La Casa Blanca, en el marco de un nuevo ordenamiento del tablero internacional y una serie de intervenciones en el mundo, decidió que en Latinoamérica, era hora de cambiar de enemigo público número uno pasando el relevo de Cuba a Venezuela.
Tras 55 años de enfrentamiento entre Cuba y Estados Unidos, el mundo fue sorprendido en diciembre del año 2014 con el anuncio simultáneo del presidente de Cuba, Raúl Castro y el mandatario estadounidense Barack Obama, respecto a normalizar sus relaciones diplomáticas, rotas desde el año 1961 e igualmente comenzar las tratativas destinadas a terminar con medio siglo de sanciones y embargo contra la población cubana. El cambio de posición de Obama, permite visualizar acciones, que van más allá de un objetivo de protagonismo por parte de Obama o tratar de salir vía externa de los avatares que sufre con un Congreso dominado por los republicanos.
Mi nuevo mejor amigo
Ese propósito, visualiza el cambio de eje respecto a quién es considerado hoy enemigo principal: la República Bolivariana de Venezuela después que tal estandarte era llevado por Cuba y su Revolución. El cambio geopolítico derivado del acercamiento entre La Habana y Washington tiene efectos, no sólo hemisféricos, sino también globales. En el plano de la región americana Cuba ha sido sustituida por Venezuela como el “nuevo mayor enemigo” y contra quien hay que lanzar todos los dardos y presiones posibles. En el plano global, el mensaje tiene destinatarios allende el Atlántico y el Pacífico: Rusia y China, respectivamente. El Gobierno de Estados Unidos ha arreciado en forma evidente y sostenida sus ataques contra Venezuela, aplicando medidas unilaterales, al margen de los organismos regionales e internacionales, la ejecución de acciones claramente desestabilizadoras, en apoyo de grupos opositores venezolanos y el respaldo, denunciado por el gobierno de Maduro, a un plan golpista que iba a ser ejecutado el pasado 12 de febrero.
Tras el primer triunfo presidencial del fallecido líder venezolano Hugo Chávez Frías el año 1998 – que lo tuvo al mando de la nación llanera hasta su muerte en marzo del año 2013 – venciendo en 17 de 18 elecciones de las más diversas denominaciones: presidenciales, parlamentarias y municipales, Chávez logró robustecer un proceso revolucionario gracias a su carisma, la sed de cambios y generación de profundas reformas políticas, sociales y económicas, en una sociedad que vivió décadas de corrupción y el contubernio político entre Adecos (democratacristianos) y Copeyanos (socialcristianos) consolidando una base de apoyo, como no se había visto en el país llanero. Cimiento que tendrá su prueba de fuego en septiembre próximo cuando se realicen las elecciones parlamentarias.
A este trabajo interno, se unió la estrategia de consolidación de alianzas regionales y globales que llevó a Venezuela a establecer acuerdos y asociaciones con países tan disímiles como Rusia, Irán y China. Influyendo en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) para elevar los precios de los hidrocarburos generando con ello un enorme poder económico, base fundamental para tomar el testimonio internacionalista que era portado por una Cuba en serias dificultades económicas. El proyecto bolivariano se convirtió así en lo que la visión hegemónica estadounidense considera “una seria amenaza a la seguridad nacional” mostrando ante el análisis internacional, que para Washington la era de la influencia cubana había pasado y que era necesario enfocarse en este nuevo rival, que con ímpetu vertiginoso insufló a Latinoamérica un nuevo sentimiento antiimperialista.
Chávez tomó el testimonio internacionalista de Cuba en los ámbitos de salud, educación, política y diplomacia y se posicionó en foros internacionales, teniendo como norte el demostrar que el sur no sólo existía, sino que era capaz de generar procesos políticos de influencia. Venezuela contaba para esta labor con los recursos económicos derivado de los altos precios del petróleo y la decisión para consolidar un frente que mostrar un derrotero distinto al de aquellos países más cercanos a Estados Unidos. La Venezuela de Chávez y con Maduro como continuador ha sido la arquitecta detrás de la creación de una serie de instituciones netamente latinoamericanas: Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), Banco del Sur, Unión Sudamericana de Naciones (Unasur) y Petrocaribe.
No es casual tampoco que Venezuela – como accionista mayoritario -, en conjunto con Argentina, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Uruguay fundara el año 2005 el canal de Noticias TeleSUR, bajo la impronta de tener una mirada y un mensaje distinto al de las grandes cadenas internacionales. TeleSur, al estilo de la cadena de HispanTV de Irán y RT (Russia Today) de Rusia se plantearon la lucha en el campo comunicacional e ideológico en una era tecnologizada donde la máxima respecto a que una imagen vale más que mil palabras es de una certeza indiscutible.
