“Muy a su pesar, es el compositor más importante de Chile, porque no hay nada que se conozca más que la Cantata”. La frase es de una de las personas que colaboró con Luis Advis y retrata de una sola vez las referencias que asoman al hablar de su carácter y su obra: impacto popular y musical, sencillez y extrema reserva.
El recuerdo es contingente, porque este martes se cumplen diez años desde el fallecimiento del compositor, nacido el 10 de febrero de 1935 en Iquique, licenciado en Filosofía en la Universidad de Chile y discípulo de Gustavo Becerra.
“Hasta los 30 años, para mí la verdadera música no incluía lo popular”, dijo alguna vez el autor, que cambió de opinión luego de conocer grabaciones de Margot Loyola y Violeta Parra. Sin embargo, fue a través del teatro que Luis Advis se abrió camino definitivamente hacia el mundo de lo llamado popular, que pronto lo llevó a escribir una de las cumbres de la música chilena: la Cantata Popular Santa María de Iquique, grabada en 1970 por Quilapayún y editada por Dicap, con relatos del actor Héctor Duvauchelle.
Y esa obra guarda una relación directa con las artes escénicas. “Yo soy un hombre de teatro”, le decía Luis Advis a Fernando Carrasco, hoy director del departamento de Música de la Universidad de Chile e integrante de Quilapayún, quien ha transcrito la Cantata y varias de sus composiciones y destaca que su talento para desarrollar una historia fue clave en el impacto que tuvo la obra. “Además, hacía la música pensando en personas que no son músicos y ese adiestramiento le sirvió mucho con Quilapayún, que era un grupo que en esa época no leía partituras. Esa experiencia en teatro le sirvió para traspasar su idea a un grupo que no leía. Por otra parte, Quilapayún tenía un bagaje de música folclórica muy importante, cosa que él no tenía. Con ensayo y error, les mostraba una melodía, les preguntaba cómo la tocarían en guitarra y ellos les decían esto sí y esto no. Así, tenía la capacidad de inventar un mundo con lo que él tenía y con lo que tenían los intérpretes que estaban al frente”, dice Carrasco.
Un año después de la publicación de la Cantata, Luis Advis colaboró con Inti Illimani en el disco Autores chilenos. Casi de inmediato, en 1972, llamó nuevamente al grupo para montar Canto para una semilla, que creó a partir de las décimas autobiográficas de Violeta Parra y fue grabado con Isabel Parra y la actriz Carmen Bunster.
Para Horacio Salinas, director del grupo, el uso de elementos populares y doctos en obras como la Cantata y el Canto para una semilla es su principal legado: “La idea que tuvo de unir conocimientos académicos -tratamientos polifónicos, contrapuntísticos- utilizando ritmos populares y temas de importancia histórica, como en la Cantata, ya es todo un acontecimiento musical de mucha trascendencia. Advis se enamoró de la música latinoamericana, encontró que los ritmos eran graciosos, seguramente también se enamoró de la gente que toca esos ritmos y se dispuso con su espíritu y sensibilidad a hacer música. Eso es algo raro en el mundo académico, sobre todo chileno”, afirma.
Aunque la cantata popular es el formato más recordado, Luis Advis dejó una obra mucho más amplia. La sinfonía Tres tiempos de América, la Suite latinoamericana, la música para películas como Coronación y Julio comienza en julio (ambas de Silvio Caiozzi), composiciones para más de 90 obras de teatro y piezas para distintos formatos no han tenido la misma difusión.
Así lo cree Wilson Padilla, flautista que lo tuvo como profesor, ex integrante de Barroco Andino y hoy académico del departamento de Música de la Universidad de Chile: “Lamentablemente, la gente no conoce el otro lado de él, el de la música ‘culta’ o ‘académica’, porque él escribió muchas obras, por ejemplo, para agrupaciones menores, como quintetos de vientos con piano, cuartetos de flauta y de saxofón y preludios para piano, además de la Suite latinoamericana, que es para orquesta sinfónica. Eso también es un hito, tiene su sello, su manera de componer, su carácter”, concluye.