Asesinato en Lumaco: el único beneficiado es el statu quo

  • 25-05-2022

Dice el postulado de la falsa bandera que cuando se comete un atentado y no hay claridad sobre los autores, no hay que dirigir las sospechas donde parecería más obvio sino hacia quienes se benefician con el hecho. Hasta ahora no sabemos quiénes perpetraron el cobarde y criminal ataque en Lumaco que le costó la vida al trabajador Segundo Catril Neculqueo, pero sí resulta claro que favorece a los partidarios del statu quo, a quienes no quieren que la situación en la Araucanía y sus alrededores cambie.

Lamentablemente, la historia de Chile nos demuestra que cuando hay grandes intereses en juego, quienes los ostentan no tienen miramientos en recurrir a la sedición, a la conspiración y al crimen para defender sus privilegios. Ningún análisis sobre la Región, incluso, o más bien, especialmente en momentos como éste, puede prescindir de la base material del conflicto, que tiene que ver con la posesión de tierras, actualmente concentrada en millones de hectáreas en la industria forestal y muy especialmente en dos grupos, que a su vez son dos de los grupos económicos más poderosos del país. Al mismo tiempo que somos categóricos en que no acusamos a nadie de nada, puesto que ése es el rol de la Justicia y nuestra línea editorial adhiere a la presunción de inocencia, sí señalamos que la militarización de la región favorece el actual régimen de propiedad forestal, puesto que el otro camino, el del diálogo, debe llevar necesariamente a la discusión sobre la tenencia de la tierra.

No nos parece casual que una vez conocido el asesinato de este trabajador los dardos se hayan concentrado en la Ministra del Interior y en el Presidente de la República, incluso responsabilizándolos políticamente del crimen por no haber incrementado aún más la presencia militar en la zona. Quienes piensan que el conflicto histórico entre el pueblo mapuche y el Estado de Chile se resuelve con metralletas, es decir, quienes reniegan de su naturaleza evidentemente histórica y política, vincularán todo hecho con el propósito de que se siga haciendo lo de siempre, es decir, la Pacificación de la Araucanía.

No somos ciegos ni obtusos -y en eso radica la complejidad del problema- sobre que la inseguridad en la zona es real y la demanda hacia el Estado en defensa de la población inocente, legítima. El Gobierno debe atender aquellos requerimientos. Lo grave radica en que haya actores en las sombras, que al menos respecto a este atentado no dan la cara, que utilicen el amedrentamiento de las personas para obligar al Ejecutivo, en contra de su expuesta voluntad de diálogo, a que ejecuten las mismas políticas de los gobiernos anteriores que, dicho sea de paso, en vez de resolver el problema lo han agravado. Por de pronto hay que descartar la participación de la CAM en esta acción, no solo porque así lo han expuesto, sino porque su modus operandi de no atentar contra trabajadores ha sido consistente en el tiempo. Los culpables están en otra parte.

Estos terribles hechos, así como otros que ocurrirán en el futuro, tratarán de arrinconar a las autoridades y con ellas al conjunto de la sociedad al fatalismo de que el diálogo es imposible. Que la militarización, la violencia y el conflicto perpetuo son el único camino. Entonces, es muy importante lo que está en juego como para mantenerse neutrales y guardar silencio.

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