Dios y el Ejército: las Fiestas Patrias de los poderosos

Las ceremonias “republicanas” de estas Fiestas Patrias fueron una vez más una demostración del abismo que existe entre los representantes que dicen resguardar el patriotismo y La República de Chile, con lo que verdaderamente sucede entre la ciudadanía. Y, como siempre, nuestros gobernantes se prestaron servilmente para agachar el moño y rendir tributo a la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas.

Las ceremonias “republicanas” de estas Fiestas Patrias fueron una vez más una demostración del abismo que existe entre los representantes que dicen resguardar el patriotismo y La República de Chile, con lo que verdaderamente sucede entre la ciudadanía. Y, como siempre, nuestros gobernantes se prestaron servilmente para agachar el moño y rendir tributo a la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas.

Resulta curioso que los dos principales ritos públicos que realiza nuestro país para celebrar sus Fiestas Patrias tengan como protagonistas a dos instituciones que hicieron poco o nada por nuestra independencia de España, y cuyo papel en la “vida republicana” chilena se viene desprestigiando hace ya varias décadas. Se trata de la Iglesia Católica y el Ejército de Chile.

La primera tiene a su disposición nada menos que el 18 de septiembre mismo, con su tradicional misa de Te Deum en la Catedral Metropolitana. Y los uniformados tienen reservados el día siguiente, para celebrar las supuestas “glorias” de las fuerzas uniformadas terrestres, haciendo un desfile militar que recuerda a aquellas que la Unión Soviética realizaba en la Plaza Roja durante la Guerra Fría.

La élite transversal criolla –léase el gobierno, el poder judicial, el poder legislativo, las fuerzas armadas, el gran empresariado y los principales medios de comunicación– considera que ambos ritos continúan siendo una parte esencial de los hitos republicanos del país. Sin embargo, una mirada histórica, y también contemporánea, debería llevarnos a una conclusión exactamente contraria.

Partamos por el segundo rito, el de las “glorias” del ejército chileno. Ese feriado y culto al militarismo fue oficializado por el presidente Ramón Barros Luco en 1915. Barros Luco fue el último mandatario elegido entre cuatro paredes por los políticos de la oligarquía que dominaron el país en las décadas anteriores. De hecho, ni siquiera tuvo que competir en unas elecciones, ya que los partidos tradicionales lo ungieron candidato único en 1910, por lo que ganó con 100% de los votos.

Actualmente, hay varios historiadores y expertos que sostienen que el Ejército de Chile tiene el triste récord de haber matado durante su historia a más chilenos que extranjeros (entendiendo esto último como que la guerra interna ha sido más impactante que la externa). En 1915, eso ya era casi así. En efecto, al margen de la Guerra del Pacífico, el Ejército había llevado adelante la llamada “Pacificación de la Araucanía” en los años 60 del siglo 19, que ya en esa época era descrita por algunos periódicos como “guerra de exterminio”. Y después vinieron las matanzas obreras de comienzos del siglo 20, todas a cargo del Ejército, como la masacre de la llamada Huelga de la Carne en 1905, la matanza de la Escuela Santa María de Iquique en 1907, la matanza en la salitrera San Gregorio en 1921, la masacre en las oficinas de salitre Marusia y La Coruña de las provincias de Antofagasta y Tarapacá, respectivamente, en 1925, y la matanza del Seguro Obrero en 1938, por nombrar algunas. Y eso, sin considerar lo que los gloriosos oficiales del Ejército perpetraron entre 1973 y 1990.

Y si todo esto puede sonar a historia antigua, a las actuales glorias del Ejército se suman en los últimos años desfalcos millonarios, corrupción e enriquecimiento ilícito. Por no hablar de la gloria de haberse asegurado un financiamiento permanente a costa de todos los chilenos mediante la Ley Reservada del Cobre y de asegurar su futuro de pensionados mediante un sistema de reparto solidario que negaron al resto de la población cuando gobernaron con mano de hierro el país durante casi 17 años.

