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Tomás Peters: “El capital cultural va a determinar gran parte de las prácticas lectoras del futuro”

El sociólogo e integrante del Observatorio del Libro y la Lectura de la U. de Chile, abordó los grandes desafíos que tiene el mundo del libro en nuestro país. Uno de ellos, la digitalización.

Catalina Araya

  Lunes 22 de abril 2024 20:03 hrs. 
Celebracion del dia del libro 2023 por la Vicerrectoria de Extension y Comunicaciones de la Universidad de Chile y el Archivo Central Andres Bello. Foto: ATON.Celebracion del dia del libro 2023 por la Vicerrectoria de Extension y Comunicaciones de la Universidad de Chile y el Archivo Central Andres Bello. Foto: ATON.

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El 23 de abril es una fecha que marcó al mundo de la literatura. Ese día, en 1616, fallecieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare, dos de las grandes figuras de la cultura universal, responsables de clásicos tan elementales como “Don Quijote de la Mancha” y “Hamlet“, respectivamente.

Hoy, 406 años después, el mundo continúa conmemorando su partida a través del “Día del libro“, una efeméride que permite poner en el tapete las distintas discusiones en torno a la lectura y el mundo del libro.

En Chile no es distinto. Son varias las instituciones, editoriales y librerías locales que programaron una serie de actividades para relevar la importancia de que esta industria se mantenga. Y por supuesto que nuestro país, al igual que el resto del continente, presenta sus propios desafíos.

“Creo que uno de los factores más importantes es el surgimiento de un tipo de lector que se podría determinar como un lector híbrido, donde la lectura del formato libro se complementa ya de forma evidente y complejamente con la lectura digital”, reflexionó el académico de la Universidad de Chile y Doctor en Estudios Culturales, Tomás Peters, quien también es parte del consejo de expertos que integran el Observatorio del Libro y la Lectura de la Casa de Bello.

Sin embargo, precisa que aquello no necesariamente refleja una caída del consumo en formato físico. “Hoy en día la gente compra libros, no ha desistido el valor que el objeto tiene. Pero esto también se complementa con la lectura de diarios. O, por ejemplo, a través de las plataformas digitales que informan con elementos sobre cine, otros libros, fenómenos sociales, culturales y políticos a través de estas plataformas. Y se ha ido configurando como el gran desafío, en el contexto latinoamericano y chileno, esta figura de un lector que se mueve, nomádico, en distintos registros de lectura”, precisó.

Esta predominancia o ausencia de lo digital en el mundo contemporáneo también ha influido en la forma en que se configuran los perfiles de las y los lectores. “Hay que entender que, en las sociedades complejas como las nuestras, hay siempre unas prácticas o lógicas de acceso cultural que son diferidas“, explicó el académico.

“Hay muchas generaciones que fueron formadas con lógicas de acceso propias del libro físico; otras como la mía, que nos tuvimos que introducir al mundo tecnológico. La que vino después, que ya tenía esa experiencia, y la que viene del futuro, que claramente se configura bajo un principio digital”, añadió.

Esto, termina moldeando a ese lector híbrido que Peters mencionaba anteriormente. “Hay varias décadas más donde esta lógica se va a ir complementando. Es decir, las generaciones van a ir cruzándose en términos de sus prácticas culturales”, afirmó el sociólogo, aunque precisa que lo digital llegó para quedarse. “Evidentemente, lo que vemos para el futuro es que la experiencia de lectura digital se va a ir instalando como el modo de lectura hegemónico en las sociedades como las nuestras“.

Los pros y contras de la literatura digital

Para Peters, la llegada de los formatos digitales puede traer consigo el crecimiento de nuevas brechas de desigualdad en el consumo cultural.

“Alguien que exclusivamente ha accedido bajo una lógica de lectura más bien fragmentaria va a tener también consecuencias a futuro en su voluntad o no de leer elementos más complejos a través de las plataformas. Y la gente que tuvo una enseñanza en base a este complemento entre plataforma tecnológica y libro físico, va a tener un tratamiento, un vínculo distinto también con la lectura a través de la pantalla. Entonces, esto no solo tiene un elemento social, es decir, por los ingresos económicos de las personas, por la calidad de la educación que han recibido”, explicó el académico.

Aun así, algo que difícilmente cambie es el rol que tiene el acceso al capital cultural en la complejidad del consumo de la población: “El factor más importante y determinante es el capital cultural. Eso va a determinar gran parte de las prácticas lectoras de aquí al futuro. También en el presente”.

