El proceso 2013, iniciado con la evaluación en 4º básico de Ciencias Naturales y Matemática, continuará este miércoles con la toma de Comprensión de Lectura en el área de Lenguaje y Comunicación. En total cerca de 241 mil 700 estudiantes del nivel, en 7 mil 797 establecimientos educacionales rindieron la prueba, según datos entregados por la Agencia de la Calidad, entidad encargada de aplicar el instrumento.
El Sistema Nacional de Evaluación y Aprendizajes (Simce), tiene por objetivo evaluar los contenidos del currículo nacional, lo que “permitiría contar con un diagnóstico de lo que saben y pueden hacer los estudiantes de todo el país y poder enfocar el trabajo de los establecimientos educacionales en las áreas curriculares que así lo requieran”, explicó Sebastián Izquierdo, Secretario Ejecutivo de la Agencia.
De fondo y forma han sido los cuestionamientos que diversos académicos, han levantado por la prueba. Desde Alto al Simce, organización que agrupa a profesionales contrarios al Simce, plantean que “la prueba se ha convertido en uno de los pilares de la educación de mercado”.
Para qué sirve y qué daños provoca, son algunas cosas que a juicio del colectivo, no se reflexionan. Paulina Contreras, psicóloga de Una Nueva Educación y coordinadora de la campaña, apunta que “primero se debería discutir el tipo de educación que se quiere”, ya que “lo primero, es que hay que poner el tema en debate. Llevamos años aplicando la prueba, es algo naturalizado, pero hay que discutir el tema a nivel amplio, con participación de todos los actores, y saber qué sistema queremos para evaluar cómo resolver el tema de la educación”.
La “extrema competencia” y “la reproducción de la desigualdad” fomentada por la estandarización de la evaluación, “haría necesario pensar en otro tipo de análisis, (como por ejemplo), evaluaciones regionales con contenidos acordes a las situaciones que se viven en diferentes zonas del país”, sostiene la profesional.
Más allá de las críticas, lo cierto es que desde este martes y hasta el próximo veinte de noviembre (según el calendario oficial), los estudiantes chilenos deberán rendir la prueba, para la que, año tras año, se les prepara –de mejor o peor manera- en sus establecimientos.