El 18 de octubre de 2019 es un día que la actriz Claudia di Girolamo recuerda con cierta dificultad. Esa tarde participó junto a otros actores en una reunión que tenía por objetivo reflexionar sobre la revaloración de la cultura, pero algo tensaba el ambiente: quizás era la certeza de que algo importante y remerecedor ocurriría o tal vez era la imagen amenazante de los helicópteros cruzando la ciudad tal como si fuese un nuevo 11 de septiembre.
Pronto la actriz se sumó a quienes, instintivamente, comenzaron a reunirse en la Plaza Baquedano, zona que con el transcurso de los días se transformaría en el epicentro de la protesta en Santiago: “Ese 18 caminamos hacia la plaza. Uno se dejó llevar”, relata al teléfono.
Ese día marcó de sobremanera a la actriz. Desde allí inició una reflexión que la llevó a escribir el monólogo Caníbal que, desde este 9 de septiembre, protagonizará de forma virtual por las plataformas del Teatro La Memoria. Pero esto no será todo. Luego, el 10 de septiembre se sumará a La Taguada, primera producción del Teatro UC Virtual que resignifica el mito sobre el enfrentamiento entre el mulato Taguada y el terrateniente Javier de la Rosa.
Por medio de ambas propuestas, la actriz busca acercarse a la historia reciente de nuestro país: “Vamos a seguir reflexionando sobre lo mismo, porque es muy impresionante la desigualdad. Es demasiado el abismo que existe entre unos y otros”, comenta.
¿Cómo ha sido para ti participar en estos proyectos virtuales?
Desde que comenzaron estos experimentos por Zoom tuve la inquietud de tratar de entender el formato y tratar de construir un espacio que fuera aportador en términos teatrales o audiovisuales. Es un espacio que se está construyendo, pero que no es teatro. Es más parecido a lo audiovisual, dependiendo de cómo uno lo haga. Sin embargo, se logra construir una conexión con el público, logra conmover y hacerse entender. Pero por sobre todas las cosas, logra una convocatoria importante. Ha sido un lugar de encuentro muy fascinante y muy maravilloso.
En tu caso, ¿existió algún tipo de resquemor a la hora de acercarse a este tipo de producciones?
Hay personas que sienten resquemores y prefieren hacerlo tal cual es el teatro, con una sala, un público. Lo entiendo perfectamente. Lo presencial es parte del ADN del teatro, pero esto ya no está. Entonces, es totalmente legítimo investigar y experimentar en estos formatos, porque el teatro no se cae, no muere, sobrevive a todo, a las guerras, a las dictaduras, al hambre. No podemos dejarnos estar. La sensación es de seguir adelante y sobrevivir a esta pandemia, dejar registro de lo que fue. Además, las futuras generaciones quizás incorporen esta forma de hacer teatro para llegar a más personas, porque es muy difícil viajar a provincia y, si uno no tiene un apoyo, es imposible hacerlo. Al mismo tiempo, se pueden hacer conversatorios y, por lo tanto, se puede dialogar. Hay que tenderle una mano generosa al teatro en este formato y también al público que quiere ver estos proyectos y saber que está ocurriendo en cultura.
¿De qué se trata Caníbal, porque desde la compañìa a cargo (La Provincia), han definido el proyecto como una experiencia teatral?
Este es un texto que escribí y desarrollé en noviembre de 2019, después del estallido. Me impactó muchísimo la violencia que se usaba. Me impactó cómo las Fuerzas Especiales arremetían en contra de los manifestantes, porque iban al cuerpo. En general, para las personas que estábamos participando en las manifestaciones y mirando las noticias eso fue un golpe muy fuerte y duro a la democracia. Entonces, me nació la inquietud de por qué estas Fuerzas Especiales iban al cuerpo, por qué disparaban al ojo, por qué disparan a la mejilla, a la espalda, la nuca, a los muslos. De pronto me vino la analogía o metáfora del caníbal, de la persona que se alimenta del cuerpo del otro, porque las Fuerzas Especiales se alimentaban del cuerpo y la sangre de los manifestantes y las manifestantes.
Para ti, ¿qué representó este momento del estallido social?