El cambio de enemigo que ha tenido Washington, desde La Habana a Caracas se entiende, igualmente, como la necesidad del mandatario estadounidense de generar un efecto político que en lo inmediato afecte al gobierno venezolano – y de pasada al cubano por las relaciones que Venezuela ha consolidado con la isla- presentándolo como un gobierno autoritario, al margen de los procesos democráticos latinoamericanos, que ha instalado una suerte de exportación de su revolución que genera inestabilidad regional y un modelo político y económico en crisis. Mismos argumentos que se esgrimieron contra Cuba a lo largo de 55 años.
En el largo plazo, el objetivo de los gobiernos estadounidenses se ha visualizado en la idea desbaratar las alianzas y presencia en Latinoamérica de países considerados enemigos comerciales y políticos de Washington, como son Rusia, China e incluso Irán, que han encontrado en Venezuela y sus aliados un campo fértil de relaciones en distintos ámbitos. No es casual entonces el periplo del canciller ruso Serguei Lavrov por Latinoamérica o las inversiones chinas, para la construcción de un nuevo Canal interoceánico por Nicaragua o los acuerdos energéticos de Irán con Venezuela.
En ese plano, Venezuela juega un papel trascendental. No es sólo que Maduro combata contra la estrategia del Golpe Suave, según la definición dada por el politólogo estadounidense Gene Sharp e impulsada por el mundo opositor derechista apoyado por Estados Unidos y amplificado por la derecha latinoamericana, sino que es parte de un juego mayor, donde se está configurando lo que el analista Carlos Santamaría denomina el geopoder. En ello, las sanciones estadounidenses contra ciudadanos venezolanos ligados al chavismo son similares a las acciones emprendidas contra Rusia por Ucrania o contra Irán por su programa Nuclear. Las excusas siempre estarán a la orden del día.
El día 16 de marzo el Gobierno de Obama sacó a la luz una orden ejecutiva que declaró una “emergencia nacional por la amenaza extraordinaria e inusual a la seguridad nacional y a la política externa de Estados Unidos, que suponen la situación de derechos humanos y la corrupción en Venezuela” Excusa que ha merecido la repulsa incluso de la opositora Mesa de Unidad Democrática Opositora – liderada por el ex candidato Henrique Capriles – que criticó este tipo de decisiones calificándola de excesiva e injerencista. Los gobiernos latinoamericanos también levantaron su voz, las organizaciones sociales y políticas mayoritariamente apoyaron a Venezuela en esta situación sin parangón.
Latinoamérica junto a Venezuela
El canciller Ruso, Serguei Lavrov afirmó a medios ruso que “nos gustaría que Estados Unidos deje de buscar enemigos en su entorno geográfico y escuchara a la voz unida de los países latinoamericanos…resulta absurda esa postura pues una vez que Washington comienza su mejora de relaciones con Cuba, intensifica sus presiones contra Venezuela”. El presidente ecuatoriano Rafael Correa también rechazó el decreto de Obama, considerándolo como una “broma de mal gusto que recuerda al imperialismo” de otras épocas”.
Vista la reacción de repudio a la declaración de Estados Unidos frente a Venezuela la Casa Blanca trató de explicar lo inexplicable e inaceptable. A través del asesor de Seguridad Nacional, Ben Rhodes el pasado 7 de abril Washington señalo que“no creemos que Venezuela represente alguna amenaza a nuestra seguridad nacional… La alusión a esa “amenaza” trató de precisar Rhodes, se hizo de manera protocolaria, pues las leyes de EE.UU. exigen el uso de esa palabra o similares para invocar poderes que permitan sancionar a personas específicas en otros países”.
Incluso, el propio mandatario estadounidense salió a tratar de explicar este “formalismo” de usar el concepto de amenaza – refiriéndose a Venezuela -“No creemos que Venezuela sea una amenaza para Estados Unidos y Estados Unidos no es una amenaza para el Gobierno de Venezuela” sostuvo Obama en una entrevista ante una cadena de noticias española pero…como la incontinencia verbal suele jugar malas pasadas a los políticos que dicen lo que no piensan ni reflexionan, a renglón seguido sostuvo que “ni Estados Unidos ni el Continente deben mantener silencio ante la situación en Venezuela” en una clara crítica al mayoritario apoyo que han dado los gobiernos latinoamericanos al gobierno venezolano en la política de sanciones que Washington ha implementado contra el gobierno de Nicolás Maduro. La explicación agrava la falta se suele decir cotidianamente en nuestras sociedades.
