Oriente Medio no deja de estar presente en los medios de comunicación, dando cuenta con ello que los intereses hegemónicos, geopolíticos, la sed y ambición por los recursos naturales – especialmente gas y petróleo – siguen siendo elementos fundamentales, para entender el por qué una zona milenaria, cuna de civilizaciones y religiones, dotada de una cultura amplia y envidiable, sufre los avatares de guerras y agresiones que generan cientos de miles de muertos, millones de heridos y refugiados y desplazados internos, junto a la destrucción de un patrimonio irrecuperable las futuras generaciones.
Las últimas informaciones nos consignan que el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, viajará a Oriente Medio, catalizado por la presencia militar rusa en apoyo de Siria. La entidad sionista ofrece, a través de Benyamin Netanyahu, reunirse con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) Madmud Abbas, para tratar de detener la indignación del pueblo palestino frente a las continuas profanaciones a sus recintos sagrados y tratar de frenar así una más de las numerosas Intifadas – levantamiento en árabe – de una sociedad harta de promesas y con una realidad plagada de muerte y destrucción.
Esas noticias nos dan a conocer también, que 12 personas, tres menores y un bebé, se ahogan en la misma costa turca donde el cuerpo inerte del pequeño refugiado sirio Aylan Kurdi, mostró al mundo, en septiembre pasado, la cara del horror frente al tema de los inmigrantes y la indolencia de Occidente. Desnudando la vergüenza que debe animarnos frente al drama de cientos de miles de personas, que deben huir de sus hogares por razones económicas, guerras, violencia, agresiones e invasiones. Y hablo de Occidente pues el 85 por ciento de los refugiados encuentran acogida no en los países más ricos, sino que en sus vecinos, entre ellos El Líbano, Turquía, Jordania, Irán que concentran gran parte de esos inmigrantes venidos de Siria, Irak, Afganistán principalmente.
La desvergüenza de occidente y sus socios
Por su parte, la política de agresión contra el pueblo yemení a manos de la Casa Al Saud sigue incólume, sin que la “comunidad internacional” intervenga y condene los crímenes de guerra cometidos por Riad: bombardeos de la población civil, que lo mismo atacan milicianos, bodas, escuelas, hospitales o aldeas. Misma actitud ciega, sorda y muda frente al régimen prosaudí de los Jalifa en Bahréin. En una línea de acción, propia de forajidos regionales, Riad y Doha anuncian sin tapujos que continuarán su apoyo en dinero, armas y mercenarios a favor de los grupos terroristas takfirí que agreden a Siria e Irak. A través de los países mediadores árabes, Arabia Saudita y Catar están comprando armas, como misiles antiaéreos, a Polonia, Ucrania y Bulgaria para abastecer a los grupos takfiríes en Siria y enfrentar a Rusia y sus aviones. “Los saudíes están tratando abastecer a los takfiríes con un gran número de misiles Igla y Strela, de fabricación soviética, en manos de ejércitos de Europa del Este” señaló el diario libanés Al-Safir.
Desde el mundo político occidental, el presidente francés Francois Hollande – antigua potencia colonial en la región del Levante mediterráneo – declaró que la intervención de Rusia en Siria no salvará al presidente Bashar al Assad. Afirmación que muestra toda la desvergüenza intervencionista de este país en la agresión contra Siria. “Bashar no puede ser el futuro, señaló el mandatario galo y las operaciones rusas en Siria contra Daesh no han cambiado en nada la situación en el país árabe pues no ayudan al combate contra el terrorismo”. Palabras descaradas que representan lo que ha sido la política intervencionista francesa en la zona, como también el absoluto fiasco de las operaciones antidaesh donde participa ese país europeo. Meses de bombardeos, que sólo han generado más muertes y destrucción a la población siria pues el objetivo de Estados Unidos y sus socios, entre ellos Francia es destruir a Siria, no apoyarlo en su lucha contra el terrorismo, que más temprano que tarde inundará las capitales de Europa y cuya población tendrá que pedirle explicaciones a personajes como Hollande, Sarkozy, Cameron, Blair, Zapatero, Rajoy, Berlusconi, entre otros miembros de la pléyade de políticos serviles a Washington y cómplices de la entidad sionista y del terrorismo takfirí financiado por la Casa Al Saud.
