“La última selva que nos va quedando” es un espectáculo que ocurrió el pasado 13 de marzo en el Salón Los Ángeles, en el corazón de la Ciudad de México. Convocó al colombiano Mario Galeano, a los mexicanos Son Rompe Pera y a los chilenos Kabezas Rojas, el dúo conformado por “Pajarito” Araya y “Macha” Asenjo, ambos activos en Chico Trujillo y Bloque Depresivo. También participó el director teatral Martín Erazo (La Patogallina) con el colectivo La Hekatombe.
“La última selva” es una frase que hacía referencia a una suerte de refugio, a un último enclave de resistencia, pero luego cobró otro sentido: esa fue literalmente la última vez que Mario Galeano tuvo actividad musical en vivo. Dos días después, con una mascarilla sobre el rostro, estaba de regreso en su hogar en Bogotá. “Fue el último estallido de gente, fiesta y música”, recuerda ahora desde su estudio en la capital colombiana, donde ha podido retomar el trabajo durante las últimas semanas.
Por supuesto, los planes originales eran otros para el hombre al que alguna vez la prensa europea sindicó como “responsable del reposicionamiento de la cumbia en el mundo entero”. Entre ellos había una gira por Europa con Los Pirañas, el proyecto de ruido tropical que lleva con Eblis Álvares y Pedro Ojeda; y visitas a Japón y el mismo México con Frente Cumbiero, el combo que lidera desde hace más de una década, al que se suma su labor con el fantástico colectivo Ondatrópica.
“Todo se cayó y las tocadas en Bogotá también, porque los bares y lugares para conciertos están cerrados. Tampoco me pasó eso que la gente asocia al aislamiento, como una musa que llega a iluminar a los artistas del mundo. Estuve en casa, con la familia, cocinando, con la cabeza en otro lado. Hace como un mes empecé a retomar los pendientes”, relata.
Ahí figuran tareas que Galeano puede desarrollar desde el confinamiento. A fines de 2020 debería publicarse El método de la cera perdida, el nuevo disco de Frente Cumbiero, grabado por un cuarteto que también incluye a Pedro Ojeda, Marco Fajardo y Sebastián Rosso. “La idea es mostrar ese formato”, adelanta. “Lo retomamos hace un par de años y ya había llegado el momento de registrarlo”.
Antes aparecerá Minyo Cumbiero, un EP que testimonia una sorprendente colaboración con los japoneses Minyo Crusaders: “Ellos retoman música tradicional japonesa, canciones del siglo XIII o XV, canciones de mineros, pescadores y agricultores, y las reinterpretan acercándose al tropicalismo. Ese es el secreto: canciones súper viejas, pero con una base de reggae, boogaloo o cumbia”.
El primer adelanto de ese registro, de hecho, ilustra de buena forma ese cruce musical. “La cumbia del monte”, una antigua canción colombiana, traducida al japonés y rebautizada como “La cumbia del Monte Fuji”. “Muchas veces las fusiones terminan siendo una mierda, como un mazacote que funciona mal, pero ellos lo hacen con buen gusto, aunque esa no sea una palabra tan buena”, asegura Galeano.
Para alguien que ha tocado cumbia en muchos países, ¿es sorprendente encontrar un grupo japonés que lo haga?
No tanto. La primera impresión es de una curiosidad máxima, pero Japón tiene un consumo de música extraordinario, su melomanía profunda es difícil de encontrar en otras partes. Este gusto por la cumbia tiene mucho que ver con el gusto por las músicas de Jamaica. Es gente que venía con una cultura cercana a lo tropical y lo caribeño, entonces pasar a la cumbia es un paso más de esa cadena.
Otro tema es cómo unir dos tradiciones musicales, utilizar canciones tradicionales japonesas y melodías y ritmos colombianos, caribeños o cumbiamberos, pero hay que entender que las músicas del mundo tienen un código común. No es música de Marte, sino que son códigos melódicos muy arraigados en la ancestralidad. Por ejemplo, en la música japonesa uno encuentra un uso extendido de la pentatónica, cosas que suenan como si fueran de Sudán o Mali, no es tan lejano de lo que entendemos nosotros como música. Es chévere empezar a tumbar esos conceptos.
Hablas en términos armónicos, ¿qué pasa con algo tan importante como el ritmo?
Es una cultura rítmica interesante, casi todas las celebraciones populares tienen al tambor como eje central. Hay tradiciones más callejeras que siempre llevan percusión a la mano, uso de campanitas y cosas muy sutiles. También hay toda una cosa de coreografías impresionantes, unas danzas callejeras con una sutileza y unos pasos muy bonitos, entonces es gente que entiende muy bien el ritmo. No estamos hablando de una dislexia rítmica como se encuentra en algunas partes de Europa del norte. Acá no pasa eso.
Se cumplieron diez años del primer disco de Frente Cumbiero, ¿qué ha cambiado en una década?
En realidad yo estaba trabajando con Frente Cumbiero como desde 2005 y las cosas han cambiado del cielo a la tierra. No me podía imaginar que habría una apreciación internacional alrededor de la cumbia que nos iba a permitir viajar a muchos países, hemos ido a todos los continentes. En ese momento era bien marginal, estaba brotando en países como Chile, Argentina o México, donde hubo una generación de principios de los 2000 que empezó con esta movida underground, totalmente alimentada por internet. Hemos ido a Japón, Australia, Kenia, a toda Europa, Estados Unidos y Sudamérica, gracias a que hay gente que nos ha escuchado en internet y eso nos permitió saltarnos la mafia discográfica o del entretenimiento. Este movimiento no existiría sin internet.
¿Y cómo lo proyectas en el futuro?
Hace como cinco o seis años hubo un hype alrededor de la cumbia que por suerte empezó a desinflarse. Hubo una cantidad de oportunistas que quisieron subirse al bus de la cumbia y por suerte eso ya pasó, entonces los que quedamos somos los interesados en mantener un largo aliento con estas músicas y desarrollar procesos creativos y estéticos alrededor. Yo veo que es un momento de madurez y está llegando un nuevo aire, pero con esta mierda del corona no sabemos cómo va a ser. Si todo se paraliza, nos queda la fortuna de haber viajado y haber hecho de todo. Definitivamente seguiremos haciendo nuestro trabajo desde la independencia y quizás es momento de concentrarse en lo local, pero creo que va a continuar. Habrá cumbia para siempre, habrá generaciones que llegarán a reinterpretarla como lo hicimos nosotros.
¿Logras imaginar el regreso de la música en vivo? Es difícil pensar en cumbia con distanciamiento social…
Yo creo que la gente se va a saltar todos esos protocolos, en la fiesta está todo el mundo sudando en el mismo espacio… Sí creo que habrá un impacto notorio, habrá gente que quedará con una paranoia en su cabeza y ya la perdimos para la noche y la fiesta, se van a quedar en la casa. El reto será traer a una nueva generación que se tome las calles de nuevo, porque al menos acá, hermano, la noche da tristeza. No hay movimiento y todo se ha ido a pique. Va a ser complicado.
En Latinoamérica, además, puede ser un impacto particularmente fuerte…
A nosotros nos va a tocar más jodido que Europa, allá tienen todos los subsidios. Acá en Colombia el ambiente artístico está haciendo presión a un gobierno absolutamente inepto, incompetente, que tiene formas absolutamente neoliberales de ver la cultura, tratan todo como si fuera una finca raíz… ya sabes a qué me refiero. Estamos muy jodidos, pero eso ha sido interesante: en los últimos meses se ha dado una unión para hablarle de frente al gobierno.