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Año XVI, 26 de abril de 2024


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Mes de María, madres de la Plaza Colón y la militancia en forma de apóstol

Columna de opinión por Marcela Mercado
Martes 8 de noviembre 2022 7:48 hrs.


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El día 8 de noviembre de 2020, un grupo de cerca de 20 mujeres se apostaron en el frontis de la Catedral de Antofagasta, instalaron una virgen de cerca de un metro en la escalinata de entrada y, junto a la imagen, fotografías de sus hijos, que se encontraban privados de libertad por hechos acontecidos en el Estallido Social. Nos encontrábamos en plena pandemia, por lo que, además de las madres se habían visto en la imposibilidad de visitarlos debido a la pandemia. Aquel día y hasta el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, rezaron el mes de maría. Cada día a las 18 horas era posible ver al grupo incansable, rezar por juicios justos para sus hijos, asemejando su dolor al de la madre de Cristo.

El acontecimiento fue cubierto por los medios de comunicación y, justamente, este medio, el diario y radio de la Universidad de Chile, las nombró como “Las Madres de la Plaza Colón”, pues la Catedral de Antofagasta se halla ubicada frente a la plaza principal de la ciudad y porque irrumpieron en la escena social y política, movilizadas por su dolor de madres, tal como las argentinas “Madres de la Plaza de Mayo”. Luego de aquel mes, ellas se alzaron con voz propia en medios de comunicación e instituciones, se reunieron con el Senado de la República, el INDH, con la recién instalada Convención Constituyente, con Gendarmería de Chile, candidatos y dirigentes sociales de nivel nacional las visitaban. Fueron invitadas a la Comisión de Constitución y Justicia del Senado, donde expusieron su demanda de juicios justos para sus hijos, en un emocionado y hermoso discurso, que resultó con que se aprobara la idea de legislar una Ley de Indulto. Y aunque poco se ha avanzado respecto de estos asuntos, las “Madres de la Plaza Colón” se convirtieron en activistas sociales: un grupo de mujeres, en su mayoría, dueñas de casa, de clase media, con hijos sin antecedentes penales previos, que saltaron al espacio público, se ganaron el respeto de moros y cristianos por la fuerza de sus ideas y sus acciones (entre las que estuvo pintar la fachada de la Catedral) y que defendieron no sólo a sus hijos propios, sino que también a aquellos jóvenes que no tenían a sus familias cerca. Dos años después siguen constituidas y colaboran con la escolarización de jóvenes en situación de vulnerabilidad. Mujeres católicas y apóstolas militantes.

La figura del militante como apóstol ha sido estudiada por filósofos como Pierre Badiou y Slavoj Zizek. En el caso de Badiou tiene un libro que se llama “San Pablo, la fundación del universalismo” de 1997, donde reflexiona acerca de la figura de San Pablo como militante y como quien hace surgir la conexión entre una idea general de una ruptura y un pensamiento-práctica de esa ruptura, es decir, que es el militante quien inventa una relación entre un desplazamiento de una idea, (en el caso de las “Madres de la Plaza Colón”, “Juicio justo para nuestros hijos”) y luego sostenerla en una práctica (rezos fuera de una iglesia y luego, ocupar el espacio público con un discurso coherente). Dice Badiou, que quien presenta esta idea de militante es San Pablo, para él Cristo es el Genio, la excepción, el líder, pero es San Pablo, como apóstol, quien sostiene, con pensamiento y práctica, esa idea general. Habla de ruptura, pues en ese momento, lo que planteaba Cristo rompía con la legalidad del Imperio Romano. A Badiou le interesa pensar al militante por fuera del partido político tradicional, pensarlo desde una figura que no esté subsumida a esas formas partidarias vinculadas a las experiencias de la revolución. Otra cosa que hace es pensar al militante en contra de ciertas cosas: una es la homogeneización que hace el capitalismo con todas las personas, por ejemplo, el sentido común que se instala que todo se hace por un interés monetario; otro es el tema de la identidad y los particularismos identitarios, encerrados en su propia reivindicación (las Madres de la Plaza Colón fueron fuertemente criticadas por el feminismo más radical por reivindicar la oración, aunque el signo más importante fuera que era hecho por fuera de la Iglesia). La idea de Badiou es que el militante surge de una verdad, de una singularidad universalizable (“Juicio Justo para nuestros hijos”), no la preexiste, pero es una verdad a la que todos podemos adherir, trasciende todas las identidades.

Por su parte, Slavoj Zizek, plantea algo similar en la idea del militante como apóstol cuando dice, en una conferencia, que no necesitamos más genios, que de genios estamos repletos. No necesitamos grandes provocadores, que nos develen verdades ocultas: necesitamos apóstoles. Esto lo toma del filósofo Soren Kierkegaard, quien hacía esa distinción entre genio y apóstol. Señala que lo que hace un apóstol es repetir una verdad de forma fuerte y vehemente, la idea de la reiteración. En este sentido, las “Madres de la Plaza Colón” ajustaban su discurso al juicio justo para sus hijos y demás jóvenes presos por hechos del Estallido Social. No solamente lo vociferaban, sino también tenían una práctica: hasta hoy se encuentran al cuidado de los chicos que continúan en prisión, con prescindencia del resultado de los juicios de sus propios hijos.

Sin pretenderlo, Las Madres de la Plaza Colón de Antofagasta, levantaron un proyecto y se articularon desde el espacio público con las instituciones. Tomaron un lugar crítico, pero constructivo, sin afanes de iluminación, a partir de la realidad dolorosa que les correspondió vivir: a pesar del nulo apoyo del poder político, hoy se aprestan a comenzar un taller de lectura para presas de la Cárcel de Antofagasta.

Como decía Deleuze, las Madres de la Plaza Colón se quedaron instaladas, ni atrás de la gente, ni adelante de la gente, sino con la gente.

Marcela Mercado
Gestora Cultural

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.