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Allen Toussaint: Una despedida a los 77

Al saber de su muerte, queda la sensación de un partida pronta y de un final abrupto, una sensación de sentirse arrasado y desprovisto, tal como lo que generó el huracán Katrina.

Vicente Clua

  Jueves 12 de noviembre 2015 9:21 hrs. 
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En agosto de 2005, el huracán Katrina afectó duramente a Estados Unidos. Una de las zonas que golpeó con mayor fuerza correspondió a Nueva Orleans. Allí, el río Mississippi se desbordó y una de las personas que vio su casa arrasada por las aguas fue el intérprete, compositor y arreglador Allen Toussaint. Aquel río que tanto ha inspirado a escritores y músicos, permitió que el músico, en parte como terapia contraria, creara The bright Mississippi, uno de sus mejores trabajos, y que ahora que Toussiant ha fallecido (este 9 de noviembre de 2015, en Madrid) permite evocar su sonido, entre el virtuosismo de una sala de conciertos y la improvisación y libertad de una taberna.

En parte eso quedó establecido en 1998, cuando ingresó al Salón de la Fama del Riock & Roll y su biografía señaló en ese entonces que “él llevó el sonido de Nueva Orleans al escenario nacional y sigue siendo una parte vital de nuestra herencia musical”. Quizás no es un nombre que sea muy recordado, pero siempre se ha dicho que era “un músico de músicos”, un compositor e intérprete que se supo nutrir de los sonidos gruesos y suaves de Nueva Orleans y que tuvo una enorme influencia en varias generaciones de músicos de la zona de Lousiana.
Revisar la hoja de registro de las composiciones de Toussaint permite encontrar también que es autor y productor de canciones popularizadas por una gran variedad de artistas, que incluyen a Otis Redding, Bo Diddley, Jerry Garcia, Rolling Stones, The Who, Paul McCartney & Wings, Ringo Starr, Elvis Costello, Joe Cocker y The Band, entre otros.

Poco antes de su muerte, los medios españoles que esperaban su llegada para presentarse en el Teatro Lara de Madrid y luego en la localidad de Bilbao, usaban expresiones como “solemne, afable, poliédrico, pianista excepcional, cantante y, sobre todo, compositor, arreglista y productor de culto”. Esa era la aceptación que había construido a lo largo de sus años y que en los más recientes lo había convertido en un figura que era capaz de trasladar a su audiencia a ese taberna, donde sonaba el piano digno de una sala de conciertos.

Si a sus 71 años, momento del disco mencionado al comienzo, él declaraba que Katrina lo consideraba como un bautizo, como un renacer; al saber de su muerte, en el momento de sus 77 años, tan sólo seis años después de ese bautizo, queda la sensación de una partida pronta y de un final abrupto, una sensación de sentirse arrasado y desprovisto, tal como lo que generó el huracán Katrina.

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