Pero no todo es negativo, pues la digitalización igualmente presenta nuevos desafíos para todos los sectores que conforman la industria y que, de trabajar en conjunto y de forma correcta, pueden sacarle provecho a las nuevas formas de consumo.

“Es importante decir que no hay que alarmarse tanto de esto. Por años se ha hablado de ‘la crisis de la lectura’, ‘la crisis de los libros’, ‘la crisis de los y las lectoras’. Y lo que nos ha demostrado la historia es que las sociedades cambian, se transforman, y configuran nuevas formas de lectura o de acceso a la lectura que se sincronizan también con la complejidad social. En eso, creo que hay que comprender estos fenómenos no con una lógica nostálgica del pasado, sino viendo cómo, con las nuevas herramientas tecnológicas que están disponibles hoy en día, se pueden introducir prácticas que ayuden a sincronizarse con esas nuevas tendencias”, argumentó el investigador.

Algo que ya está ocupando las discusiones a nivel de políticas públicas. Especialmente en lo que concierne a cómo la exposición prolongada a plataformas como TikTok o Instagram -que privilegian un consumo híper dosificado- afecta a las prácticas lectoras de las generaciones más jóvenes: La actual Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas tiene en su diagnóstico claramente especificado este problema. Y efectivamente, esta lectura fragmentada ha generado nuevos desafíos en la forma de acción en política pública. Y en eso, se ha observado, por ejemplo, que un número importante de personas que piden libros en el sistema de bibliotecas de Chile lo hace de forma digital”, comentó Peters.

“Y eso es un elemento que se tiene que reforzar y valorar. Pero efectivamente es un desafío enorme el cómo incentivar a una generación nativa digital de lectura fragmentaria a que integre en su práctica cotidiana unas formas de lectura que sean lo suficientemente complejas como para poder producir una abstracción analítica de los textos, para poder crear nuevas hipótesis a raíz de la lectura, y que pueda tener, finalmente, una propuesta de análisis que se complemente con otras formas de comprender los fenómenos sociales o el mundo”, agregó el académico.

“El Estado y el mundo privado, editorial, y de las librerías conforman un ecosistema del libro complejo que tiene que mirar a largo plazo, y eso significa tener que introducirse a las lógicas de TikTok, de las redes sociales, de los booktobers. Las lógicas, finalmente, de un nuevo tipo de lector y lectora que va a configurar, al menos en los próximos 50 años, una forma de lectura que va a cambiar la historia“, analizó.

El rol del fomento lector

En todo esto, e independiente de los cambios que atraviesa el mundo del libro, el fomento lector que pueden recibir las y los niños desde su primera infancia sigue siendo crucial. “Yo tiendo a pensar que con las lógicas digitales varían significativamente las formas de acceso a la lectura. Sin embargo, en la disposición a la lectura sigue siendo muy fuerte el factor del capital cultural”, señaló Peters. “Un factor que sí es determinante es los años de escolaridad, por ejemplo, de los padres, y la motivación que ellos hacen con respecto a la lectura de sus hijos e hijas”.

“Si bien los colegios tienen un factor clave en aquello, y la evidencia lo ha demostrado así, es mucho más claro y central concentrarse en cómo los padres, las familias, los hogares incentivan o no las formas de lectura de las personas”, complementó.

Ahora bien, hay otros problemas que han afectado a la industria durante décadas; entre ellas, la concentración geográfica de las librerías en el centro de la capital o el elevado costo que tiene el libro como objeto. Aun así, el profesor de la Universidad de Chile considera que la digitalización igualmente puede ser un aporte en la democratización de la oferta. “Efectivamente, creo que no es fácil acceder al libro físico. Pero hoy en día, la disponibilidad tecnológica y los teléfonos móviles sí han ampliado las formas de lectura y el acceso a textos que antes no estaban disponibles”.

Aunque eso tampoco se traduce necesariamente en una complejización del consumo: “Lo más importante es, como gran desafío, no tanto que accedan a, sino que sepan buscar aquello que puede cambiar su práctica de lectura. En otros términos, muchas veces lo que se ha investigado es que la gente accede a lo que los algoritmos o lo que la disponibilidad superficial deja a mano. En esto, el gran desafío que se produce es cómo incentivar no solo la lectura, sino también la diversidad de fuentes, de contenidos, de géneros literarios. La diversidad en todo término. En base a esa disposición cultural, sí cambian mucho los factores”.

 

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