Miguel Farías: la vida después de Cristo

El debut de la ópera El Cristo de Elqui en el Municipal de Santiago marcó un hito en la carrera del compositor, que en 2019 estrenará obras con cuatro orquestas distintas, además de una pieza junto al Ballet Nacional Chileno.

El debut de la ópera El Cristo de Elqui en el Municipal de Santiago marcó un hito en la carrera del compositor, que en 2019 estrenará obras con cuatro orquestas distintas, además de una pieza junto al Ballet Nacional Chileno.

Han pasado más de siete meses desde el debut de El Cristo de Elqui. La ópera compuesta por Miguel Farías, basada en libros de Hernán Rivera Letelier, fue un hito para el panorama musical chileno: hace más de 40 años que un compositor local no estrenaba en la temporada oficial del Municipal de Santiago.

Aunque las cinco funciones que tuvo ya parecen lejanas en el tiempo, el músico de 35 años -que en marzo se integrará como panelista al programa La Ventana de Radio Universidad de Chile- continúa sintiendo sus repercusiones. Sentado en un café del barrio Yungay, acude a una metáfora para explicarlo: “Crecí mucho en el oficio de compositor y de artista en general, de ver la obra completa. Antes de mi primera ópera (Renca, París y liendres, 2012) yo estaba acostumbrado a hacer una silla. Después de la primera hice una casa. Y ahora hice un edificio”.

Hay cosas concretas, como el Premio Domingo Santa Cruz que acaba de otorgarle la Academia Chilena de Bellas Artes. Hay otras, dice el profesor de la Universidad Católica, que ha dimensionado con el correr de los meses: “Me di cuenta que entré como en la historia, porque hace mucho que un compositor chileno no estrenaba en la temporada del Municipal. Es emocionante. Yo sentía una responsabilidad, tenía presión, porque estaba con la insignia de los compositores chilenos, y nos fue bien”.

Hay otras más específicas, propias de la partitura: “También me di cuenta que le había dado el palo al gato con varias melodías, que en general están un poco olvidadas en la música contemporánea. No se trata de citar a Mozart, pero hice melodías que siguen dentro de estas categorías académicas de la música contemporánea, entonces les agarré cariño de nuevo. En las obras que estoy haciendo hay un trabajo melódico mucho más metódico, con pinzas”, explica.

Y también hay cosas de El Cristo… que quisiera corregir, como el libreto que escribió Alberto Mayol, un antiguo aliado con el que se quebró el vínculo: “Lo haría de nuevo”, dice tajante. “No tenían leit motiv, pero yo pensé personalidades musicales para los personajes y eso no está en el libreto. Puede funcionar mejor cambiando cosas y agregando algunas partes. Por ejemplo, el Cristo nunca se presenta ni convence a nadie de nada. Eso me faltó. ¿Por qué el Cristo es el Cristo?”.

Santiago, Concepción, La Serena

El Cristo… tuvo otras consecuencias para Miguel Farías, que se escucharán a en los próximos meses: nunca antes su música ha sido interpretada por tantas orquestas como ocurrirá en 2019. La causa, cree él, es la ópera: “Siempre tenía una o dos cosas en el año, a veces ni una, pero este año es mucho. Me han hecho encargos y supongo que es por eso”.

A inicios de mayo, por ejemplo, la Filarmónica de Santiago estrenará una pieza titulada Nocturno, justo antes de abordar la Sinfonía N° 7 de Gustav Mahler, bajo la dirección de Paolo Bortolameolli. “Está inspirada en la Séptima, que tiene dos nocturnos entre medio. Uso la misma instrumentación, la misma sonoridad, pero no hago citas y lo planteo como un nocturno desde Latinoamérica. O sea, qué es la noche para mí, que no es la misma que para un austríaco. La idea es que se encuentren las dos noches”.

La misma Filarmónica tocará en sus conciertos de extensión una suite orquestal que Farías creó a partir de El Cristo…: “Pedro Pablo Prudencio (el director residente de la orquesta) me decía que hiciera una obra con todas las partes instrumentales, pero al final hice un movimiento por cada personaje, más o menos: hay una pequeña introducción, hay uno que se llama ‘El Cristo’, después viene ‘El prostíbulo’ y después viene ‘Magalena’. Al final está ‘El tren’. Son cinco partes”.

