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Hay que leer a Juan Rivano

Juan Rivano reflexionó siempre mirando los hechos de frente, se enfrentó por esto al poder y padeció las consecuencias. Terminó, en abril de 2015, sus días en Suecia, país que lo acogió en su destierro. Es hora de rescatar su obra valiosa y que las jóvenes generaciones --sobre todo por el compromiso que declaran asumir con la misión de hacer un Chile mejor en el futuro-- lean a Juan Rivano.

Rogelio Rodríguez

  Lunes 6 de junio 2016 11:24 hrs. 
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Con el filósofo Juan Rivano ocurre algo paradójico: en nuestros ambientes académicos, intelectuales, no hay quién no destaque su nombre como una de las grandes figuras del pensamiento nacional; al mismo tiempo, sin embargo, en los estudios sobre sus ideas se aprecia un generalizado desconocimiento de su obra posterior a 1975 (año de su expulsión de la Universidad de Chile y de su encarcelamiento, lo que significó que al año siguiente partiera al exilio), mencionándose fundamentalmente sus seis o siete primeros libros.

En verdad, actualmente la producción intelectual de Rivano consta de más de una cincuentena de libros, entre ensayos filosóficos, novelas, piezas de teatro y textos autobiográficos, amén de una buena cantidad de escritos que todavía se encuentran inéditos.

Prácticamente cada vez que volvía a Chile,  por algunos meses, desde Suecia  –donde se desempeñaba como investigador en la Universidad de Lund–  traía un original bajo el brazo que se publicaba en nuestro país bajo el sello Bravo y Allende Editores.

La mirada filosófica de Rivano siempre estuvo dirigida hacia nuestra cultura, nuestra idiosincrasia, nuestra gente.  Sin embargo, su pensamiento no fue para nada localista, sino que destilaba una lucidez acerada y crítica sobre los grandes problemas de la época y el mundo.  Se combina dialécticamente, entonces, en su filosofía lo universal y lo particular: la reflexión profunda de cómo resuena el eco de las grandes problemáticas de Occidente en nuestra larga y angosta tierra.

Desde su concepción de una filosofía anclada en los hechos tal como son, y no inspirada en ideales acerca de cómo debieran ser, desde un enfoque materialista, marginal por su propia naturaleza, Rivano abarcó en sus libros post ’75 una multitud de temas de magna relevancia no sólo para el desarrollo del saber filosófico, sino para las ciencias humanas en general. Por ejemplo, el poder, la fuerza como fundamento de la relación política, la tecnología, los mitos, la ideología, el vínculo cultural, la globalización, el conocimiento, la retórica, el humanismo, el neodarwinismo, la religión, el cinismo, el lenguaje, la metáfora, la memética, la experiencia creadora, la lógica teórica y la lógica práctica, la racionalidad, el sinsentido, los problemas dilemáticos e isológicos de la filosofía…

Una idea fundamental y original que cruza gran parte de su obra es aquella que sostiene la existencia de una racionalidad propia de las cosas que muchas veces diverge de la racionalidad que los seres humanos tratamos de imponerles.  Una idea que, como profesor de Lógica, siempre lo motivó, en la que siempre indagó y a la que siempre volvió en muchos de sus escritos de filosofía social y cultural. Con esta idea en mente trabajó, por ejemplo, el efecto avasallante de las técnicas  –técnicas como el alfabeto, el libro, el dinero, la televisión, los medios de transporte, las armas nucleares–  en la sociedad y la cultura, lo que determina modos de conducta, relación e, incluso, de pensamiento.  Llamó al determinismo de las técnicas el “argumento tecnológico”.

En sus últimas obras trabajó el tema del poder en conexión con el sinsentido.  Enseñó que el poder emplea mitos para mantenerse y crecer, previniendo así el sinsentido del mundo que, si se desplegara, por sus intersticios, representaría un punto máximo de tensión y riesgo social y político.  Afirmó  –y puede verse esto como una auto-referencia–  que el filósofo crítico, viendo con claridad el sinsentido de las cosas y diciendo lo que ve (atando lo desatado por el poder, y desuniendo lo que poder amarra), es quien puede enfrentarse al poder y desnudarlo.  Al hacer esto, ciertamente, el pensador crítico y lúcido se arriesga a padecer la furia y la fuerza del poder.

Juan Rivano reflexionó siempre mirando los hechos de frente, se enfrentó por esto al poder y padeció las consecuencias. Terminó, en abril de 2015, sus días en Suecia, país que lo acogió en su destierro.  Cuando se le permitió regresar a su patria, la Universidad de Chile no le abrió sus puertas ni le devolvió sus cátedras, albergando para siempre esta deuda con nuestro pensador.

Es hora de rescatar su obra valiosa (en las dos acepciones del término ‘valor’). Es hora de que las jóvenes generaciones  –sobre todo por el compromiso que declaran asumir con la misión de hacer un Chile mejor en el futuro– lean a Juan Rivano.

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