Tras estas disculpas , el gobierno estadounidense nuevamente, ya en una forma contumaz “metió la pata hasta el fondo” cuando el Coordinador de Política de Sanciones del Departamento de Estado de Estados Unidos, Daniel Fried, en reunión con el canciller español José García Margallo declaró que “las sanciones son una expresión de solidaridad de Washington con el pueblo de Venezuela” La cancillería venezolana no tardó en responder declarando que “Las cínicas declaraciones de Fried, no sólo desprecian a los cientos de países y representaciones internacionales que condenan unánimemente el decreto imperial de Barack Obama, sino a millones de venezolanos que, con su firma y orgullo patrio, solicitan su derogatoria”
Los críticos del acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, al mismo tiempo que se ataca a Venezuela, ven en esta acción una estrategia de división entre los pueblos latinoamericanos y señalan para ello las declaraciones estilo palimpsesto de Roberta Jacobson, Secretaria de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, con respecto a este restablecimiento de relaciones entre su país y Cuba “Estados Unidos, mi país, ha cambiado de táctica o la forma de implementar su política, pero no ha abandonado sus fines” a confesión de parte relevo de pruebas suelen decir los abogados. Fines que claramente se expresan en la relación con Venezuela: desestabilizarlo, generar condiciones subjetivas que permitan implementar todas las fases del denominado Golpe Suave.
Venezuela soporta, indudablemente, un mar de dificultades tanto desde el punto de vista político como económico, con una oposición que encuentra en el apoyo diplomático y comunicacional de Estados Unidos y la derecha latinoamericana, alimento para sus afanes golpistas. Los problemas económicos están presente, ya sea por el desabastecimiento, donde las patronales, empresarios y grupos económicos privados tienen una responsabilidad innegable, como también por los errores de un modelo económico que sigue dependiendo casi exclusivamente de la mono producción petrolífera, que ha alcanzado precios mínimos y muy lejos de las proyecciones presupuestarias del gobierno venezolano. Como también errores de diseño y ejecución de las políticas que el gobierno debería implementar: Industrialización del país, salir del crónico rentismo petrolero y la necesidad de intensificar la lucha contra la corrupción, que la población siente que no es lo suficientemente profunda y el retraso en cambios que en el propio chavismo se empiezan a exigir como un segundo aire necesario y fundamental, previo a las elecciones parlamentarias de septiembre.
No se puede ocultar el sol con un dedo y en ese plano la inflación y el desabastecimiento son reales, son una presencia diaria, constante, generan dificultades, críticas, discusiones y tensionan a la sociedad que el Estado venezolano tarta de equilibrar a través de sus programas sociales, que tienen dificultades por la propia baja en el precio del petróleo. Hay una economía subterránea que ha servido para la especulación, pero también para la desestabilización y el uso político de una oposición que no le da tregua al gobierno, que no quiere una salida política “quiere sangre” Venezuela no sólo necesita, en esta etapa en que ha devenido en enemigo principal de Estados Unidos en Latinoamérica, requiere también una práctica colectiva de solución, que minimice el individualismo de una sociedad, que durante décadas tuvo como referente cultural a Estados unidos y frente a lo cual la revolución Bolivariana ha intentado revertir.
Hoy, Venezuela no sólo tiene que dar una lucha política y económica, sino también cultural, ideológica, comunicacional, que permita enfrentar a un enemigo poderosos, frente al cual hay que estar alertas y desconfiar permanentemente, pues da pruebas diariamente que su ADN tiene impreso el sello de la mentira, expresado en todas su intervenciones a lo largo del planeta donde sus afirmaciones, explicaciones y justificaciones siempre han sido falsas: Irak y su invasión por supuestamente poseer armas de destrucción masiva. Libia y el derrocamiento y ejecución de Gadafi pues supuestamente ese gobierno – amigo hasta pocos meses antes de su término – violaba los derechos humanos de su población. Afganistán, por ser centro del terrorismo internacional obviando que la verdadera capital del terror se encuentra en Riad – aliado incondicional de Washington. Agredir a Siria, cercar a Irán, apoyar el Golpe de Estado en Ucrania y la posterior guerra en el Dombas.
Sumemos a lo mencionado, 55 años de embargo contra Cuba en una conducta unilateral, al margen del derecho internacional y hoy, aplicando sanciones, vetos, embargos contra Venezuela, que cuenta con un gobierno electo democráticamente pero…que no le gusta a Washington, que no le es cómodo ni responde a sus intereses desde el año 1998 a la fecha y eso…resulta insoportable para quien el concepto y práctica de la hegemonía lo considera como una ley divina.
