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Edith Fischer: “La música verdaderamente importante llega, nadie queda indiferente”

La reconocida pianista estuvo en el programa Con Cierto Oído y habló de sus recuerdos como niña prodigio, de la importancia de la educación y de su aprendizaje con Claudio Arrau. “Tenía una cualidad admirable y rara: su generosidad y respeto por los alumnos”, dijo.

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  Miércoles 25 de diciembre 2019 9:21 hrs. 
Concierto piano 8

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Edith Fischer es una de las más reconocidas pianistas chilenas. Nacida en Santiago en 1935, es parte de una familia de tradición musical: su padre fue el violista Zoltan Fischer; su madre, la clavecinista Elena Waiss, fundadora de la Escuela Moderna de Música; su hermano Edgar es chelista, su sobrino Rodolfo es director y su sobrina Alicia es violinista.

Activa y con conciertos en Chile y el extranjero, Edith Fischer es dueña de una trayectoria que fue repasada en la última edición del programa Con Cierto Oído, que conduce el violinista Alberto Dourthé, concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile.

Estos son algunos pasajes de la conversación.

Su debut con la Sinfónica, a los 12 años

(El director de orquesta) Hermann Scherchen tuvo esa iniciativa. Estaba ensayando con mi mamá, que tocaba clavecín en una obra de Bach, y aparentemente la conversación no iba muy bien después del ensayo, porque no deben haber coincidido con los idiomas. Yo pasé por ahí, me preguntó si tocaba algo y me pidió que tocara. Yo estaba educada por mi mamá, que era muy severa, y nunca se podían tocar obras que uno recién había estudiado, tenían que ser bien preparadas. Muy estúpidamente, sin saber que Scherchen era un especialista en Bach, empecé con el Preludio y fuga No. 1 en Do mayor. Alcancé a tocar un compás, se paró y dijo “¡No, no, no! ¿Qué es ese tiempo? ¡Parece el Ave María! Esto es muchísimo más rápido”. Evidentemente no quedaba otra cosa que seguir el consejo lo mejor posible. 

Me preguntó qué era lo más difícil que sabía y toqué la Fantasía-Impromptu de Chopin. No me dijo gran cosa. Me acuerdo perfectamente que al salir de la pieza, con la mano en la perilla de la puerta, me preguntó si tocaba algo con orquesta. Le dije que había estudiado el Concierto en Sol mayor 543 de Mozart. 

Me fui, con una sonrisa de niñita con trenzas, y me llamaron a la mañana siguiente porque me quería como solista, dos semanas más tarde. Con él aprendí cosas que no he olvidado hasta hoy. He hecho ese concierto muchas veces y no he cambiado para nada, porque fue una enseñanza para cualquier Mozart.

Sus padres, Zoltan Fischer y Elena Waiss

Tengo que poner cuidado hasta el día de hoy cuando me siento en el piano, porque tengo casi un tic. Yo veía la cabeza de mi papá muy seguido, entre la apertura de la tapa del piano. Era un contacto muy importante, una miradita, una sonrisa. Mi papá no fue nada más que apoyo, siempre. 

Aprendí muchísimo de él, tenía una formación extraordinaria. En esos entonces Hungría era un país que formaba grandes músicos. Su amor y seriedad por la música eran muy estimulantes. Mis primeras impresiones de música de cámara fueron tocando Mozart con su cuarteto. Con mi hermano, que todavía era muy joven, fuimos a Punta Arenas tocando tríos. Todavía tengo los programas, mi papá tocaba violín.

Mi mamá fue mi profesora, lo que es una conjunción muy difícil. Debo haber sido una alumna muy desagradable al final y creo que estuvo contenta cuando fui a Estados Unidos, porque me había puesto muy porfiada. Se debe haber juntado la adolescencia con la música.

Claudio Arrau

Había tenido la suerte de tener contacto con Arrau en Chile. Como venía bastante seguido, habían conseguido que me escuchara y me había dado muchos consejos en cuanto a repertorio. Cuando tuve una beca, a pesar de que tenía también una carta de recomendación de (Eugene) Ormandy para (Rudolf) Serkin, no vacilé pero ni medio minuto: quiero Arrau, dije. No era solo por conocerlo, era porque ya significaba para mí, a los 17 años, un ideal de acercarse a la música, de sonido. Eso era lo que buscaba, así que no vacilé nada y me fui derechito.

