Chile - Bolivia: Sobre agencias, soberanía y bases militares


El gobierno chileno, a través del canciller Heraldo Muñoz y bajo el argumento de “modernizar su cancillería,” anunció el pasado mes de abril que presentaría un proyecto de ley destinado a crear una “agencia estable para defender los intereses nacionales, ya sea para responder a demandas o para realizar estas contra otros países, en el marco de los convenios y de los tratados internacionales que respondan a la defensa del país”.

Idea que va en clave de respuesta a la demanda internacional presentada por Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya en busca de una salida soberana al Mar y la decisión de presentar una nueva querella jurídica contra Chile en lo que Bolivia denomina “la defensa de las Aguas del Silla” considerado por el gobierno altiplánico como un manantial y por Chile como un Rio de curso internacional, lo que conlleva derechos y obligaciones distintas y que, fuera de discusiones conceptuales, reviste una enorme importancia para el suroccidente boliviano y el norte chileno, donde se ubica el desierto más árido y seco del mundo con una industria minera de enorme riqueza.

Esta Agencia, mencionada por el canciller chileno en una comparecencia ante la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara, comenzó a ser denominada como una Agencia de la Soberanía que se supone contará con recursos financieros que estarán dentro del presupuesto del Estado y en coordinación con el Consejo de Defensa del Estado y Ministerios como el de Defensa, institución que surge en momentos que el gobierno boliviano ha intensificado su campaña política, diplomática y comunicacional destinada a presentar sus aspiraciones de retorno soberano al Océano Pacífico – perdido en una guerra contra Chile entre los años 1879 y 1881 – y al mismo tiempo a reivindicar la soberanía de las aguas del Silala, que ha vuelto a salir a la palestra tras la acusación del gobierno boliviano que Chile pretende militarizar la zona.

Una cancillería de tumbo en tumbo

La estrategia chilena va encaminada a enfrentar la activa diplomacia del gobierno de Evo Morales, que no sólo recibió al Papa en una visita que realizó el Pontífice a Cuba, Bolivia y Paraguay en julio del año 2015, donde señaló “que no es injusto que Bolivia anhele una salida al mar” causando escozor en el gobierno chileno y los sectores políticos más chauvinistas. Para mayor angustia chilena, el jueves 14 de abril el Papa Francisco recibió al mandatario boliviano en El Vaticano, asestando un duro golpe político comunicacional a Chile. Convocado por la Academia Pontificia para las Ciencias Sociales, Evo Morales estuvo acompañado por el presidente de Ecuador Rafael Correa y el precandidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Bernie Sanders para disertar sobre los 25 años de la encíclica “Centesimus Annus”.

Únase a ello la visita del canciller Boliviano David Choquehuanca a Moscú donde fue recibido por el canciller Ruso Serguei Lavrov, quien señaló que la Federación Rusa está dispuesta a renovar el Ejército Boliviano en diez años.  El año 2015 ambos países crearon una comisión sobre la cooperación técnico-militar donde uno de  los temas  principales fue el rearme de la nación sudamericana. Choquehuanca afirmó que “Rusia es un referente para Bolivia y es una satisfacción visitar este país para fortalecer el diálogo político, la cooperación  económica en agricultura e inversiones”.  La afirmación de Lavrov causó alarma en los círculos militares chilenos y aquellos políticos de corte más nacionalista,  que han comenzado a exigir al gobierno plantearse una política más agresiva, que enfrente las maniobras bolivianas.

Difícil petición en horas que el país austral se debate en una fuerte crisis política en virtud del financiamiento irregular de las campañas políticas que ha llevado al descrédito toda la clase política chilena. Trascendió, igualmente, que Chile realizó acercamientos ante la industria militar rusa aprovechando la realización de una Feria de Aviación en la ciudad de Santiago, capital del país andino. Así anunciado por el Subdirector general del Servicio Federal de Cooperación Técnica Militar de Rusia, Anatoli Punchuk quien encabezó la delegación rusa que se hizo presente en la mencionada en la Feria Internacional del Aire y del Espacio FIDAE 2016 “Chile desea ampliar la cooperación con Rusia en la compra de armas. La dirección chilena anunció su disposición de trabajar con Rusia en especial en la compra de helicópteros y al sistema Bezopasnui gorod, ciudad segura”, aseguró el funcionario ruso.