En un plano de impostura y clara provocación al pueblo sirio, de burla a los llamados para lograr avanzar en caminos de paz en la región, el presidente estadounidense, Barack Obama, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, se han comprometido a “intensificar la lucha antiterrorista y fortalecer la llamada “oposición moderada” en Siria significando con ello profundo desprecio por la vida humana y sobre todo la conducta contumaz de gobiernos, que no satisfechos de haber dado forma a organizaciones terroristas de la talla criminal de Daesh y el Frente al Nusra, Al Qaeda del Magreb y Al Qaeda en Yemen, quieren presentar la continuación en su práctica de agresión e intervención contra los pueblos de Siria e Irak, como un apoyo a grupos supuestamente moderados. En esa decisión va implícito también el acuerdo de Estados Unidos y la OTAN de apoyar a Turquía en su combate al Partido de los Trabajadores del Kurdistán – PKK –.
¿De qué moderados se puede hablar en una guerra contra Siria, que ha generado 250 mil muertos, 1 millón de heridos, ocho millones de desplazados internos y 4 millones de refugiados, principalmente en países vecinos? ¿Cómo hablar de apoyar a grupos moderados frente a la agresión contra Irak que ha fragmentado este país, destruido su infraestructura básica, esquilmado su riqueza petrolífera y generado un millón y medio de muertos y millones de heridos, refugiados y desplazados desde su invasión el año 2003?
Sólo la Revista The Lancet el año 2008, cuando la invasión estadounidense llevaba 5 años, cifró la cantidad de muertos en 660 mil iraquíes, cantidad que aumentó significativamente hasta el año 2011 cuando se retira gran parte de las tropas estadounidenses y es reemplazada la máquina de muerte por Daesh, que comienza a realizar su trabajo sucio tanto en Irak como en Siria incrementando el número de asesinados. Hablamos de cifras enormes, que no parecen asombrar a una comunidad internacional, que asiste impávida a este genocidio contra los pueblos de Siria e Irak como también contra el pueblo palestino, yemení y bareiní.
En este marco de crímenes, de ambiciones, de sistemática política de exterminio resulta una luz de esperanza que existan países, con sus propias políticas regionales e intereses pero que han sido capaces de ir en apoyo de gobiernos legítimos, de sociedades agredidas, de pueblos que día a día están siendo destruidos a punta de bombardeos, misiles, decapitaciones, fusilamientos o simplemente el invisibilizarlos. La República islámica de Irán y la Federación Rusa han dado el paso adelante, nítido y visible de combatir clara y fuertemente a quien hay que destruir y que ha sido definido así por instituciones internacionales como la Organización de Naciones Unidas, la propia Unión Europea – a pesar que muchos de sus miembros son activos aliados del terror – léase: combatir y destruir a Daesh y otros grupos salafistas como el Frente al Nusra y Al Qaeda en sus distintas vertientes, sea ahora en el Levante Mediterráneo o posteriormente en el Magreb o allí donde su acción criminal se extiende.
Rusia e Irán, junto a al Movimiento de Resistencia islámica de El Líbano – Hezbolá – el Ejército Sirio y el Ejército Iraquí, a través de una Coalición formada recientemente, son los únicos que han dado pruebas fehacientes de luchar contra el terrorismo takfirí. Frente a la participación activa y solidaria de Irán y Rusia, los gobiernos occidentales y lógicamente sus aliados regionales como Turquía, Israel y Arabia Saudita – secundado en ello por las Monarquías feudales del Golfo Pérsico – han puesto el grito en el cielo alertando sobre “el peligro que Moscú y Teherán intervengan en defensa del pueblo sirio”. De qué manera calificar estas afirmaciones, sino una suerte de hipocresía amplificada, de una conducta embustera de aquellos países que han organizado, financiado y apoyado el desarrollo y acciones de los grupos terroristas takfirí que operan tanto en el Magreb, como en Oriente Medio y Asia Central: Boko Haram, Al Shabab, Ansarl Dine, Al Qaeda en el Magred, Muyao, Daesh, Jaish Muhajireen wal- Ansar Frente al Nusra, Al Qaeda en Yemen, Abu Sayad, entre otros grupos rigoristas y que han encontrado en la Casa al Saud la fuente inagotable de financiamiento, para imponer la doctrina política y religiosa de esa monarquía: el wahabismo.
