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La fuerza del lenguaje

Columna de opinión por Alberto Estévez y Flavia Montenegro
Domingo 13 de octubre 2019 14:38 hrs.


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Es sabido y aceptado que la fuerza del lenguaje es enorme, al extremo que es capaz de crear realidades.

La generación de políticas públicas es tarea de los estados, a través de sus diferentes poderes, en especial el ejecutivo.

Puede suceder que una buena y sana política pública se vea entorpecida en su implementación y logro de sus objetivos, por un uso inapropiado del Lenguaje.

Pensamos que la política pública que culminó en la creación del Ministerio del Deporte (MINDEP) puede ser un buen ejemplo de esto.

Veamos:

Es evidente que en los tiempos modernos la nación chilena se ha sedentarizado en forma muy importante y creciente, realidad que recogen y muestran las Encuestas Nacionales de Salud (ENS) realizadas. Es así como, los pediatras hablan de que, a nivel de niños y jóvenes se ha llegado a niveles de “inmovilismo”. Lo anterior tiene consecuencias inmediatas y futuras en la salud de la nación chilena, con todos los costos asociados en cantidad y calidad de vida, así como en pérdida de años de vida útil y productiva.

En consecuencia con lo anterior, se han tomado crecientes medidas para combatirlo. Entre otras, la creación del Ministerio del “Deporte”.

El diccionario de la RAE define “deporte” como Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas. Es decir, sentimos que los chilenos lo entienden como la RAE lo describe, y también nos preguntamos si la política pública debe incentivar tener una nación de deportistas, o debe incentivar el tener una nación de personas físicamente activas.

Qué duda cabe que si alguien disfruta con el deporte, lo ideal es que pueda practicarlo, ojalá con estándares de práctica de alto nivel. También que si lo hace en forma competitiva, lo haga con un apoyo profesional muy completo. Todo lo anterior, en virtud que el deporte competitivo (incluso contra sí mismo), es claramente no fisiológico, y es causa de daño a la salud de quienes lo practican, sea en forma de daño agudo o crónico.

El deporte de competición mueve multitudes de espectadores (la mayoría sentados y con una bebida en la mano), y consecuentemente mueve mucho dinero (poder). Es lógico asumir que si el país obtiene grandes logros deportivos entre sus deportistas, se producirán aumentos en el número de personas que practican los deportes exitosos, aunque estos aumentos normalmente perdurarán lo que perdure el éxito de los deportistas que los motivaron con sus resultados deportivos. No es lógico asumir que estos logros deportivos favorecerán un aumento de la actividad física en la población general, ni aumentos transitorios, menos permanentes.

Por otro lado la práctica del deporte es muy demandante de tiempo y dinero. En consecuencia, la política pública que lo incentive desde la infancia, les impone a los niños, jóvenes y a sus padres y familias, una carga de tiempo y dinero que puede terminar en desincentivar su práctica.

En consecuencia, con lo anterior, nos preguntamos si la política pública debe incentivar tener una nación constituida mayoritariamente por personas físicamente activas más que por deportistas. Intentando responder esta cuestión, decidimos interrogar el mundo animal, y en ese mundo encontramos que al observar a algunos animales en vida silvestre (dentro de sus hábitats, equilibrados en alimento y espacio, sin intervención humana) podemos ver el estado natural del cuerpo animal bajo la exigencia de una actividad física destinada exclusivamente a la sobrevivencia (alimento/territorio) y la reproducción, y podemos ver, bajo el contexto dado, que la condición corporal, conducta de reproducción y estado de salud general, son indicadores más que aceptables.

No obstante lo anterior, hay animales domesticados que sí son sometidos a prácticas deportivas, como lo son; caballos fina sangre de carrera, perros galgos de carrera, caballos de rodeo, de salto, entre otras, y en ellos, lamentablemente existe una importante lista de enfermedades y situaciones médicas asociadas a las prácticas deportivas, constatándose en estos animales, consecuencias sanitarias similares a las encontradas en humanos deportistas.

Pensamos que el fracaso evidenciado por los resultados de las ENS, de la política pública que llevó a la creación del MINDEP, puede tener entre sus causas, al hecho de haber llamado al nuevo ministerio, Ministerio del Deporte, así a secas. Quizás si se hubiera llamado Ministerio del Deporte y la Actividad Física, o Ministerio de la Actividad Física y del Deporte, incluso, Ministerio de la Actividad Física, su labor se hubiera orientado con fuerza a ser un actor muy relevante en promover la actividad física, diagnosticar sus obstaculizadores (por ejemplo veredas en mal estado y mal iluminadas dificultan que la población salga a caminar) y así contribuir con mayor pertinencia a la superación del elevado sedentarismo nacional, en conjunto con la sociedad civil y los otros organismos del Estado.

Conclusiones:

Todo apunta a que incentivar el transporte personal caminando, en bicicleta u otros que tengan un componente de “tracción humana”, también incorporar el hábito de realizar actividad física regularmente (caminatas, bailes, otros), lo que supone dedicarle tiempo libre, pero no requiere horarios preestablecidos, ni equipamientos mayores y costosos, debiera ser el objetivo de la política pública que pretenda tener a una nación de ciudadanos físicamente activos, más que tener una nación de deportistas. No se trata de desincentivar prácticas deportivas, sino, de poner la fuerza de un Ministerio en un objetivo más real, más alcanzable e inocuo para la salud de todos los chilenos.

Ojalá abramos una discusión al respecto.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.