En opinión de algunos funcionarios de Cancillería, consultados por este cronista, la idea que se está fraguando es enfrentar al gobierno boliviano “con un discurso más duro, directo, que no evite el combate frontal, superando esa diplomacia decimonónica y diciendo las cosas por su nombre”. Tal vez siguiendo en ello al propio Evo Morales, que ante la idea de crear esta Agencia de Soberanía sostuvo que “la nueva Agencia Chilena de Soberanía defenderá una soberanía robada, en alusión a los 120 mil kilómetros cuadrados perdidos en la Guerra del Pacífico… Con esta Agencia defenderán una soberanía robada, asaltada y arrebatada, como es el tema del mar y de las aguas del Silala”.

Difícil enfrentar a Evo Morales en el terreno comunicacional. Su gobierno despierta simpatías, su cancillería se mueve bien entre los vericuetos de los pasillos diplomáticos del mundo y su mensaje es asumido por importantes personalidades políticas, religiosas  e intelectuales del mundo. Se presenta muy difícil la tarea para la diplomacia chilena, toda vez  que han comenzado  surgir también fuertes críticas contra el Agente Chileno en La Haya el ex Canciller y ex Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, a quien se le enrostra no hacer su trabajo en forma adecuada y “con un afán de inmiscuirse en temas que no son de su competencia y que puede llegar a causarnos un daño en nuestra causa” según sostuvo uno de los críticos más acérrimos del gobierno boliviano, el diputado oficialista y miembro de la Comisión de Relaciones exteriores Jorge Tarud.

Duras críticas a la forma de enfrentar a Bolivia, sobre todo para una cancillería, que apuesta a mostrarse como una dependencia estatal cauta, respetuosa, que no suele salirse de sus casillas, que critica permanentemente a Bolivia de ocupar los problemas externos para ocultar sus debilidades internas y en cambio hoy, esa misma cancillería chilena estudia como eje de su estrategia comunicacional el salir de los problemas internos que enfrenta el debilitado gobierno de Michelle Bachelet enfrentando a Bolivia más allá de lo bilateral.

Plantearse el tema de la soberanía creando una Agencia de Defensa frente a la campaña boliviana me parece poco acertada y muestra cierta desesperación, en este intento de encontrar fórmulas que les permita contender con una Bolivia habilísima en el plano de la búsqueda de apoyos. Sobre todo porque la propia cancillería chilena, en la línea discusiva y en documentos de estudio entregados a sus diplomáticos se plantea también la pregunta “¿Por qué Chile no otorga una franja de territorio que le permita acceso soberano al mar, si en épocas pasadas hizo ofrecimientos explícitos al respecto? ¿Por ejemplo en 1950 o con las negociaciones con Charaña – bajo el mandato del Dictador Augusto Pinochet – ¿En qué cambiaron las circunstancias?”.

Esta orientación es muy interesante,  pues revela que efectivamente Chile ha ofrecido alternativas de salida soberana a Bolivia, tal como el gobierno de ese país lo ha planteado y que se presenta en el Libro del Mar. ¿Por qué seguir negando esto y engañar a la sociedad chilena como si nuestra política exterior fuese históricamente coherente? Resulta paradójico que bajo dos dictaduras, con un discurso profundamente nacionalista, a lo menos en la retórica – Hugo Banzer en Bolivia y Augusto Pinochet en Chile – se haya estado a punto de concretar una solución a la Mediterraneidad Boliviana. Es cierto que el factor Perú mermó esa posibilidad, pero se avanzó y hubo espacio para lograr lo que parecía imposible. Parece lógico pensar que en democracia ese camino de acercamiento debería ser más expedito.

