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Un botón de muestra

El Botón de nácar es un documental que permite reflexionar a través del agua, porque el agua sí tiene memoria.

Vivian Lavín

  Miércoles 30 de septiembre 2015 12:16 hrs. 
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No es exagerado decir que Patricio Guzmán, en su última película El botón de nácar, lo que hace es sumergirnos en el universo del agua y a través de ella en la memoria de los elementos de la naturaleza y en la memoria de los seres humanos.

Todo una exploración emotiva a partir de un botón. Un universo que puede explicarse en breves chispazos de luz con retazos de la historia del cosmos, de los primeros habitantes, de los pueblos originarios que habitaron el extremo austral de nuestro territorio y de lo que sucedió en Chile a partir del fatídico año 1973.

Son 82 minutos que comienzan con la fotografía microscópica de una gota de agua que quedó atrapada en un bloque de cuarzo hace más de tres mil años y que va lentamente adquiriendo tamaños astronómicos cuando se busca su origen fuera de la Tierra, en aquél meteorito que se estrellara con lo que entonces era nuestro planeta y que su impacto significara la llegada del llamado vital elemento a nuestro planeta.

El agua como hábitat natural para los que fueran los primeros habitantes de una de las zonas más inhabitadas del mundo, en el extremo sur de nuestro continente. Cinco pueblos que hicieran del mar su propia tierra, surcando con canoas construidas por ellos mismos, canales y el mar abierto, con la fuerza de sus brazos.

Es la voz, la de Patricio Guzmán, cadenciosa, simple y transparente como el agua en que se sumerge su película, la que va relatando la ruta del agua, desde su viaje que se iniciara hace millones de años en otra galaxia, hasta llegar a nuestra Tierra para sembrarlo de vida, haciendo de ella el paisaje y hábitat de seres humanos que creían que su alma volvería al cielo infinito convertido en estrellas.

La historia de los pueblos que después de haber vivido durante milenios pescando y navegando por los mares australes, en solo 150 años fueron víctimas de un genocidio por parte del Estado de Chile. Así, Gabriela Paterito dice “no me siento chilena. Soy kaweshkar” y Martín Calderón recuerda cómo cruzó el Cabo de Hornos a los 12 años junto a su padre en una canoa para terminar su épico relato mirando hacia el mar, diciendo que ya no puede ni siquiera subirse a una canoa para ir a pasear, que la Armada chilena se los impide, que el mar es de ellos, de los recién llegados hace menos de un siglo y medio. También relata Patricio Guzmán en este documental -que en 15 días más llegará a las salas de cine- la mítica historia de aquel selk’Nam que aceptó subirse al barco comandado por el capitán inglés Fitz Roy y viajar hasta la victoriana Inglaterra donde, como experimento humano, fue educado en las maneras y en el idioma de esos tiempos en ese país. El joven fue llamado Jimmy Button por su fascinación por los botones, ya que fue la recompensa de un humilde botón lo que lo convenció de subir a ese barco llamado Beagle, nombre con el que fuera luego bautizado el canal que selk’Nams, yaganes y kawshkar había nombrado durante cientos de años en sus propias lenguas hoy dormidas, debido a que no hay hablantes que las vivifiquen.

Ese botón de nácar operó en Jimmy Button como el pasaje para esa travesía que le cambió la vida pero, sobre todo, él mismo, al punto que cuando regresó años más tarde, lo primero que hizo al tocar la tierra de sus ancestros fue despojarse de las abotonadas vestimentas inglesas y caminar desnudo, como lo hiciera antes, pero él ya era otro y terminaría un tiempo después muerto por su propia gente.

El otro botón de la película de Guzmán es el que se hallara inserto en un riel rescatado desde las profundidades marinas, frente a nuestras costas, hace pocos años, y que delatara de manera irrefutable la vestimenta de un hombre o una mujer que fuera amarrado a él y luego tirado al mar. La forma en que murieron no se sabe cuántos ni quiénes por parte del Estado chileno durante otro tiempo de muerte y dolor.

El Botón de nácar es un documental que permite reflexionar a través del agua, porque el agua sí tiene memoria.

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