Lo veía venir. Palpitaba fuerte en lo cotidiano, en la realidad donde se restringían cada vez más los derechos y las oportunidades. Una cosa aparentemente tan mínima como la subida en el precio del metro fue la gota que rebalsó el vaso, pero eran tantas cosas que fue impresionante que los gobiernos de Piñera y la Concertación dieran vuelta la cara y no vieran de frente lo que estaba ocurriendo. Hubo mucho traspié, muchos errores, mucha torpeza en tratar lo que ocurría y escuchar lo que realmente necesitaban las personas. Eso se tradujo en este estallido enorme.
Esto también queda reflejado en el trabajo “No era depresión. Era el capitalismo” en el que participaste. ¿Cómo fue para ti sumarte a esta experiencia que registró las demandas del movimiento social?
Es un testimonio maravilloso, del cual estoy muy orgullosa de haber participado. Me siento súper honrada de ser parte de las personas que hemos dejado, de alguna manera, el testimonio de lo que ocurrió. Fue muy emocionante ir a esa Plaza de la Dignidad a las 5 de la mañana, sabiendo que en un poco rato más iba a ser ocupada por los jóvenes, por sus banderas, sus demandas. Desde el suelo empezaba a subir el olor a lacrimógena. Fue estar en un un estado de alerta. Ese lugar es emocionante cuando está lleno, pero cuando está desierto también lo es.
Esta semana también se estrena La Taguada, ¿de qué se trata este proyecto que es absolutamente distinto a Caníbal?
Caníbal fue una propuesta estética puntual de mucha precariedad, con la luz de una linterna, en un espacio mínimo, con un celular, con un computador, como tanteando el terreno. Esto es más producción con un texto que se ha ido desarrollando, paulatinamente, hasta llegar a lo que es hoy: la narración de este mito, con dos payadores que cuentan de qué se trató esto, pero hay un vuelco inesperado en donde se postula que Taguada era una mujer.
Esa es una resignificación importante…
La chiquitita pierde y hay una condición que cumplir. Históricamente, si viniéramos de ese lugar o reescribiendo la historia de ese lugar, lo que postulamos es que todos somos hermanos y hermanas, pero venimos de una violación. Escribimos la historia desde ese lugar en donde siempre el rico le ha puesto el pie encima al más desposeído. Así se escribe la historia y eso es lo que tratamos de contar.
Es otra forma de poner en valor nuestra historia, pensando en el contraste con Caníbal….
Si.Es demasiado el abismo que existe entre unos y otros, entre la oportunidad que tenemos algunos y las nadas que tienen otros y eso no puede ser. Es de otro siglo. He pensado mucho en ese audio que salió de Cecilia Morel sobre los alienígenas. No podía creer lo que estaba escuchando, porque le dio un lugar a una clase social que nos gobierna. Cuando dice ‘parece que vamos a tener que compartir nuestros privilegios’… Después, no le he escuchado decir a nadie del Gobierno, menos al Presidente que lo único que dijo fue “estamos en guerra”, algo así y eso es, exactamente, lo que hay que hacer, si es que podemos llamar privilegios a los derechos. Ella lo dijo desde su burbuja y me quedó resonando hasta hoy.
En este momento de debate constituyente, ¿cómo ves la discusión sobre el espacio que debería tener la cultura’
Las artes deben estar inscritas en la nueva Constitución como un derecho cultural, como parte de la educación de este país. Hay que volverla al lugar que corresponde. No es de élite, no es un privilegio. Así tiene que ser vista la cultura, como un derecho fundamental y a eso estamos apostando en la nueva Constitución.
¿Cómo vislumbras la reactivación de los teatros?
Vamos a tener que llegar de la forma más cautelosamente posible, aunque den ganas de ir y aplaudir a rabiar. No hay que confiarse en estas aperturas. Entiendo que se necesita trabajo, pero para eso está el Estado, para apoyar. El otro día veía estas tanquetas nuevas, anticipándose al estallido. Me encantaría saber cuánto vale una de esas tanquetas antidisturbios y cuánto gasta el Gobierno en ese tipo de acciones que no llevan a ninguna parte más que a generar violencia. Uno se pregunta por qué ese dinero, que es del Estado, que es nuestro, no se destina a apoyar a los teatristas, a los diseñadores, a las artes escénicas, a los artistas plásticos, al cine, a tantas personas que lo necesitan. La necesidad es urgente y quién los ha ayudado, dónde está la ministra de las Culturas. De verdad dan ganas de llorar, agarrarse la cabeza y decir, qué está pasando, qué es lo que se privilegia.