Para poder desviar la atención sobre ello, el intríngulis discursivo de la cancillería chilena aconseja en sus documentos,  decir “Chile siempre ha tenido la mejor voluntad de diálogo con Bolivia, las negociaciones mencionadas ocurrieron en un determinado momento histórico y se frustraron como suele suceder en las negociaciones diplomáticas. Son planteamientos que Chile hizo hace muchos años y que por diversas circunstancias incluidas las propias dificultades internas bolivianas se cerraron completamente. Bolivia ha elegido hoy el camino confrontacional y ha emprendido una fuerte retórica que no permite avanzar ni retomar un diálogo constructivo”. Interesante ¡la responsabilidad hay que asignársela a Bolivia por levantar la voz por sus demandas y no a Chile por no dar respuesta o negar que alguna vez hayan existido ofrecimientos de una salida soberana.

En otro plano las orientaciones de la política exterior chilena – que no suelen diferir no importando el gobierno que esté de turno – dan a conocer que el país andino no acepta que los temas con Bolivia sean discutidos en foros multilaterales. “La posición ha sido clara, el diálogo sobre todas las materias de la relación bilateral con Bolivia es una asunto que les compete exclusivamente a ambos Estados, Chile siempre ha estado dispuesto  sostener conversaciones bilaterales como lo demuestra la agenda de los 13 puntos pero el uso de los foros multilaterales para esos fines es inconducente para el fortalecimiento de una relación bilateral sana” Resulta contradictorio que Chile se niegue a discutir este tema en foros multilaterales, pero al mismo tiempo apoye, por ejemplo,  la demanda argentina por la recuperación de Las Malvinas.

Mostrándose los dientes

Bajo este marco de política exterior es que se encuadra la decisión chilena de instalar una Base Militar cerca de las disputadas Aguas del Silala, lo que originó la airada reacción del mandatario boliviano, que acusó al gobierno chileno de “agresivo y prepararse para la guerra en lugar de buscar la paz”. La instalación militar a la que hizo referencia Evo Morales se refiere a la denominada Base Militar Patrulla Cariquima, ubicada a 15 kilómetros de la frontera con Bolivia y que según fuentes castrenses chilenas  “es una unidad con capacidad y autonomía logística, capaz de movilizarse completamente en pocas horas, y que contempla abastecimiento de agua y combustible para largos periodos. Dependiente de la Segunda Brigada Acorazada Cazadores del Desierto, de la VI División del Ejercito, está ubicada a dos horas de Pozo Almonte, específicamente a 3.460 metros sobre el nivel del mar”.

La Base está dotada de alta tecnología comunicacional, según se informó con anterioridad. Con enlaces satelitales e internet, y cuenta una pista de aterrizaje, capaz de recibir a diversos tipos de aeronaves. El Coronel Pablo Onetto Jara, comandante de la Segunda Brigada Acorazada Cazadores, indicó a Radio Bio Bio – el primer medio de comunicación invitado especialmente a conocer este sitio que  “la Base Patrulla instalada en esta localidad del altiplano chileno, tiene la finalidad de marcar presencia militar en zonas aisladas”. Base que tiene su contraparte boliviana, aunque con menos capacidad logística, en el denominado puesto de Avanzada Silla, con capacidad para concentrar una guarnición de 20 soldados y que ha sido presentado por Chile como una Base con todas características que tan nombre merece.

Posteriormente, el Ejército chileno invitó a diversos medios de comunicación, para mostrar en terreno que nos e trataba de una base, sino que un Puesto Militar. 12 soldados en un pueblito de 80 habitantes, para defenderlos de contrabandistas y otros delitos” según consignaron los reporteros enviados a la zona. La directiva comunicacional era clara: cambiar el nombre de base al de Puesto de Avanzada a pesar que la misma institución castrense la denomina “Base Militar Patrulla Cariquima”. El comandante en jefe de la VI División de Ejército, el general Miguel Alfonso Bellet, detalló a la prensa que “es importante entender que en lo territorial, lo que estamos haciendo es mantener la soberanía, con tres tareas fundamentales: de reconocimiento, de instrucción de entrenamiento y de presencia militar”. No se habló de protección de la comunidad como se podría suponer tras los despachos de prensa.

Resulta claro que la decisión chilena es mostrar fuerza frente a su vecino boliviano en momentos que la guerrilla verbal entre ambos gobiernos se sucede interminablemente. La etapa de disputa, previo a los alegatos que deben darse en julio ante la Corte internacional de Justicia de La Haya signan a dos gobiernos mostrándose los dientes en lugar de tenderse las manos.

