El consenso es general: los proyectos escénicos que han surgido al alero de plataformas como Zoom no reemplazan la experiencia teatral. En este tipo de propuestas falta el contacto cómplice entre los actores y la retroalimentación con el público. Sin ir más lejos, cualquier intervención se ve limitada por las posibilidades que ofrecen los hogares de los actores.
Sin embargo, pese a ese diagnóstico, muy pocos podrían negar el beneficio de la experiencia digital del teatro. Esto, ya que por medio de estas propuestas, los directores, dramaturgos e intérpretes han innovado en sus proyectos, apostando por un público mucho más diverso al registrado antes de la pandemia: acceder a espectadores en regiones o en el extranjero está sólo a un click.
De esta manera, la innovación en las plataformas virtuales ha permitido que la cartelera teatral se active, permitiendo la realización de actividades como lecturas dramatizadas, seminarios y obras vía Zoom.
Ese tránsito no ha sido fácil. Eso bien lo saben en el Teatro La Memoria que en enero de 2019 reabrió su sala en el Barrio Bellavista. Paulatinamente, este espacio fundado en 1989 por Alfredo Castro se ha sumergido en esta experiencia inédita, promoviendo actividades con el mero objetivo de sobrevivir a la crisis y no cerrar las puertas en ese camino.
“El Teatro de la Memoria, en su calidad de sala de teatro, tuvo que interrumpir una temporada que estaba completamente planificada. Lo más terrible fueron todas las compañías que se vieron afectadas y que estaban convocadas a participar. Desde esa perspectiva, no solamente se trata de que un teatro cese su funcionamiento con lo que significa en términos económicos, sino que hay un problema humano. Hay un mundo que se paraliza cuando el teatro no funciona”, dice Rodrigo Pérez, director de programación de Teatro La Memoria.
“Ahora, ingresos no hay. En algunos trabajos habían Fondart que tenían tres meses de sueldo para los actores de la compañía. Eso ya lo gastamos. Lo primero que nos pasó fue un shock e incluso una resistencia a entrar en nuevos medios. Nos resistimos bastante al ‘hacer por hacer’, como agarrarse de una tablita sin cuestionar, sin problematizar. Al final eso fue súper productivo”, comenta el también director de la compañía La Provincia.
Este año el Teatro La Memoria tenía contemplada la realización de una serie de residencias. Sin embargo, buena parte de este trabajo se retomará durante 2021. Aún así el teatro proyecta una variada programación para este segundo semestre. Ahí destaca una reversión de Ricardo III: el príncipe contrahecho de Juan Radrigán que se presentará hasta el 28 de agosto y que es protagonizada por Cristián Carvajal; e Historias nocturnas, serie de cuatro historias de terror lideradas por la compañía Teatro La María, que indaga en el humor negro, el suspenso y el terror.
Luego vendrá una actividad que se realizará en conjunto con el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en el marco de la conmemoración del 11 de septiembre, un monólogo protagonizado por Claudia di Girolamo, un trabajo colaborativo con la compañía Limítrofe y un espectáculo para una persona realizado por el compositor Angelo Solari.
“Ninguno de nosotros está ganando con esto. Estamos intentando sostener el espacio, porque sabemos que no es solamente para los que están aquí, sino para una comunidad completa que circula por estos espacios”, comenta Pérez.
Otro escenario que se ha sumergido en este tipo de iniciativas es el Teatro Camino que, liderado por el actor Héctor Noguera, ha explorado las plataformas virtuales con un clásico: El Epicedio. En esta lista también destaca el Teatro Ictus que acaba de estrenar Háblame, pieza protagonizada por Ingrid Cruz y Álvaro Rudolphy. A estas experiencias también se ha sumado el Teatro Finis Terrae, cuya temporada 2020 ya fue anunciada, asumiendo el desafío de realizarse cien por ciento por Internet.
Otra experiencia es la del Taller Siglo XX Yolanda Hurtado que, luego de un complejo momento en el que incluso se planteó el cierre del espacio, asumió el reto de realizar actividades virtuales. Desde allí se desprendió la puesta en valor de su archivo y un ciclo de entrevistas que realiza el director del espacio, Roberto Hoppmann, cada lunes a las 18:00 horas por Facebook Live.
“El taller es un espacio autogestionado que no cuenta con ningún financiamiento público, entonces, vive de acuerdo a lo que puede generar. Ya veníamos bastante dañados producto de las consecuencias del estallido social, porque hubo que suspender funciones. Fue muy complejo. Entonces, ante la posibilidad de cerrar el espacio, el equipo se comprometió mucho. En el primer tiempo se evaluó mucho la posibilidad de cerrar”, reconoce Claudia Palominos, encargada de programación y comunicaciones del espacio.
“Finalmente, gracias a una serie de acciones que tuvieron que ver con compromisos, con cortar los presupuestos, con empezar a postular a fondos, se adquirió el compromiso de seguir trabajando. Se generó una línea que se llama Archivos siglo XX donde se empezó a exhibir para poner en valor todo los registros que había como entrevistas a Juan Radrigán y Egon Wolf”, relata la profesional, agregando que por estos días también se presentará un nuevo proyecto vía Zoom: El Otro Ritmo de la Noche, que aborda la historia de la discoteque Fausto en dictadura.
“Actualmente, hay bastante oferta, pero está centrada en espacios grandes que ya cuentan con infraestructura o financiamiento y que también están asociados a elencos reconocidos por la televisión, pero no hay tanta cabida de espacios más independientes a compañías emergentes, jóvenes, que trabajen distintos lenguajes. Ahí desarrollamos una programación que se llama Siglo XX en Casa, que partió con un ciclo de lecturas dramatizadas y que se transmitían por medio de Facebook Live”, dice Palominos.
De esta manera, la escena teatral vuelve a tomar un giro, situándose en un espacio que para algunos era impensado hace unos meses atrás. Y, aunque con ello no se deja atrás la crisis que vive el sector, lo cierto es que la virtualidad abre una ventana para que el circuito permanezca activo frente a uno de los momentos más complejos de la industria.