El gobierno de Colombia y el Estado Mayor Central (EMC) de las FARC (Ejército del Pueblo), una de las disidencias de la antigua guerrilla de las FARC, anunciaron que llegaron a un acuerdo para instalar una mesa de negociaciones de paz. El documento señala que, para tal efecto, hasta su instalación, delegados a la Mesa de Diálogo tanto del Gobierno como del EMC iniciarán la fase preliminar de la misma, con la presencia permanente de funcionarios de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz y de representantes de la comunidad internacional, de la Iglesia Católica y el Consejo Mundial de Iglesias. Además, se han sumado posteriormente la Misión de Verificación de la ONU, la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia de la OEA (MAPP-OEA) y la embajada de Noruega.
Esta escisión de las FARC cuenta con aproximadamente unos 3.200 miembros en armas, siendo su comandante el guerrillero Iván Mordisco y otros mandos medios de la otrora guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia que no se acogieron al Acuerdo de Paz de en 2016. Se estima que están distribuidos en 23 frentes que operan en 16 departamentos del país.
Según el diario El Espectador de Colombia, los acercamientos entre ambas partes se empezaron a reactivar las últimas dos semanas con varias e intensas reuniones entre el comisionado del gobierno Danilo Rueda y Andrey Avendaño, jefe de las estructuras en Catatumbo, delegados de las disidencias del Estado Mayor Central de las FARC, al mando de Iván Mordisco. Los encuentros se sucedieron principalmente en Catatumbo, Norte de Santander, y en los llanos del Yarí, en Caquetá.
El documento reitera la firme intención de las partes por avanzar hacia la construcción de un Acuerdo de Paz que ponga fin a la confrontación armada y que propenda al logro de una paz integral, estable y duradera, con justicia social y ambiental. El acuerdo firmado también precisa que en esa fase se instalará un Equipo Nacional de Generación de Confianzas y Resolución de Contingencias, integrado por las mismas entidades anteriormente mencionadas, cuyo objetivo será justamente resolver las tensiones que se generaron a raíz del rompimiento unilateral del cese al fuego.
Para el gobierno de Gustavo Petro, uno de los objetivos centrales que se persigue con este nuevo acercamiento es sin embargo un tema que sigue en discusión y es que el EMC renuncie a la práctica del secuestro, no entorpezca las elecciones regionales que se avecinan y que suspenda las acciones en contra de la población civil. En eso se concentrará ese mecanismo de diálogo que se instalará en las próximas horas.
De acuerdo con el comunicado, en esta fase las partes discutirán cuatro puntos:
- Ajustes al protocolo de cese al fuego bilateral y temporal de carácter nacional y protección de la población civil, e implementación de mecanismos de veeduría, monitoreo y verificación, a nivel nacional y local.
- Pre agenda de la Mesa de Diálogos de Paz.
- Metodología de la Mesa itinerante, y
- Mecanismos de participación de la sociedad civil.
Pero nada ha sido fácil en las negociaciones con este grupo armado disidente. Las conversaciones y el cese al fuego se detuvieron abruptamente el pasado mes de mayo, después del asesinato por parte de este grupo de cuatro menores de edad indígenas que habían huido de las filas del frente Carolina Ramírez en Putumayo.
En paralelo, a partir de este lunes 10 de julio las delegaciones de paz del Gobierno de Gustavo Petro y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se encuentran en La Habana, Cuba, para discutir y aprobar los protocolos pendientes para la implementación del cese al fuego bilateral y los mecanismos de participación de la sociedad civil en el proceso de paz. Las delegaciones han sostenido reuniones por separado desde el pasado miércoles 5 de julio, discutiendo internamente varios documentos que dos subcomisiones trabajaron durante las últimas tres semanas.
Para muchos analistas y observadores, la paz en Colombia parece lejana si no inalcanzable y con el paso del tiempo se ha ido transformando más bien en una utopía sin profundidad ni significado para la gran mayoría de los colombianos, los que no se sienten conectados con las múltiples realidades de un país tan diverso. Pero ese desapego entierra sus raíces en el desconocimiento que los ciudadanos tienen acerca de su propia historia.
Lo anterior no es una discusión nueva, pero sí se ha convertido en un debate enquistado que no ha logrado ser un pilar fundamental para construir paz en un país que la concibe como una utopía. “Los procesos de paz (…) se han convertido en procesos alejados de la sociedad, la cual no comprende por completo su finalidad, ya que estos no cuentan con un accionar pedagógico eficaz que sea capaz de generar una conciencia colectiva sobre la importancia de despertar la indignación en las personas ante actos tan atroces como las masacres” afirma la columnista colombiana Ana María Villota.