El engaño sobre un país ¿soberano?

En una labor de Palacio Quemado de ensayo y error con Chile, Morales y su equipo ha entendido, que el mejor escenario es el público, pero también la diplomacia menos visible,  con clara preferencia por el tablado más amplio, con más resonancia, más global. Más allá de las paredes de la Cancillería en Santiago o en la Paz, léase en los plenarios de la Organización de Estados Americanos – OEA – En Las Cumbres de Presidentes, en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas – ONU – en las visitas papales o de mandatarios extranjeros. Una diplomacia activa en lo político y en lo comunicacional y eso más que merecer una crítica a esa estrategia que indudablemente le ha dado resultados, debe orientar la autocrítica a la forma que la política exterior chilena trabaja.

La estrategia boliviana ha descolocado al gobierno chileno pues, cuando emergen apoyos internacionales a Bolivia, Chile alega que el problema es bilateral. Cuando Bolivia trata de negociar bilateralmente, Chile responde que no existen temas pendientes con su vecino. Si Bolivia habla públicamente del tema la crítica chilena es que sus problemas internos lo hacen buscar salida exógenas, si el país anda bien, entonces Chile habla que Bolivia no reconoce los avances logrados en materia de derechos aduaneros, de libre tránsito de productos por sus puertos. En una repetición, en una cantinela, que demuestra día a día su desacierto en la amera que trabaja su diplomacia.

La sociedad chilena está permeada de chauvinismo – tal vez como la boliviana – pero en el caso de mi país percibo este elemento como una tara, un freno a la posibilidad de trascender y pensar en el otro como hermano, socio, amigo, compañero de vida, más que en un enemigo al cual doblegar. No resulta cómodo, en una sociedad tan ciega, sorda y muda, cruzada por la desconfianza pero también por la ignorancia el plantear soluciones constructivas. En los foros de los medios de comunicación, estos suelen estallar con soflamas patrioteras, con insultos al que piense distinto, con llamados a la guerra cuando bien sabemos que a la guerra van los pobres, los parias, los que sirven de carne de cañón no los que vociferan, no los que llaman a matar al vecino.

Opiniones más o menos radicales, guerrilla verbal inconducente, presentaciones ante tribunales internacionales u otros mecanismos que no sean en base al entendimiento parecen estar destinados al fracaso en las siempre difíciles relaciones chileno-bolivianas. Por tanto, el pensar una salida al contencioso entre nuestros países, que implique también una salida al mar para nuestro vecino es un imperativo ético e histórico. No entenderlo así es seguir prolongando el subdesarrollo de amplias regiones tanto de Chile como de Bolivia, que a pesar de tener enormes riquezas, no suelen entregarla para el beneficio de sus poblaciones.

Bien sabemos los chilenos que el mar del cual tanto se habla con conceptos como soberanía, no cederlo jamás en honor a los héroes que dieron la vida por conquistarlo, no es nuestro mar. La clase política chilena se lo entregó a un puñado de familias multimillonarias que lo explotan para su provecho. Nueve grupos económicos son dueños del 90% de la pesca industrial de jurel, sardina y anchoveta. Bien sabemos que el agua del norte de Chile, no pertenece a la sociedad chilena, sino que a unas cuantas industrias que lucran con su venta. Al igual que sus aguas de consumo humano, Chile es el único país del mundo que tiene sus aguas privatizadas.

Pensar los vínculos entre países en el siglo XXI implica abrirse en confianza y avanzar en nuestras relaciones bilaterales y regionales con visión de futuro. Las Agencias de Soberanía de una u otra parte, las Bases Militares cerca de una zona en disputa, el afilar los cuchillos en lugar de los lápices que sirvan para firmar acuerdos de desarrollo, son ejemplos de lo que nuestros países no deben hacer, son la muestra que se han impuesto los criterios chauvinistas en lugar de aquellos pensamientos con visión de futuro con menos diferencias y más cooperación.





Presione Escape para Salir o haga clic en la X