La conversación se realizó en medio del ruido de un espacio público, porque según Paredes “sólo así pueden protegerse para dar entrevistas”. Esto, en un clima de violencia altamente complejo, en un país como México donde cotidianamente fallecen profesionales de las comunicaciones intentando cumplir con su rol de informar.
¿Cómo han recibido en México el informe de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que cuestiona la versión oficial del Gobierno sobre la muerte de los estudiantes de Ayotzinapa?
La versión oficial que ha impulsada el Gobierno nunca tuvo legitimidad en la población por inconsistencias que tenía la propia investigación, el informe presentado por la Procuraduría General de la República. Este informe que dieron a conocer los especialistas de la CIDH cuenta con pruebas y tiene toda una lógica que muestra una investigación bien hecha. Se tomaron su tiempo, tardaron lo necesario y creo que abre nuevas posibilidades, líneas de investigación y que es fundamental para entender lo que ocurrió el pasado 26 de septiembre. Porque una cosa es determinar quién cometió el crimen y cómo lo hizo, y lo otro es entender cuáles fueron las razones, el por qué se hizo un acto de esta magnitud contra una población, como son los estudiantes normalistas. Eso aún queda pendiente, pero este documento ha levantado mucho revuelo en la sociedad mexicana, ha tenido un impacto considerable.
¿Qué ha cambiado el día a día con esta nueva información?
Lo primero es que se ha reforzado la incredulidad de parte de los padres, los familiares y los movimientos sociales hacia las instituciones del Estado. Es cierto que había una desconfianza constante, ahora con este informe se reafirma la idea de que las autoridades están mintiendo y se agudiza el llamado al Ejecutivo a no encubrir, a hacer bien su trabajo y a exigir justicia. Pero sobre todo, lo más importante, se abre la posibilidad de que algunos de los estudiantes estén vivos y eso transforma todo el panorama. Si en algún momento se llegara a descubrir dónde están, este país cambiaría radicalmente a partir de un hecho tan contundente.
¿Cómo vez que sería ese cambio?
De entrada yo creo que el gobierno de Enrique Peña Nieto se fracturaría y terminaría por dimitir. O sea, sería la caída de este gobierno y de alguna manera sería un paso fundamental para que como sociedad nos planteáramos la necesidad de organizarnos de una manera distinta, ya no a través de los mismos partidos políticos, no a través de las mismas instituciones ni la misma clase política. Esto porque todo el encubrimiento en el caso de Ayotzinapa y las mentiras de la Procuraduría tienen un origen en la fusión y el contubernio que existe entre el crimen organizado y el gobierno.
¿Pero cómo se podría llegar a concluir qué pasó con los estudiantes normalistas, cuando el mismo gobierno podría estar contribuyendo al encubrimiento?
No hay posibilidades de llegar a una verdad, ni de acercarse en tanto que los propios actores que cometieron estos crímenes son quienes están aparentemente investigando para que se sepa la verdad. Esto nos ha llevado a concluir, como sociedad, como movimientos sociales, como medios libres, que la justicia no puede venir de los agresores. No podemos esperar nada de ellos, así que nos apoyamos en otras instancias, en otros mecanismos que cuentan con mayor legitimidad y mayor prestigio. Esperamos que ellos, como los especialistas de la CIDH, aporten elementos rigurosos, científicos, para llevar a cabo una reconstrucción de los hechos y un proceso de verdad diferente al que plantean las autoridades, que venga con real justicia y dignidad para las familias y para el pueblo entero.
La situación es compleja también para quienes investigan al interior del país. ¿Cómo se practica el periodismo en esas condiciones?
Si hay un riesgo, hacer periodismo en México es posiblemente una de las actividades más riesgosas que existe. El día a día es complicado por falta de recursos, por falta de buenos salarios, de posibilidades para dar a conocer el trabajo, por la censura, por las amenazas, por lo complicado que es investigar este caso tan complejo y otros más, porque el país está repleto de historias de lucha, de despojo, de resistencia. Y bueno, no queda más que organizarnos como gremio, como personas que estamos haciendo del periodismo nuestra trinchera de lucha y esforzarnos por evitar ser callados y seguir trabajando con el mayor rigor posible. Creo que eso es una de las consideraciones del día a día que tenemos que tomar en cuenta.
