1976: la heroína inesperada

  • 12-11-2022

Manuela Martelli tiene una reconocida carrera como actriz, desde que en 2003 fue escogida por Gonzalo Justiniano para interpretar a la adolescente protagonista de su película B-Happy. Son más de una veintena de películas –filmadas dentro y fuera de Chile- las que la han instalado como uno de los rostros más interesantes del panorama fílmico latinoamericano. Sumado a esto, desde hace varios años Martelli viene trabajando en su carrera como directora y guionista. Con estudios de cine en Estados Unidos y con dos cortometrajes bajo el brazo – además del guión de la película Mar, de Dominga Sotomayor- su primer largometraje 1976 debutó en la prestigiosa Quincena de realizadores del Festival de Cannes, siendo la segunda mujer chilena –después de Marcela Said- en lograr ese hito.  Desde ahí esta película no ha parado de recibir galardones, entre ellos el premio Sutherland en el Festival de Cine de Londres, el premio a la Mejor Película Chilena del Festival de Valdivia, el premio a la mejor actriz para Aline Kuppenheim en el Festival de Tokio, además de ser seleccionada para representar a Chile en los premios Goya.

Hay muchas razones para todos estos reconocimientos, 1976 es una película filmada con precisión y elegancia para crear un mundo privado contenido y amable, que contrasta con la represión y la violencia que definía la realidad de Chile por ese entonces. El relato está centrado en Carmen – brillantemente interpretada por Kuppenheim- una mujer de clase alta, esposa de médico y madre de dos jóvenes adultos que ya la han hecho abuela. La acción transcurre en un pequeño pueblo del litoral central al que se ha desplazado la protagonista en las vacaciones de invierno, para supervisar arreglos que se están haciendo en su casa con vista al mar. Es en ese contexto que el sacerdote del pueblo le pide a Carmen que visite y cuide a un joven delincuente herido que, prontamente sabremos, realmente se trata de un hombre perseguido por la Dictadura. A espaldas de su familia -que poco sabe de las habilidades y el mundo interno de la protagonista- Carmen comienza a exponerse en busca de una salida para su protegido, resquebrajando la seguridad de su mundo ante la brutalidad del régimen.

En el guión, coescrito por la misma Martelli junto a la guionista y escritora Alejandra Moffat, está pensando desde una mirada con perspectiva de género en que se reconocen las limitantes que su condición de mujer y sus privilegios de clase, ejercen sobre la protagonista. No es casual que el equipo de este filme esté compuesto mayoritariamente por mujeres ya que además de su directora y guionistas la película tiene a realizadoras en la dirección de fotografía (Yarará Rodríguez), en la dirección de arte (Francisca Correa), en el diseño de sonido (Jesica Suárez), en el montaje (Camila Mercadal) y en la composición musical a cargo de María Portugal. Todas ellas ponen su significativo talento a disposición para construir esta historia se sostiene en una puesta en cámara muy cuidada y una puesta en escena bellamente diseñada y en donde cada elemento permite el contraste entre la superficial calma y confort de la protagonista, con el peligro del contexto político del país.

La voluntad de Carmen parece invisible ante los ojos de quienes la rodean y su cumplimiento de los mandatos en términos de apariencia y comportamiento social se transforman, inicialmente, en una buena máscara que oculta sus reales intenciones. Carmen no se revela ante el lugar en que la sociedad la ha puesto, cumple con las responsabilidades impuestas con elegancia –aunque en algún momento se deja entrever que no siempre fue así- y está disponible para lo que otros requieran de ella, siempre desde su lugar de señora de “buen nivel”. Lo que aparece en ella, enfrentada a la realidad de disidente herido, es la posibilidad de ayudar y de usar sus recursos para aportar en algo ante tanta injusticia, y al mismo tiempo descubrir en ella misma una valentía y un arrojo, hasta entonces desconocidos. Es muy interesante ver como en este ejercicio del privilegio ella no es consciente de que también puede, potencialmente, transformarse en una víctima de la violencia dictatorial. Con una estructura narrativa que la acerca al thriller, 1976 mantiene el interés al mismo tiempo que conmueve, haciendo un inteligente paralelo entre los límites seguros de la vida de una mujer sometida a los mandatos sociales con el riesgo de la lucha por la independencia y la libertad política.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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