La traída sangrienta
Las guerras de agresión contra las sociedades de Oriente Medio seguirán siendo una constante, mientras la política del eje sionista-wahabista siga siendo protegida por la política exterior de Estados Unidos y sus socios occidentales. La triada sangrienta Washington-Tel Aviv-Riad constituye el ejemplo más claro de una asociación ilícita creada para amenazar, destruir y ejecutar políticas genocidas contra el pueblo palestino, sirio, iraquí, yemení y bahreiní. O cualquier pueblo que ose levantarse contra estos grupos de poder, que han utilizado los organismos internacionales para camuflar sus crímenes y permanecer impunes. El apoyo sostenido a Daesh y otros grupos takfirí tienen el claro propósito de ejecutar una guerra secreta contra el Islam, desprestigiarlo, presentarlo como una doctrina que avala el terror. Ese apoyo a Daesh también pretende derrocar al Bashar al Assad, fragmentar aún más a Irak y al mismo tiempo ejecutar una política de cerco contra Irán y un proceso de aislamiento territorial progresivo contra Rusia, iniciado en su momento con el apoyo a los grupos nacionalistas en Ucrania en febrero del año 2014.
Siria e Irak representan un frente de resistencia fundamental frente a los deseos hegemónicos de la triada sangrienta, ya sea en sus propios países como también en Palestina, El Líbano, a los cuales se ha unido la República de Yemen. Estados Unidos consciente de ello no ha escatimado esfuerzos en tratar de destruir sus gobiernos aunque ello implique matar a cientos de miles de sus habitantes, para Washington esas muertes son “daños colaterales” necesarios en aras de los objetivos de dominio Para el imperialismo sea este estadounidense, sionista o wahabista, los derechos humanos son un elemento decorativo, sin importancia. Su supuesta alianza antidaesh es simplemente un invento para encubrir sus ataques a los pueblos sirios e iraquíes y seguir destruyendo su infraestructura y de paso aprovisionar a las fuerzas takfirí.
Par el general Iraní Masud Yazayerí, Subjefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Iraníes “Daesh fue creado por EE.UU. con el objetivo de garantizar la seguridad del régimen de Israel y garantizar su existencia. La contención del Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano – Hezbolá – la intimidación del nuevo frente de resistencia en Irak y, por último, mantener bajo presión a la República Islámica son otros objetivos que persigue Washington en sus recientes complots en la región y, por eso, ha advertido, quiere incautar la profunda estratégica iraní para su propio beneficio. La Revolución Islámica de Irán ha impedido que EE.UU. pueda seguir con sus planes en Asia occidental y el norte de África para conseguir un Medio Oriente amplio y eso justifica la hostilidad de los estadounidenses contra la República Islámica”
Irán, desde el inicio de la agresión contra Siria e Irak, no ha escatimado esfuerzo alguno en apoyar a sus gobiernos, consciente que de otro modo podrán colapsar en manos de una Coalición decidida a derribar sus gobiernos, destruir cualquier atisbo de resistencia antiimperialista y sobre todo teniendo la claridad que el derrocamiento de los gobiernos de Damasco y Bagdad implica que Estados Unidos y sus socios tendrían las manos libres para avanzar contra Irán, un botín que desean tener en su arsenal desde el año 1979 cuando la revolución Iraní, derrocó la Monarquía de los Pahlevi, fiel aliado de occidente en la región. El compromisos de Irán no se ha materializado sólo en defender a Siria en los foros internacionales, sino que ha dispuesto un apoyo militar concreto, tal es así que en los últimos días la República Islámica de Irán perdió a tres altos mandos castrenses: los generales de brigada del cuerpo de guardianes de la revolución Hussein Hamedani, Farshad Hasunizade y Hamid Moitarband. Ese apoyo es indiscutible y moralmente necesario en un momento de la humanidad donde los países tienden a dar vuelta el rostro frente a las políticas de agresión de los más poderosos.
