En el 2015, un conocido blog de entretenimiento realizó una encuesta a la que tituló “Las ciudades más fomes de Chile” y la ganadora, si cabe mencionarlo así, fue Osorno. La idea, basada opiniones de aproximadamente 600 internautas, era comprobar la oferta cultural o de entretenimiento a lo largo del país y allí, detrás de la número uno, se dejaban ver Los Ángeles, Talca o Coyhaique.
En el 2017, sin embargo, un estudio de participación cultural -realizado por el Ministerio de la Cultura- reveló porcentajes no muy distantes en diversas regiones del país con respecto al acceso a la cultura. En la Región Metropolitana, por ejemplo, casi el siete por ciento de la población asegura jamás haber asistido a un espectáculo cultural en su vida, y la cifra es similar en Tarapacá, Antofagasta o Magallanes.
Para el investigador del Observatorio de Políticas Culturales, Tomás Peters, la diferencia entre los públicos capitalinos y de regiones tiene que ver con la cantidad de eventos disponibles, pero que sin embargo también hay características comunes entre ambos: los años de escolaridad, el nivel de ingresos y la edad.
“La gente está yendo menos a exposiciones de artes visuales, a bibliotecas, a obras de danza, etc. El único lugar que no ha cambiado es el cine. El cine es uno de los lugares donde a nivel regional y de Santiago sigue manteniendo un nivel relativamente exponencial”, afirmó Peters a este medio.
Si es que hablamos de cine, por ejemplo, en Osorno solo existen dos y ambos son de tipo comercial. Una situación constante en diversas ciudades lejanas a la capital y que iniciativas como el proyecto Miradoc intentan revertir.
Flor Rubina, gestora cultural y directora de dicho proyecto con base en Santiago, conversó con este medio y aseguró que uno de sus objetivos iniciales fue democratizar el cine documental en el país. Así, por ejemplo, llegaron a ciudades en las que, pese a la existencia mínima de salas comerciales, el de tipo documental era inexistente.
“En Arica no existían, había un festival de cine que era Arica Nativa, que era el minuto en que se pasaba cine, pero el resto de año te diría que no había nada. Estamos allá en la biblioteca municipal que es un espacio que empezó a programar regularmente películas”, contó Rubina.
Hoy, Miradoc es una iniciativa que cuenta con 24 salas y está presente en 19 ciudades de Chile. A esto, según Peters, se le debe agregar el fenómeno que ha generado plataformas con Netflix, pero no sucede así con otro tipo de productos.
“Gran parte del resto de cosas, como artes visuales, depende de las universidades o de municipalidades y va muy poca gente. Yo creo que los conciertos de música popular principalmente siguen siendo los espacios donde la gente asiste considerablemente, así como los espectáculos religiosos o de uso de la ciudad”, comentó el especialista.
Otro detalle al que se debe prestar atención, además del público, sin duda es el de los trabajadores de los rubros culturales. Para el Observatorio de Políticas Culturales, este no deja de ser un tema relevante e incluso lo incluyeron en una investigación denominada “Escenario del trabajador cultural en Chile” y en donde destacan que, después de Santiago, la mayor parte de trabajadores de este rubro se concentran en Valparaíso, Maule y Antofagasta, respectivamente.
Para Peters, la precarización del escenario cultural en regiones tiene que ver con la falta de infraestructura y que replica en la oferta. Además, según afirmó, si el panorama para el gestor ya es de cuidado, para el propio artista es aún peor.
Como se sabe, según otro estudio del mismo observatorio, en el 2018, los fondos de cultura referentes a la música y al libro tuvieron mayor captación en regiones que en la propia capital. Este dato, según Rubina, podría replicarse posteriormente en el rubro audiovisual y equiparar un poco más la cancha. A fin de cuentas, según dijo ella, no es la entretención y la educación lo que lleva al público de regiones a consumir cultura, sino más bien la curiosidad.