Marcela Serrano todavía recuerda el momento en que la idea se cruzó por primera vez en su cabeza. En algún punto del 2019, la autora se propuso que desde el primero de enero del año siguiente escribiría todos los días.
Sin embargo, se trataba de una práctica meramente personal. “Fue así como tu podrías salir a correr, o la otra podría hacer yoga. De repente se fue conformando y aun así yo decía ‘esto es un ejercicio propio, no es publicable'”, confesó Serrano en una entrevista con Diario y Radio Universidad de Chile.
Eso, hasta que sus editores la convencieron de que sus escritos tenían el potencial para constituir su próximo libro. Así fue como nació “A vuelo de pájaro“, la más reciente publicación de la artista que, por primera vez, la tuvo a ella como el personaje central.
“Todo escritor y escritora tiene algo de exhibicionista, porque si no, no escribiría. Es obvio que, escriba la ficción que escriba, uno está siempre presente. Empieza ya el exhibicionismo con eso”, aseguró Serrano sobre la presencia de los autores en sus obras. Aun así, reveló que no se trata de una posición cómoda para ella.
“Por eso casi que pido disculpas en el prólogo del libro. Me carga la idea. Sin embargo, quise ser una de las mías. He creado tantas mujeres a través del tiempo en cada una de mis novelas, y son tantas, además, las novelas, que dije ‘a ver, qué tal si ahora yo soy una de ellas’. Podría ser perfectamente una de mis protagonistas”, aseguró durante la reciente conversación que sostuvo con el programa Semáforo. “Lo tomé por ese lado. Me salgo de la novela y me voy a ser yo misma el personaje. Y no me costó nada, eso es lo peor. Con eso volvemos al exhibicionismo. No me costó nada”.
El duelo y la despedida de la ficción
A lo largo de su carrera, Marcela Serrano se ha posicionado como una de las autoras chilenas imprescindibles de la literatura criolla. Por su extensa bibliografía se repliegan novelas tan fundamentales como “Antigua vida mía” y “Nosotras que nos queremos tanto“. Títulos que han reafirmado su preferencia innata por la ficción.
Pero todo cambió el 2017 con el fallecimiento de una de sus hermanas. “Nosotras éramos cinco hermanas, muy pegadas todas, un clan. Y una de ellas se murió hace cinco años. A partir de eso escribí un libro sobre el duelo, que se llama ‘El manto‘. Y me pasó que no me vino más la ficción. Antes me llegaba sola. Me habitaban estos personajes y yo los trabajaba. Y de repente se me fueron, no volvieron más. Y yo respeto eso”, reflexionó sobre otra de las razones que la empujaron hacia la no ficción.
“Por algo no han vuelto todavía. Y no sé si van a volver o no, pero para mí funcionar por la vida sin personaje adentro es rarísimo. Creo que por eso hice estos ejercicios. En el fondo, no puedo vivir sin escribir. Pero se me fue la ficción de las manos, no me llega. Siempre estoy escribiendo cosas en la cabeza. No niego en absoluto que el día de mañana puedo hacer una novela. Pero desde la muerte de mi hermana ha sido muy estricto. No me han vuelto más”, confidenció.
De todas formas, el estallido social y el panorama de constante protesta que se apoderó de los últimos meses del 2019 igualmente representó una fuente de inspiración potente para considerar prescindir de la ficción. Algo que también fue alimentado por la pandemia que llegó a los pocos meses.
Esto último alimentó las reflexiones de la autora sobre algo que ha marcado la conversación pública de los últimos años: los privilegios. “Durante la pandemia yo estaba en el campo con todo ese verde, esa respiración, y pensaba en mis propias hijas que estaban encerradas en departamentos, mis amigas. Todo el mundo. Me venía una culpa, una pena por los demás. Además estaba súper acompañada. Estaban todas mis hermanas en sus casas al lado y podíamos ir a tomar un trago en la tarde y reírnos y comentar la vida”, compartió.
Aunque tampoco desconoce el trabajo que hay detrás de la vida que hoy lleva. “Eso yo lo quise enfatizar, de verdad. Y esto se lo digo a mis hijas. Cada peso que he ganado ha sido a través de los libros, y nunca he explotado a nadie por lo tanto. Como una mujer de izquierda, eso me importa mucho. Cualquier privilegio que hoy tenga lo siento ganado con el sudor de la frente, literalmente. No tengo ese problema de ‘soy una capitalista’, no. Ese no lo tengo. Pero claro que sí lo tengo cuando veo tantos autores que no logran vivir de sus derechos de autor, de partida. Pero por lo menos no me siento una explotadora. Eso es muy importante”.
Reivindicar la vejez
En pleno siglo XXI, la independencia de las mujeres mayores que deciden vivir solas todavía reviste algo de tabú. Algo que está cambiando gracias a su generación y que constituye un panorama que la autora tiene más que claro.
“Hoy día, tener la edad que yo tengo no te inhabilita. Hay una liberación profunda. Muchas veces me miran con cara de pena. ‘Uy, la Marcela no tiene pareja’. Y yo me río y les digo ‘pero es una opción, estoy feliz así’. ¿Para qué uno tendría una pareja? Puedo tener un amor, que es distinto. Pero pareja así, instalada, por nada. Ya se acabó esa época. Creo que vivir sola es un ejercicio fascinante. Y estar sola, y estar de acuerdo con tu propia soledad. Porque hay mucha gente alrededor mío que no puede con eso. Y al final en la vida terminamos solos. Nacemos solos, morimos solos. Hay que vivir con esa soledad, hay que saber trabajarla. Hay que encontrarle el lado rico. Si es una cosa fantástica”, aseguró.