A ese compromiso iraní se unió, desde el 30 de septiembre pasado una, hasta ayer, remisa Rusia, que tardó en reaccionar, pero que hoy se involucra con fuerza en las tareas de lucha contra el terrorismo takfirí y el apoyo claro al gobierno de Siria, país con el que mantiene relaciones desde el año 1944 y conserva allí, en el puerto Mediterráneo de Tartus, la única Base naval Rusa fuera de la fronteras de la federación. Rusia entendió, finalmente, que la Coalición Internacional liderada por estados Unidos tras Siria, Irak, iría tras Teherán y luego Moscú; en una política que se ha venido estableciendo a través de la ampliación hacia el este de la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN – y en general toda la política hegemónica occidental, consolidada tras el derrumbe del campo socialista a fines de los años 80 del siglo XX.
Recordemos que los informes de inteligencia sobre Daesh han indicado la presencia cada día más activa de terroristas de origen checheno en las filas de Daesh, a través de la llamada Jaish Muhajireen wal Ansar – ejército de emigrantes y ayudantes – conocidos también como los combatientes del emirato del Cáucaso, Rusia, Ucrania y Crimea. Es una milicia formada exclusivamente por extranjeros, venidos de las ex repúblicas Soviéticas y es dirigida por un checheno, llamado Abu Omar al-Checheni/al-Shishani, originario de la región del Panksi Gorge georgiano, que luchó en las dos guerras chechenas contra los rusos. Esa presencia chechena y de otras regiones, que forman parte del entorno ruso, representan para Moscú un claro peligro, que prefiere solucionar ahora. Mismo temor que deberían sentir los gobiernos europeos, que saben y conocen de la presencia de miles de nacionales de la Unión Europea en suelo sirio e iraquí y que volverán en algún momento a sus países de origen.
Las guerras de agresión en Oriente Medio continuarán mientras siga viva la alianza Washington-Riad-Tel Aviv. Esas contiendas desiguales e inmorales son aire para los pulmones que alientan al complejo militar industria estadounidense, a la entidad sionista y el lobby del Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-israelí – AIPAC – que hunde sus garras en Washington y una Casa al Saud, que vive sus propias contradicciones internas pero que en el plano regional signan su conducta en el apoyo al terrorismo takfirí, la agresión contra Yemen y el apoyo sostenido al régimen de los Jalifa en Bahréin, junto a la represión sistemática de su propia población.
Únase a ello la decisión turca de incrementar la represión contra su población Kurda e intensificar los ataques contra el PKK, aupado por el apoyo de Washington y la Unión Europea teniendo como pago el que Turquía se convierta en el tapón europeo en el tema de inmigrantes camino a Europa. Más temprano que tarde los intereses de la ineficaz y falsa Coalición internacional contra Daesh – liderada por Estados Unidos – entrará en conflicto con la república Islámica de Irán y la Federación Rusa que no cejarán en su apoyo a Siria e Irak, porque en ello va también su propia seguridad. La agresión sistemática contra Siria desde marzo del año 2011 y contra Irak desde el año 2003 a la fecha ha encontrado en Teherán y Moscú una muralla que no será fácil de evadir. Y en ese escenario, la batalla comunicacional y política juega su propio papel, tan o más importante que la lucha en el campo de batalla.
*Artículo del Autor cedido por Hispantv
Foto principal: Hispantv