Nada parece cambiar en Chile, así hayan pasado las vacaciones de verano. Las últimas semanas trajeron más de lo mismo. El Festival de Viña del Mar, conocido sólo en Chile aunque los chilenos creamos lo contrario, tuvo su tradicional polémica anual. Esta vez de la mano de humoristas que hicieron chistes políticos. En otros años fue por humoristas trasnochados dedicados a los chistes de suegras, negros y homosexuales. Y en otras ocasiones por el mal comportamiento de un “monstruo” auto-fabricado por los medios de comunicación que abuchea o aplaude al artista de turno sin un patrón preciso.
Y el inicio del año empresarial también trajo más de lo mismo. Una compañía llamada AC Inversiones que, para variar, estafó a sus clientes, se ha convertido ahora en el nuevo caso de corrupción y robo de nuestro país. Ya nos estamos acostumbrando a los desfalcos, así que en ello no hay novedad.
Y el comienzo del año político suena a una película vista decenas de veces. Toda la maquinaria propagandística de la derecha permanente se ha volcado a denunciar, una vez más, los grandes atropellos de nuestra sociedad: léase, una reforma laboral que busca equilibrar la relación entre patrón y empleado (lo cual parece ser un crimen económico en este país) o la situación en la Araucanía que, según los poderes permanentes de Chile, merece invocar y aplicar la Ley de Seguridad de Interior del Estado.
Para más remate, a pocos días de celebrarse el Día Internacional de la Mujer, la ex candidata presidencial de la DC, Soledad Alvear, es elevada por esos mismos poderes permanentes del conservadurismo chileno al estatus de santa moderna por oponerse a la posibilidad de que las propias mujeres decidan acerca de