Desde que se instaló la junta militar en Tailandia, los jóvenes de ese país han encontrado singulares formas de protestar contra la dictadura, que entregan una nueva dimensión global y contemporánea de expresar el rechazo a una forma determinada de política.
Leer “1984” de Gorge Orwell, comer un sándwich o alzar el brazo y saludar con los tres dedos centrales erigidos se han vuelto señales de inconformismo frente al régimen militar.
Además de ser formas pacíficas de protestar se pliegan a señales globales, entendibles en la cultura urbana, ya que el saludo antes descrito es un gesto similar a las películas inspiradas en los libros de la serie “Los juegos del hambre”, de Suzanne Collins. En aquellas novelas y cintas, la señal es una muestra de respeto a los fallecidos y un signo de solidaridad entre la gente común oprimida por la dictadura.
Repartir sándwiches en la calle se transformó en protesta luego de que un hombre que comía un bocadillo, mientras leía “1984” frente a un centro comercial, fue detenido por policías de incógnito. Los estudiantes de la universidad de Thammasat, reaccionaron creando la campaña “sándwiches por la democracia”, repartiendo bocadillos donde se produjo la detención. La junta tildó el actuar como delito, arrestando a cualquiera que quisiese imitarlos.
Estos actos, aunque totalmente pacíficos, son igualmente reprimidos, arriesgando en algunos casos penas de cárcel.
Para Cristina Moyano, historiadora política de la Universidad de Santiago, los regímenes totalitarios tienden a controlar cualquier capacidad que tenga un pueblo de subvertir el orden que ellos están tratando de instaurar, desde violaciones directas a los derechos humanos, hasta actos que restringen aspectos de la vida personal, como pensar libremente. La diferencia que tendrían estos actos de protesta en Tailandia tiene que ver con la construcción contemporánea de la realidad.
“Tiene que ver como se construye la experiencia en la modernidad, hoy la sociedad se define mucho a partir de lo que se ve en los medios de comunicación. Las películas van articulando parte de una memoria colectiva aun cuando sean películas de ficción. Probablemente sin que eso signifique una elaboración muy grande, ellos se sienten representados en este grupo que eran los “buenos” de la película “Los Juegos del Hambre” y por eso buscan en esa representación, que además traspasa el espacio territorial tailandés, porque lo pueden entender todos aquellos, que en este mundo globalizado, vieron la película”.
Como dice la historiadora, si bien existe una representación en las señales que han recogido los tailandeses, estas manifestaciones no contienen una gran elaboración, punto que refuerza el director de Sitiocero y presidente de la Fundación de la Comunicología, Mauricio Toloza, quien también señala que son manifestaciones juveniles enmarcadas en la globalización, como el colectivo feminista Pussy Riot, que irrumpen en las calles de Rusia, planteando la problemática feminista de esa país; o el reciente arresto de un joven iraní que creó una canción donde aparecía una mujer sin velo.
Todas estas manifestaciones, indica el comunicólogo, tiene un mensaje directo sobre los derechos civiles, pero carecen de una propuesta concreta.
“Son formas de protestar bastantes innovadoras, creativas y conectadas con una cierta conducta mundial juvenil, pero que no tienen el gran tema que se encuentra ausente el día de hoy: no llevan una propuesta más de fondo, un marco ideológico si se quiere decir. Lo interesante es la ruptura de las lógicas de protesta nacional. En los países árabes apareció una joven que posaba desnuda, algo que generó un escándalo mayor, pero ella defendió su iniciativa argumentando que era “su cuerpo” y su “blog”. Estos actos además cuestionan otros ámbitos que no son los tradicionales de la política, como la igualdad, la equidad y que tienen un espacio de crecimiento súper atractivo”, subrayó
Otro aspecto que según Toloza se vuelve muy propio de estas formas de protesta es que los jóvenes “son” el mensaje. Algo que tiene mucho sentido porque en los discursos, especialmente los de los políticos actuales, las palabras van perdiendo el sentido, la gente dice una cosa y termina haciendo otra. Encarnar el mensaje en el cuerpo, en una vestimenta, en un gesto, es un mensaje, un gesto de valentía, que es inmediatamente consecuente con el pensar.
La dictadura tailandesa, si bien por el momento no tiene los matices de represión brutal de otras en el pasado de ese país, ha detenido a más de 600 personas, la mayoría sin cargos, que luego han sido puestos en libertad. De todas formas un tribunal de justicia civil condenó en julio, a dos meses de prisión a un activista acusado de violar la ley marcial por participar en una protesta contra el golpe de Estado.