Qué duda cabe de que el ex presidente Sebastián Piñera está en plena campaña presidencial.
El sábado en la mañana hizo una “sorpresiva” visita al lanzamiento de Vamos Mujer, el brazo femenino de Vamos Chile, el nuevo nombre con el que la derecha política trata de camuflar ante la ciudadanía sus fechorías en materia de financiamiento ilegal y cooptación empresarial. Por cierto, el hecho de que la nueva derecha tengan un grupo político destinado sólo a mujeres muestra cuán atrasada está en materia cultural.
La principal oradora del evento era Cecilia Morel, la esposa de Piñera y ex Primera Dama, y la inesperada llegada de su marido generó aplausos cerrados entre las asistentes. Piñera repitió así el mismo guión que utilizó en diciembre cuando, también “sorpresivamente”, apareció en el lanzamiento de la coalición Chile Vamos.
A falta de liderazgos políticos nuevos y pujantes (algunos de estos nuevos se están cayendo por su involucramiento en los grandes escándalos del financiamiento ilegal y otros porque les falta edad para postular a la presidencia), los viejos dinosaurios de la transición huelen la oportunidad de volver a atacar y quedarse con la presa. Es precisamente el caso de Piñera y también de Ricardo Lagos.
Piñera y una parte importante de la derecha política apuestan a que la débil situación económica del país lleve a los chilenos a votar nuevamente por ellos. Después de todo, durante su gobierno la economía marchaba mejor, al menos en lo que se refiere al crecimiento del Producto Interno Bruto. Apostando a que la mayoría de los ciudadanos sufrimos, en el mejor de los casos, de amnesia, y en el peor de los casos que somos unos simples homo economicus, la senda de la victoria presidencial de Sebastián 2.0 parece relativamente despejada.
¿O no? Mirando atrás, la derecha ganó las presidenciales de 2010 por dos razones. La primera, y la principal, es que mucha gente estaba cansada después de 20 años de gobiernos de la Concertación y se daba cuenta que sus políticas económicas no eran muy distintas a las de la derecha. Entonces, ¿por qué no optar por los que crearon el modelo neoliberal chileno? La segunda es que, ese año, los empresarios, los gerentes, los ejecutivos eran la clase ganadora: los grandes emprendedores que pusieron el nombre de Chile en los mercados de Perú, Argentina, Brasil y Colombia… e incluso en Europa y Estados Unidos. Piense en el salmón “chileno”, en el vino “chileno”, en los súper chilenos en la lista de los más ricos del mundo. La prensa tradicional idolatraba a los empresarios como si fueran un Gary Medel, Alexis Sánchez o Arturo Vidal. Y muchos chilenos se creyeron ese cuento.
Pero hoy en día, la confianza en los empresarios, en los supuestos “emprendedores” de nuestro país, está por los suelos. Por lo tanto, ser un hombre de empresa (aunque en rigor es un hombre de finanzas) hoy le juega en contra a Piñera. Si hoy en día repitiera el eslogan del “gobierno de los mejores” -refiriéndose a ejecutivos de empresas que maltratan a sus empleados, implementan prácticas anti-sindicales, financian ilegalmente campañas políticas y redactan secretamente varias leyes de la República y, para más remate, ocultan su riqueza en paraísos fiscales para reducir su carga tributaria- la ciudadanía estallaría probablemente en una gran carcajada.
Es más, los recientes escándalos demuestran que el gobierno de Sebastián fue tal vez el más corrupto de las últimas tres décadas. Basta con repasar la lista de sus colaboradores y ver en qué situación judicial se encuentran ahora.
Su ex ministro estrella Laurence Golborne será formalizado por la Fiscalía en el marco del caso Penta (por cierto, el ministro de los 33 mineros también era un asiduo inversionista en los paraísos fiscales del Caribe que hoy están en entredicho a raíz de los Panama Papers).
Su ex ministro de Economía, Pablo Longueira, será formalizado por el caso Soquimich, nada menos que por cohecho al haber aceptado que el gerente general de esa minera redactara partes de la ley de royalty que posteriormente se aprobó.
Su ex subsecretario de Minería, Pablo Wagner, fue formalizado por cohecho y lavado de activos (el Grupo Penta le pagaba remuneraciones mensuales mientras ejercía su cargo público), estuvo detenido en prisión preventiva y actualmente está con arresto domiciliario total mientras busca una salida abreviada a su situación judicial.
Ena von Baer, quien fue ministra Secretaría General de Gobierno de Piñera, está involucrada en el financiamiento ilegal del caso Penta.
Gabriel Ruiz-Tagle, ex mandamás de Deportes en la administración de Piñera, está implicado en la colusión del papel confort junto al Grupo Matte.
Hernán de Solminihac, ex ministro de Minería (entre julio de 2011 y marzo de 2014), fue cuestionado porque su hermano Patricio de Solminihac era ex subgerente general de SQM. En su momento despejó las dudas al respecto diciendo: “Sé enfrentar con mucha transparencia mi trabajo y así se va a hacer en este caso”. Aunque no aparece en ninguno de los escándalos actuales, sería bueno echar un vistazo a su labor ministerial de esos años.
Este repaso breve del “gobierno de excelencia” de Sebastián Piñera arroja algo preocupante: una parte importante de su gabinete estuvo profundamente involucrado en casos ilícitos. Y esto sin tomar en cuenta los congresistas y políticos de derecha que en esos años estaban en la misma: Jovino Novoa, Jaime Orpis, Iván Moreira y Marta Isasi, por nombrar sólo a algunos que están siendo investigados o han sido formalizados por la justicia.
Así las cosas, la ambición presidencial de Piñera no debería tener ningún futuro (a no ser que a los ciudadanos no nos importen estas malas conductas) y en eso confía también la Nueva Mayoría.
Pero, por desgracia, la coalición oficialista se equivoca y toma demasiado en serio a Piñera, por lo cual una parte importante de ese sector puso en marcha la operación retorno de Ricardo Lagos (con el apoyo fiel de la redacción editorial de El Mercurio y el oráculo del CEP). Si hasta el mismo Jaime Quintana, el presidente del PPD que acuñó la frase de la “retroexcavadora”, ahora está en campaña para ungir a Ricardo II.
Considerando los tiempos actuales, se trata a todas luces de una apuesta equivocada. Basta una sola pregunta, y la indagación correspondiente, para derrumbar también a este factótum.
Señor Lagos, ¿cómo financió su campaña de 1999?