En una reciente carta firmada por más de 500 intelectuales y enviada a las autoridades se cuenta que, desde el año 2000, más de cuarenta periodistas han sido asesinados y veinte siguen desaparecidos. ¿Cómo enfrentan esa realidad?
Sí, es una situación no inédita, ya tenemos una cierta experiencia en eso, pero claro, cuando los periodistas nos volvemos noticia, y noticia con ese impacto, hay una sensación de contradicción muy fuerte. Es muy difícil y muy duro tener que reportear e informar de la muerte de nuestros propios compañeros y compañeras, de los colegas. Más allá de que nos conozcamos en persona, es gente que ha investigado, ha arriesgado la vida, ha hecho bien su trabajo y por ello los han hecho desaparecer o los han asesinado. De alguna manera debe respetarse el derecho que tenemos a informarnos y también informar a cabalidad lo que está ocurriendo en el país. No nos gusta ser la nota policial que tenemos que reportear.
¿Has tenido alguna cercanía con este tema, posibles amenazas u hostilidad en tu trabajo?
Sí, siempre existe ese riego en este trabajo. Se nos amenaza porque estamos diciendo lo que está pasando y porque denunciamos a quienes agreden a las comunidades. No es sólo el crimen organizado, también es la clase política y el Gobierno en su representación. He tenido que lidiar con algunas amenazas de muerte recientemente. Es una situación muy desgastante con la que he tenido que lidiar, pero estamos firmes en esto, son los gajes del oficio. Estamos tomando medidas y cartas en el asunto y no vamos a permitir que las amenazas nos callen y nos detengan en el trabajo. Tampoco vamos a ser héroes ¿no? Vamos a cuidarnos para que esto no suceda, que no se nos silencien pase lo que pase.
¿Cómo vez que ha evolucionado la violencia en México en los últimos años y por qué alcanza a los periodistas?
Los periodistas nos hemos convertido en parte de la situación de agravios. El gremio ha pasado esa línea y nos hemos convertido en parte de los involucrados. Eso es lo que sucede, porque la represión contra los movimientos sociales siempre ha existido, se ha incrementado en los últimos 30 o 40 años con las desapariciones, con la violencia masiva hacia las organizaciones sociales. Se ha asesinado a campesinos, a luchadores sociales, a defensores de los Derechos Humanos, abogados, estudiantes, es infinita la lista. Nosotros ahora representamos una parte de ese ser contestatario y nos convertimos también en disidencia por mostrar lo que está ocurriendo. Con eso estamos “del otro lado” y nos consideran enemigos a combatir, pero ya estamos de este lado y no nos queda más que entenderlo, analizarlo y pensar en nuestro rol como comunicadores sociales.
¿Vez alguna solución?
No vemos una solución a futuro, en una concertación con el Gobierno. Lo único que es posible es que se vayan desde los poderes centrales los corruptos poderes locales, y también los medios masivos de comunicación, todos ellos son cómplices. O nos organizamos como sociedad para producir cambios de fondo o nos vamos a pasar la vida remendando esto que no tiene remedio. Yo creo que hay varias vías, varios caminos. En la lucha cotidiana por sobrevivir, por salir adelante, debemos evitar que se nos agravie con la pobreza, con la falta de servicios, la precariedad. Tenemos que conectarnos, comunicarnos, organizarnos para proteger nuestros derechos fundamentales.
¿Algún llamado que quieras hacer?
Primero, agradecer el espacio que nos da Radio Universidad de Chile. Segundo, pedirles poner atención a lo que pasa en México. Sé que es un proceso de violencia que lleva muchos años, pero hoy se está transformando y hay que estar alerta. Debería haber también una repercusión internacional, una presión externa para que se den las condiciones que permitan avanzar hacia una forma de organización real, democrática, mucho más apegada a las necesidades del país.