Para la analista Vicky Peláez de la Revista Sputnik, al calor de las amenazas, la reacción de Venezuela y Latinoamérica y las explicaciones de Washington “hoy más que nunca se deben recordar las palabras de alerta de Fidel Castro cuando le dice a su pueblo que no confíen en la política de Estados Unidos ni de intercambio de una palabra con ellos, advirtiendo a los nuevos políticos cubanos que deben cuidarse de sus intenciones, promesas y muchas trampas cuando uno empieza a tratar con los norteamericanos”.
Raúl Castro, Presidente de Cuba y hermano del jubilado Comandante en la reciente VII Cumbre de Las Américas alabó a Obama como un presidente signándolo como un “hombre honesto” y defendiendo la idea que este Premio Nobel de la Paz “no es culpable de la política que lleva desarrollando su país en las diez últimas administraciones” esto, a pesar que el mandatario estadounidense aún no cumple sus promesa de cerrar Guantánamo, salir de Irak y ha generado intervenciones en Libia y Siria.
Creo, que al calor de las declaraciones, las conductas y los efectos de la política exterior estadounidense en los cinco continentes hay que tomar muy en serio las palabras de Fidel Castro, que algo sabe de relaciones con las administraciones estadounidenses desde Eisenhower, hasta Barack Obama, once gobiernos con los cuales tuvo que contender al frente de la Revolución Cubana. Tal vez, algún análisis generoso sostenga que las palabras de Raúl Castro en Panamá obedecen a este clima de distensión pero bien sabemos los pueblos latinoamericanos que sean Burros o Elefantes a la cabeza de la Casa Blanca, la política que ejercen sobre gran parte de los pueblos del mundo es en base a concretar y mantener su hegemonía política, económica y militar.
En términos geopolíticos a Washington le preocupa la penetración rusa y china en Latinoamérica y el lugar que Cuba representa como aliado estratégico de Moscú. Para Peláez, la visita de Lavrov ha vuelto a encender las alarmas en el complejo militar industrial estadounidense pero, sobre todo, en el mundo empresarial que no quiere seguir perdiendo tajadas de un pastel que se lo llevan otros.
La apertura con Cuba y al mismo tiempo el recrudecimiento de la guerra económica, el acoso político, el terrorismo mediático y la acción paramilitar ya sea desde Colombia o por grupos radicales al interior de Venezuela, tiene la finalidad de resquebrajar la unidad que se ha construido entre Cuba y Venezuela, especialmente en contra del gobierno de Nicolás Maduro que es presentado por Washington, sus aliados e incluso una pléyade de ex presidentes derechistas como un país paria, particular y extraño en el espacio democrático latinoamericano, obligando a situar su análisis y situación en el centro del debate en la VII Cumbre de las Américas.
Allí el paisaje pintado en Washington se comenzó a ofrecer en toda su intensidad: Una Cuba admitida y una Venezuela cuestionada. Una Cuba felicitada por caminar hacia el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos y una Venezuela que trae el apoyo social y político de 10 millones de firmas que exigen que Washington derogue su orden ejecutiva ilegal y termine con el apoyo a las acciones de sedición contra el gobierno de Nicolás Maduro. Se suman al coro golpista las esposas de políticos venezolanos encarcelados por llamar al derrocamiento del gobierno mediante acciones que desencadenaron violencia y la muerte de un centenar de venezolanos.
La lucha entre Caracas y Washington se trasladó a Panamá, en momentos que gran parte de Latinoamérica es un poco más independiente de los dictados del Tío Sam. El progresivo y peligroso quebranto de las relaciones entre Caracas y Washington parece tener un respiro tras el encuentro privado entre Maduro y Obama en el marco de la VII Cumbre de Las Américas. Según señaló el presidente venezolano se trató de un encuentro fortuito que abrió puertas a “la posibilidad de ir a un proceso de conversaciones” ante una relación que se ha ido resquebrajando, que va de mal en peor a medida que Washington ha intensificado sus presiones diplomáticas, políticas, económicas y sancionatorias contra Venezuela.
La orquesta de desestabilización no trepida en ocupar a Cuba como modelo del cómo se puede terminar con 55 años de enfrentamientos con una superpotencia pero, la realidad indica que todo ha sido, más un simple canto de sirenas que medidas efectivas que terminen con el bloqueo y así lo ha denunciado La Habana, que exige terminar con las sanciones y el embargo que La ha ahogado por medio siglo, antes de seguir en conversaciones nimias. Para el análisis estadounidense y las próximas elecciones parlamentarias en Venezuela, Washington debería recordar las palabras de Evo Morales y tenerlas muy presente: “yo no necesito jefe de campaña electoral mientras tenga criticándome al embajador de los Estados Unidos”. Maduro, el pueblo venezolano y Latinoamérica, en general, han tomado buena nota de estas palabras.