Sin embargo, los militares supieron leer este año la gran crisis de confianza que sacude a la ciudadanía y optaron el reciente lunes 19 por hacer un desfile más austero: menos show de armamento e incluso casi 1.000 efectivos menos marchando en el Parque O’Higgins.

¿Y qué pasa con el primer rito, aquél que encabeza siempre el arzobispo de Santiago? Este rito resulta aún más anacrónico considerando que desde 1925 la Constitución del país (incluyendo la que promulgó Pinochet en 1980) establece la separación de poder entre el Estado y la Iglesia Católica. En la más reciente misa dedicada a alabar al Señor (que es la traducción literal de Te Deum laudamos), no sólo asistió la Presidente de la República con su madre Ángela Jeria, sino también en presidente de la Cámara de Diputados, el socialista Osvaldo Andrade, y el presidente del Senado, el PPD Ricardo Lagos Weber, además del Fiscal Nacional Jorge Abbott y otros dignatarios del país, así como 21 de los 23 ministros del gobierno.

El hecho que durante más de una hora las máximas autoridades de una República laica celebren la independencia del país escuchando el sermón anual de un representante de Roma (que es miembro de otro Estado, del estado del Vaticano) resulta absolutamente incomprensible hoy en día. Más aun, cuando la máxima autoridad católica del país representa a una facción cada vez menor de la población.

En efecto, mientras que en el censo de 1992 un 76,7% de los chilenos se declaraba católico, hacia 2006 ese porcentaje había bajado levemente hacia 70%, según una encuesta de la Pontificia Universidad Católica. Y en 2014, de acuerdo a este último sondeo, los católicos iban en caída libre siendo sólo 59% de la población. Contrario a lo que muchos creen, no fueron los evangélicos y protestantes los que recogieron el guante, sino aquellos que se declaran agnósticos, ateos o sin religión, que pasaron de un 5% en 1992, a casi 25% actualmente. Con ello, Chile es el país menos creyente de América Latina después de Uruguay. Lo curioso es que en esta categoría de no creyentes también figuran la Presidente Bachelet y muchos de los 21 ministros que el sábado pasado asistieron obedientemente a la misa encabeza por el cardenal Ricardo Ezzati.

Sin embargo, el cardenal primus inter pares de Chile puede darse el lujo de hablar y aleccionar a las autoridades del país durante una hora. Y eso que Ezzati, de origen italiano, está judicialmente comprometido en Chile al haber encubierto durante años los abusos sexuales y psicológicos que el sacerdote Fernando Karadima ejerció sobre jóvenes de la parroquia de El Bosque en Providencia. “¿No se dan cuenta?”, escribió en su cuenta Twitter el ex jesuita Luis García Huidobro. “Toda la mierda que tiene podrido a Chile en este momento está concentrada en el mismo lugar”, afirmó el ex religioso en referencia al Te Deum.

Sin embargo, fue inexacto. Los numerosos candidatos presidenciales estuvieron ausentes del Te Deum, incluyendo al muy católico Sebastián Piñera. Y tampoco estuvieron otros que contribuyen a “toda la mierda”, como el empresario coludido Eliodoro Matte, el ex mandamás del fútbol chileno Sergio Jadue, la ex esposa de Andrade con su jubilación millonaria de Gendarmería, el hijo mamón de Bachelet o el ex yerno de Pinochet.

Aun así, las ceremonias “republicanas” de estas Fiestas Patrias fueron, una vez más, una clara demostración del enorme abismo que existe entre los representantes que dicen resguardar el patriotismo y “La República” de Chile, con lo que verdaderamente sucede entre la ciudadanía. Como afirmó en sus redes sociales el conocido periodista y autor penquista Tito Matamala: “Este Chile del siglo 21 se parece tanto al Chile del siglo 19 que da vergüenza. Se nos perdió un siglo”.





Presione Escape para Salir o haga clic en la X