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Grecia dijo No al chantaje europeo

El pueblo griego se sobrepuso a las amenazas de un futuro catastrófico, construidas por los grandes medios de comunicación y autoridades europeos, y respaldó la altivez con que el gobierno de Alexis Tsipras se ha empeñado en una salida justa y digna para la crisis que vive el país.

Patricio López

  Domingo 5 de julio 2015 16:34 hrs. 
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Los griegos dieron este domingo un categórico triunfo a la opción “No” en el referéndum convocado por el Gobierno, para que la ciudadanía se pronunciara sobre si aceptaba las medidas impuestas por las autoridades económicas europeas. Contra todo pronóstico, y con una votación similar en todo el territorio nacional, el rechazo se impuso por un holgado 60 por ciento, sacando más de 20 puntos de ventaja a la de quienes aceptaban el nuevo paquete de ajustes.

En una papeleta, los ciudadanos griegos votaron OXI (no) o NAI (sí) a la propuesta de los acreedores para firmar un nuevo programa de créditos, mal llamado “Rescate”. El resultado tan contundente que se ha conocido es la expresión de un pueblo humillado dispuesto a enarbolar su dignidad, pues se les ha obligado a ajustarse el cinturón una y otra vez en nombre de una deuda que no es su culpa y que de todos modos, con estas condiciones, no puede pagar.

La Grecia que votó hoy tiene una tasa de desempleo del 27 por ciento, que sube a un 60 por ciento entre los jóvenes, y un endeudamiento público que se sitúa en torno al 180 por ciento del PIB. Lo curioso es que en 2010, cuando empezó el primer “rescate”, esta cifra se situaba en el 130 por ciento.

¿A quién o qué se está rescatando entonces?

Para responder a esa pregunta, cabe decir primero que la coyuntura que enfrenta Grecia no es económica, sino política e ideológica. Porque, aunque lo que formalmente se ha estado discutiendo entre el gobierno de Alexis Tsipras y las autoridades europeas es un programa de medidas, lo que está en disputa es dónde debe descansar la soberanía que decida el futuro del país. La negociación ha tenido como gran poder en la trastienda a Angela Merkel, la canciller alemana, ante lo cual Grecia ha ante-puesto que sean sus ciudadanos en el ámbito de la democracia y la política quienes se pronuncien sobre su propio destino.

Así lo reafirmó el primer ministro Alexis Tsipras, cuando concurrió a votar: “hoy el pueblo heleno manda un mensaje de que tiene en sus manos su destino, hoy la democracia vence al miedo, la determinación vence a la propaganda del miedo”.

Pero hay algo más, y muy importante, en juego: en esta desigual negociación los poderes de Europa se han mostrado empecinados en que Syriza fracase en su propósito de sacar al país de la crisis de un modo distinto a las draconianas políticas de ajuste que se han aplicado en toda Europa. Que pierda capital político ante su pueblo –para que otra fuerza más dócil llegue al poder- y ante el resto del continente –para que no se convierta en un ejemplo a imitar, como podría suceder con Podemos en las próximas elecciones españolas-.

Por eso, en la víspera de este referéndum, el ministro de Finanzas Yanis Varoufakis sostuvo que la Eurozona y el Fondo Monetario Internacional “tenían preparado todo esto desde el principio. Ya hace cinco meses existía un plan para acabar con un gobierno que no aceptaba dejarse chantajear por el establishment europeo”.

En esto el interés no es solo de la derecha. Desde que se constituyó la Europa actual sin los llamados “socialismos reales”, no había llegado al gobierno una coalición que estuviera, por decirlo de alguna manera, a la izquierda de la alicaída socialdemocracia. Por eso el debate sobre Grecia es al mismo tiempo un debate sobre el futuro político de cada uno de los países del continente. Por poner un ejemplo, cuando Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias hablan de Grecia, están en realidad pensando en las próximas elecciones españolas.

El referéndum de este domingo ha sido un gesto de una fuerza, Syriza, que ha llegado para romper la hegemonía del capital sobre las decisiones políticas. Hasta enero Grecia, como alguna vez Chile, había sido un laboratorio neoliberal y ahora así muchos quisieran que siguiera siendo.

En tal sentido, resulta curioso que Europa haya rechazado las sucesivas propuestas griegas a pesar de que cumplían con los objetivos de recaudación que les habían fijado. Esto, porque el gobierno de Tsipras pretendía alcanzar tales metas a través de políticas que consideraban alzas de impuestos, en vez de un mero y nuevo recorte del aparato público. De este modo se preserva la versión oficial –propia de una mirada económica de derecha- sobre las causas de la crisis europea, que apuntan a la laxitud en el gasto público. Porque, claro, si ésa es la razón, lo que procede es la disminución de los salarios y del aparato estatal, el retroceso de las políticas de protección social, la privatización de las empresas e incluso intentos por desmontar el Estado del Bienestar, calificado por el intelectual brasileño Emir Sader como la mayor conquista social de la historia de la humanidad.

Pero ¿tiene racionalidad económica esta obstinación? Para los griegos, en absoluto, pues el absurdo de los dos rescates anteriores es que el 73 por ciento de lo recibido ha sido para pagar a los acreedores y un 16 para el financiamiento burocrático del Estado. Es decir, el llamado rescate ni se ha visto en la calles y ha consistido más bien en un conveniente bicicleteo -con intereses- entre quienes prestan y al traspasar ese dinero en el acto cobran una deuda anterior. Por eso, el famoso economista Thomas Piketty afirmó en la edición de Le Monde de este domingo que el presidente de Francia, Francois Hollande, debía usar su autoridad política para impedir una salida de Grecia del euro y que el camino razonable (menos para los usureros) es que “se tiene que reestructurar toda la deuda europea”.

Ahora que el No ha ganado con una mayoría abrumadora, es casi inevitable que la confrontación entre Grecia y la Unión Europea se endurezca, pues el gobierno de Tsipras ha recibido un sólido respaldo político ante la intención de arrinconarlo y ponerlo de rodillas. El país, que ya ha rechazado pagar al FMI la deuda de 16 mil millones de euros que expiró a fines de junio, recibirá probablemente nuevas presiones en los próximos días, si es que las instituciones del euro -el Banco Central Europeo y el Fondo Europeo de Apoyo Financiero- se mantienen empecinadas. Otra alternativa es que esa Europa, liderada por Angela Merkel, comprendiera al fin que no puede condenar a un pueblo entero a una situación donde la salida es imposible. Eso supondría, sin embargo, reconocer que los subyugados tienen razón, lo que no ocurre con mucha frecuencia en la Historia.

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