y adolescentes una alternativa a futuro.
“Lo que se debe hacer es crear un vínculo importante de confianza, que ellos comenten cual es la situación que están viviendo. Y a partir de eso, buscar alternativas con su entorno para desarrollar procesos que respondan a su persona. No que solo dejen las drogas o el alcohol, sino que en realidad puedan encontrar una respuesta a que es lo que quieren para ellos. Eso es un proceso que requiere tiempo, no una terapia breve”.
Támara Rodríguez concuerda en que hay un contexto que debe enfrentarse. “Principalmente, se debe atender la razón por la cual el menor de edad comenzó a consumir este tipo de sustancias. El consumo, cuando empieza después de la vulneración, es una consecuencia de esta experiencia, y lo que hay que hacer es resignificar dicha experiencia para atacar el consumo también. Son cosas que deben ser resueltas al mismo tiempo”.
Para dar cuenta de la cifra de niños y adolescentes consumidores de drogas y alcohol, se analizaron los datos de centros de administración directa y de organismos colaboradores a lo largo del país, en los que actualmente se atiende a un total de 106.136 menores de edad.