También en mayo, la Sinfónica de la Universidad de Concepción estrenará la cuarta parte de Inscapes, una serie de piezas que ya fueron tocadas por el mismo elenco. “Así cierro la sinfonía Inscapes, porque tomé temas de todos los movimientos anteriores y con eso construí el cuarto. Es una pieza que terminé el año pasado y no la tenía programada, pero hablé con Rodolfo Fischer y él la va a dirigir”, explica Farías.

Y hay más. Prepara una obra con poemas de Hernán Rivera Letelier, para un ensamble compuesto por tres integrantes de la Sinfónica Nacional (el flautista Guillermo Lavado, el pianista Luis Alberto Latorre y el contrabajista Celso López), a quienes se sumará el barítono Patricio Sabaté; y en marzo la Orquesta de Cámara de Chile -dirigida por François López Ferrer- estrenará una pieza que todavía no tiene título y que también será interpretada por la Orquesta Sinfónica Universidad de La Serena.

Un debut

Uno de los mayores proyectos que ocupará a Miguel Farías durante el año, en rigor, se podrá ver en los primeros días de 2020: es Artefacto, la obra que el Ballet Nacional Chileno (Banch) estrenará con coreografía de Mathieu Guilhaumon y dramaturgia y puesta en escena de Millaray Lobos. La música será interpretada por la Sinfónica, bajo la batuta del mismo François López-Ferrer.

Con dos óperas estrenadas y otras “de bolsillo” –Ubú candidato, La seducción de Ángela o Il s’est trumpé, un encargo de Radio France- en el currículum, será la primera vez que Farías componga música para danza: “Es un trabajo súper colaborativo y eso es súper choro para mí, porque uno está acostumbrado a trabajar encerrado, sin ver a nadie, algo muy solitario”, dice. “La idea es trabajar sobre algunos conceptos, sobre lo mecánico que se vuelve orgánico. Eso es perfecto para una trama de movimientos y para mí es genial, porque empiezan al tiro a salir muchas ideas”.

¿En qué estado de avance está esa obra?

Solo ideas y apuntes, pero así es como compongo. Después no me demoro nada en escribir del primer al último compás. Siempre ando con cuadernitos y escribo notas. Ya tengo ideas para tres momentos importantes.

¿Cómo ha sido la experiencia? ¿Qué dificultades tiene componer para ballet?

Es súper difícil. En la música uno habla del gesto musical, una escala que sube, por ejemplo (tararea), es un gesto que uno asocia a un movimiento, pero ahora hay una bidireccionalidad. Antes yo representaba un movimiento en música y después escuchaba el sonido no más, pero ahora tienen que conversar las dos cosas, ninguno manda.

¿Qué acercamiento tenías al ballet?

Poco. Prokofiev me gusta mucho, Stravinsky. No tanto los clásicos. La danza contemporánea me hace más sentido que ver a alguien disfrazado de cisne y bailando, porque no lo encuentro tan musical. He visto al Banch, pero tengo que meterme en ese mundo. Por ejemplo, Claude’s cave me encantó y ahí hacían una secuencia de movimientos que no entiendo. Sin reflexionarlo racionalmente tiene mucho sentido lo que hicieron, pero ¿por qué va esto después de otra cosa? ¿Por qué se apuran? Tengo que ver cómo arman el discurso corporal, eso me va a servir para armar mi discurso.

Ya hiciste ópera y ahora ballet. ¿Quieres seguir trabajando con puestas en escena?

Es un área que me interesa.

¿Por qué?

Me entretiene, pero creo que también tiene que ver con la mediación con el público. Hay algo ahí, te comunicas de muchas maneras. Podríamos decir que estás entregando la música a través de una comunicación menos elitista. No solo son sonidos que te referencian a la historia de la música clásica, sino que al ver algo visual… es como el teatro, cualquier persona puede ir. O como el cine: uno ve Palomita blanca y le gusta a todo el mundo, aunque la gente experta vea un millón de cosas que uno no ve. Creo que con la ópera pasa algo similar y los compositores podríamos entrar en esas categorías, como el cine o el teatro.

Foto: Max Sotomayor / Instagram Miguel Farías. 




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