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Comentario de cine:

La Teoría del Todo: Delicado relato sobre lo extraordinario

La vida de Stephen Hawking es una historia notable desde cualquier punto de vista. De allí el esperable interés de llevarla al cine y el nada sorpresivo reconocimiento que de ello hacen los premios Oscar. Pero hay algunas razones más para ponerle atención a este filme.

Antonella Estévez

  Sábado 7 de febrero 2015 18:31 hrs. 
Teoría del Todo

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Ya es casi un lugar común decir que la Academia Hollywoodense tiene una especial preferencia por las películas basadas en vidas excepcionales, especialmente si incluyen la superación de obstáculos, enfermedades y grandes pérdidas. Y si todo esto se da en la vida de alguien ampliamente reconocido, el menú no podría ser más apetitoso.

Por eso no es ninguna sorpresa que este filme inglés esté nominado a 5 premios Oscar, incluyendo mejor película. Esto, reconociendo que los méritos de “La Teoría del todo” van más allá que transformar en cine la historia real de uno de los nombres más relevantes de la ciencia contemporánea. Se trata de una película emocionante y delicada, que si bien cae en algunos lugares comunes de las “cintas de superación humana” está contada con una habilidad que vale la pena destacar.

Uno de los errores frecuentes en que caen las biopics -especialmente si son autorizadas y sus protagonistas están vivos- es transformar a estas personas en héroes impecables, enfrentadas cual mártires a las fatalidades de un destino cruel. Esta propuesta, en general, le quita toda verosimilitud al relato y suele generar distancia con el espectador, que prefiere más bien empatizar con personajes que están conflictuados y que desde esa debilidad enfrentan los desafíos.

“La Teoría del Todo” nos instala en el desarrollo del romance entre Stephen y Jane. Ambos jóvenes y brillantes estudiantes de la universidad de Cambridge en la década de los sesenta. Al poco andar de la relación somos testigos del deterioro del cuerpo del físico y del desafío de continuar la vida –y la investigación- a pesar de las brutales limitantes que va imponiendo la enfermedad. Las complejidades de armar vida bajo estas condiciones, la esperanza, el cansancio y la frustración están bien interpretadas por Eddie Redmayne y Felicity Jones, y aunque él llama notablemente la atención por su transformación y parecido con Stephen Hawking, el rol de ella requiere de una fuerza y una sutileza que no son obvias y que están bien logradas acá, especialmente considerando que la película está basada en el libro que su personaje escribió a partir de toda esta experiencia.

La puesta en escena es eficiente y bella. El director James Marsh ya obtuvo un Oscar por su trabajo en el documental “Manon a Wire”, y es quizá esa experiencia en el ejercicio documental lo que le permite tener una mirada que exhibe lo íntimo de una manera elegante, manteniendo un equilibrio sutil, entregando la información necesaria para la narración pero sin caer en obviedades. Especialmente útiles para crear este ambiente de intimidad es la fotografía del Benoît Delhomme  -también responsable de las imágenes de “El niño con el pijama a rallas”, entre otras- y la preciosa banda sonora, también nominada al Oscar, del islandés Jóhann Jóhannsson.

Lo único que personalmente extrañé en el filme fue un mayor espacio para generar un acercamiento a las extraordinarias teorías de Hawking. Hay en su propuesta un aporte fundamental a la manera en que miramos el universo hoy, y me parece que había una oportunidad cinematográfica interesante en inundar de esa mirada también el filme. Pero bueno, la historia humana esta eficientemente contada, y de eso se trataba, ¿no?

 

 

 

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