A no ser que ocurra un diluvio político de proporciones bíblicas, el ganador de las elecciones municipales del próximo domingo ya debería estar zanjado: la elite política transversal.
Al menos en ello está empeñado esa elite. El duopolio compuesto por la gobernante Nueva Mayoría y la oposición de derecha Chile Vamos, que ha gobernado el país desde 1990, lleva varias semanas trabajando en tándem para tantear la sensación térmica de qué puede constituir un fracaso y qué puede ser un estándar democrático “normal” en los comicios de esta semana. Por eso, el actual enfrentamiento mediático entre los dos conglomerados por los graves errores en el cambio de domicilio de decenas de miles de potenciales electores no es más que una cortina de humo.
Basta con ver, escuchar o leer las noticias para darse cuenta que desde la Presidenta Bachelet hasta los editorialistas de El Mercurio vienen realizando un constante llamado a participar y votar este domingo.
El barómetro que viene ajustando esta elite sólo medirá dos cosas: el nivel de abstención electoral y el porcentaje de votos que obtengan ambos bloques. Ese es el test de blancura –o supervivencia, si se quiere- que se ha auto-fijado el duopolio. El truco, claro está, es que son ellos mismos los que fijan los números aceptables o no.
Por ejemplo, el Centro de Estudios Públicos dio a conocer este sábado un documento de trabajo en que asienta estos criterios. “Los análisis electorales post-elecciones suelen ser apasionados”, sostienen dos de sus investigadores en una Carta al Director en El Mercurio. “Con esto en mente, decidimos definir los criterios en base a los cuales analizaremos la próxima elección ex ante, de modo de no sesgar nuestra visión de los resultados”, afirman Loreto Cox y Ricardo González, los expertos del think tank más prestigioso de la derecha, el que se financia con grandes aportes de los mayores empresarios del país.
¿Y cuáles son algunos de estos criterios?
Para definir si la participación electoral fue baja, “mirando los datos históricos de Chile y algunos datos de otros países, diremos que sí lo fue si es menor a 40%, pero medida sobre la población en edad de votar (para soslayar los problemas que ha tenido el padrón electoral)”.
Y para saber si el duopolio sigue suscitando la adhesión electoral del último cuarto de siglo, estos expertos proponen que “basado en un análisis de las últimas elecciones, diremos que efectivamente las coaliciones ‘binominales’ perdieron fuerza si juntas obtienen menos que el 70% de los votos de concejales o menos del 72% de los votos de alcalde” (Se puede ver el análisis completo en Puntos de Referencia Nº 441, www.cepchile.cl).
Aunque los expertos del CEP no ahondan en las posibles consecuencias de este análisis ex ante en caso de darse los peores escenarios, ciertamente sus umbrales son lo suficientemente bajos como para mantener el aurea de estabilidad e invencibilidad del duopolio. Y un simple ejercicio matemático lo deja en evidencia. Por ejemplo, si efectivamente vota el 40% y esos votantes entregan el 70% de sus preferencias a los dos grandes coaliciones, estamos frente a la siguiente realidad electoral: un 28% de los chilenos con derecho a voto opta por los dos grandes bloques. Para el CEP, y probablemente también para la Nueva Mayoría, ello es suficiente como para seguir el camino usual.
Después de todo, se trata de una tendencia que ya se ha instalado en el país hace años. La participación en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2013 fue de 49,4% (es decir, hubo una abstención superior a 50%). Michelle Bachelet obtuvo 46,7% en esa rueda, lo que se traduce en 22,7% del padrón electoral. Es decir, su actual popularidad no está muy alejada de lo que efectivamente obtuvo en las urnas.
Si la abstención en las municipales supera el 60%, ello seguramente será el principal titular de los noticiarios del próximo lunes. Pero tras unos días o semanas de debate acerca de la salud de la democracia chilena, sobre volver o no al voto obligatorio, las cosas se calmarán y todo debería proseguir como antes.
De hecho, los analistas de la elite también están trabajando en este escenario para amortiguar sus efectos. Este domingo en la noche, por ejemplo, el cientista político Mauricio Morales, simpatizante DC y director del Observatorio Político Electoral de la Universidad Diego Portales, relativizó la participación electoral al constatar que en democracias occidentales consolidadas como Suiza y Holanda más del 60% de los votantes se suelen abstener de las urnas.
Lo que omitió Morales es que se trata de países con Estados de Bienestar Social sofisticados, de sociedades que cuentan con sindicatos fuertes, con organizaciones sociales y vecinales que tienen voz y voto, con comunidades muy organizadas en torno a diversos temas, desde religiosos a deportivos y medioambientales.
Pero en algo tiene razón. Las democracias representativas no establecen un quórum para validar sus resultados (al menos no a nivel político tradicional, porque en otros ámbitos sociales sí se establece una participación mínima para conferir legitimidad a actos políticos). Así, la abstención –alta o baja– debería ser tema por solo unas pocas semanas. Pero, ¿qué pasa con los resultados del duopolio?
Ciertamente, existen algunas comunas llamadas “emblemáticas”, cuyos resultados concentrarán la atención de la prensa, de los analistas y de la clase política. Por lo general suelen ser municipios ricos, o con muchos votantes potenciales o con contiendas estrechas. O sea, comunas como Providencia, Ñuñoa, Santiago, Maipú o Valparaíso, por ejemplo.
El duopolio presentará candidatos en prácticamente todos los 345 municipios que elegirán alcaldes y concejos municipales el próximo domingo. Los movimientos políticos extra-duopolísticos, en cambio, tienen una presencia mucho menor.
Revolución Democrática tiene o apoya cinco candidaturas a alcalde: en Antofagasta, Taltal, La Serena, La Granja y San Miguel.
Izquierda Autónoma tiene o apoya a dos candidatos a alcalde, uno en Tomé otro en Corral.
El Movimiento Autonomista, escindido de Izquierda Autónoma a comienzos de este año, tiene una carta en Valparaíso: Jorge Sharp. La curiosidad de este candidato es que fue el único electo en primarias ciudadanas, es decir, no organizadas por el duopolio.
El Partido Progresista de Marco Enríquez-Ominami es el más ambicioso al presentar 59 candidatos a alcalde. De hecho, actualmente el PRO cuenta ya con siete jefes municipales, casi todos de pequeñas comunas del norte de Chile. Actualmente, la gran mayoría de sus candidatos están se presentan en comunas pequeñas, con poco peso político como para generar un impacto a nivel nacional. La gran excepción es Patricia Morales que se presenta como alcaldesa de Santiago.
Y así existen varios movimientos más, surgidos desde organizaciones comunales, regionales o vocaciones independientes personales, que buscan desafiar a los conglomerados predominantes. Muchos desde la izquierda. Algunos poco incluso desde una derecha nacionalista. Sin embargo, de momento la mayoría de sus candidatos no constituyen más que esfuerzos testimoniales.
Por eso, a menos que suceda una hecatombe –que Jorge Sharp gane en Valparaíso y Patricia Morales en Santiago, que vote sólo un 35% de los ciudadanos o que el duopolio obtenga a penas 50% de las alcaldías– esta será una elección más.
“Estoy a un paso de ser investido como Presidente y ni un solo voto se ha emitido a mi favor”, comentaba Frank Underwood en un capítulo clave de la serie televisiva House of Cards.
Mientras toma el juramento presidencial en la Oficina Oval, en Washington, Underwood desvía la mirada, observa fijamente a la cámara y se despacha una frase que, de muchas maneras, resume el estado actual de la política mundial: “La democracia está tan sobrevalorada”.