Todos sus consejos precisos en cuanto a interpretación y técnica no son necesariamente lo más importante, a pesar de todo lo que me han ayudado en mi vida. Su posición como músico corresponde a algo que actualmente es cada vez más raro, en cuanto a su seriedad, su respeto y su ambición, en primer lugar, por ser un buen músico, tratar de entender el mensaje de los compositores y transmitirlo. No es una ambición de éxito como hoy en día, en que se quiere tocar, ganar y hacer mucho. No era por ese camino que nos guiaba. 

Además, tenía una cualidad que considero admirable y rara, que era su generosidad y respeto por los alumnos para ver quiénes eran, qué personalidad tenían y desarrollar sus conocimientos con eso. Que cada uno tuviera su manera y no hubiera ninguna imitación. Eso no le interesaba para nada. Por suerte, porque hubiera sido muy difícil.

El Festival de Piano Blonay – St. Légier 

Hace 31 años creamos con Jorge Pepi, mi esposo, un festival en Suiza. Queríamos que pudiera asistir toda la gente, así que no podía ser caro, y nosotros podíamos tener una libertad total en la selección de los artistas, sin pensar en cuáles iban a venderse mejor. Algunos vienen y son sumamente famosos, porque son muy amigos nuestros, y otros son menos conocidos pero los consideramos igualmente importantes para la vida musical. 

Estamos juntos durante ocho días, con conciertos diarios en una iglesia maravillosa, nos prestan un piano de oro y además siempre hay música de cámara. Tocan músicos de distintos países y realmente es un ambiente muy lindo. Es en un lugar precioso que se llama Centro de Música Hindemith, porque se creó con los fondos de la obra de Paul Hindemith.

Paralelamente hay master classes. No quiero enumerar los países, pero hemos tenido alumnos de todas partes. Vienen entre 30 y 35 de distintas partes del mundo, también chilenos, y para ellos es una experiencia extraordinaria. En el aniversario 30 del festival invitamos a tocar a personas que fueron alumnos en los primeros años y ahora están muy bien ubicados en la vida musical europea o japonesa. 

La mujer en la música

Yo puedo hablar de mi caso: nunca sentí directamente una discriminación por ser mujer, absolutamente no. Tampoco tuve problemas graves con directores o empresarios, como ahora está de moda, porque creo que esas cosas dependen mucho de qué actitud tiene uno. A veces no me daba ni cuenta, pero nunca me pasó nada ni acepté algo pensando en ese tipo de relaciones. 

Por otro lado, para una mujer debería ser un poco más fácil hoy. Me refiero a la vida práctica. Yo me casé muy joven, tengo tres hijos y traté de hacer eso lo mejor posible. Ya tenía un empresario muy importante en Inglaterra cuando me casé y empecé a decir “no” a conciertos. Siempre volvía lo más rápido posible, para estar al desayuno de nuevo y sabiendo qué se ponían (mis hijos). Si se resfriaban, ya no tenía ganas de ir a ninguna parte. 

Dejé de componer por eso, pero no dejé de estudiar, porque el día lo puedes organizar. Mis hijos se acostumbraron, al punto que el más chico dormía sin ningún problema mientras yo estudiaba. De repente llegaba alguien, yo hacía “shhh” (el gesto de silencio) y la gente no entendía nada, porque estaba tocando una sonata de Brahms a todo full, pero el niño dormía y despertaba si alguien hablaba.

El rol social de los músicos

La responsabilidad que tenemos es muy grande. No creo que no se pueda llegar a un público que no ha tenido la suerte de tener una educación musical. Creo que la música verdaderamente importante y fuerte llega, nadie se queda indiferente a una Pasión de Bach o una sinfonía de Beethoven. 

Me acuerdo de un concierto que hice hace muchos años en San Fernando, donde se llenó, vino hasta un huaso a caballo. Toqué los preludios de Chopin y el éxito fue enorme. Hay una cosa humana. Cuando ve que alguien se está entregando con todo lo que siente y puede para dar esto, la gente lo recibe. Se dan cuenta y descubren.

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