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Un viaje por la memoria de Roser Bru

El Centro Cultural Gabriela Mistral estrenará, el próximo 5 de septiembre, la obra Bru o el exilio de la memoria del Colectivo Mákina Dos, integrado por Amalá Saint -Pierre, nieta de la pintora, y Francisco Paco López. El montaje propone un recorrido por la vida y obra de la artista, quien en 2015 fue reconocida con el Premio Nacional de Artes Plásticas. La dirección está a cargo de Héctor Noguera.

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  Sábado 31 de agosto 2019 10:08 hrs. 
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Fotografías, documentales, entrevistas, películas. A principios de 2015, los gestores culturales del Colectivo Mákina Dos, Amalá Saint-Pierre y Francisco Paco López iniciaron una extensa búsqueda de archivos con el fin de reconstruir la vida y obra de la pintora Roser Bru (1923), quien, entonces, aún no era reconocida con el Premio Nacional de Artes Plásticas.

La tarea no era menor, porque la artista, abuela de Amalá, a sus más de 90 años, atesoraba innumerables anécdotas. En la lista estaba su huida de la Guerra Civil Española, su llegada a Chile en el Winnipeg y su rol como pintora.

De acuerdo a ello, el Premio Nacional recibido a mediados de ese mismo año fue sólo un impulso más para iniciar un proyecto teatral que, finalmente, será presentado al público entre el 5 y el 29 de septiembre en el Centro Gabriela Mistral (GAM): se trata de Bru o el exilio de la memoria, montaje que es interpretado por la misma Amalá Saint-Pierre y por Francisco Paco López y que cuenta con la dirección del actor, Premio Nacional de Artes de la Representación 2015, Héctor Noguera.

De esta forma, la pieza propone un nuevo acercamiento a la vida de la artista, lo que es abordado a partir de un trabajo documental y donde además se cruzan los recuerdos que la misma Amalá conserva de su abuela. El viaje es intenso y recorre distintos hitos de la vida de la pintora.

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En la imagen: Francisco Paco López, Amalá Saint- Pierre, Roser Bru y Héctor Noguera.

“Es una obra de teatro documental, pero contada a través de cómo yo voy recordando e interpretando los recuerdos de mi abuela. Es una obra muy sensible que habla del exilio, que habla de la importancia de la recuperación de la memoria individual y colectiva, que habla de los procesos históricos y que habla del sentido de pertenencia y de identidad”, señaló Amalá Saint -Pierre.

“Para mí ha sido un proceso bien bonito, porque a diferencia del resto de la gente que ve a Roser Bru como una artista o una pensadora, para mí siempre fue mi abuela. Entonces, a medida que fuimos haciendo esta investigación fui descubriendo a la mujer. Es decir, pude conocer a esta persona en tres dimensiones: la dimensión de la abuela, que es la parte afectiva; la de la artista, que es la dimensión más académica; y la dimensión de una mujer resiliente”, añadió la actriz y dramaturga.

Desde un principio el proyecto contó con el aliento de Roser Bru, quien según Amalá, siempre se manifestó contenta con la investigación. No obstante, a medida que fue pasando el tiempo, la artista fue alejándose por el deterioro de su salud. De paso, su memoria también fue agrietándose.

Por lo mismo, Amalá Saint -Pierre indicó que el montaje habla sobre qué hacer cuando las memorias desaparecen y de lo subjetivo que puede ser el rearmarlas. “A través de esta investigación hemos podido reconstruir el puzle de la memoria de mi abuela. Eso lo hemos ido reconstruyendo a través de la información que ella nos dio, por lo tanto, es una información privilegiada, de primera fuente”, sostuvo.

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En la Imagen: Roser Bru y Amalá Saint- Pierre.

Para Francisco Paco López el proyecto también resultó revelador toda vez que, como equipo, descubrieron una nueva dimensión histórica y pictórica de la artista: “Gracias a este proyecto pudimos estudiar pintura, grabado. También fuimos encontrando a otros artistas que, por ejemplo, participaron en la UNCTAD III, que también es parte de la historia que terminamos contando”.

El dramaturgo también sostiene que la dirección de Héctor Noguera permitió que la “esencia de Roser Bru” se mantuviera a lo largo de toda la obra. Esto, ya que ambos mantienen una amistad de más de 40 años.

“Él facilitó la bajada del texto, porque no todo lo que aguanta el papel lo aguanta el escenario. Él fue un maestro en discernir, acotar y realzar lo que la escena necesitaba. Al principio, nosotros teníamos un texto lleno de fechas y datos exactos con contextualización y, posteriormente, nos dimos cuenta de que en el fondo estábamos haciendo una clase magistral más que una obra de teatro. Entonces, trabajar con Tito fue bastante hermoso, porque nos permitió seguir explorando y jugando escénicamente”, dijo el dramaturgo.

El montaje también llega al escenario en medio de la celebración de los 80 años de la llegada de Winnipeg a Chile. Asimismo, se sitúa en el GAM justo cuando el centro cultural se encuentra en pleno rescate de las obras que en un minuto fueron parte de la UNCTAD III. En ese sentido, su estreno no es casual.

De acuerdo a ello, los dramaturgos adelantan que, si bien la obra es emotiva, está cargada de humor. “Es un homenaje a la vida”, enfatizó Francisco Paco López.

Imágenes: GAM.
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