Adela Cortina es, en entre muchas cosas, lo que en el último tiempo se ha denominado “una intelectual pública”. Sus libros no solo se venden, sino que se reeditan muchas veces. Como filósofa, se ha concentrado en la Ética y ha puesto especial atención en las éticas aplicadas, como por ejemplo en la actividad empresarial. Tales preocupaciones le han llevado a ser permanente columnista en diarios de su país y a la escritura de obras como el que le valió el Premio Nacional de Ensayo 2014, cuyo título es ¿Para qué sirve realmente la ética?
Recientemente, participó en el Primer Congreso de Éticas Aplicadas organizado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile y la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica.
En España y en Chile hay una crisis de corrupción instalada. En general, existe la percepción de que los poderosos actúan con una noción de la ética basada en que no los pillen. La vara de medida es el prestigio ante los demás y no algo previo al escrutinio público, a la mirada ajena ¿Cómo ve ese fenómeno?
Al poder político le ocurre como a la mayoría de las personas: importa mucho la reputación, pero no importa tanto la conciencia. Hay una diferencia entre conciencia personal y reputación. Algo cambia cuando otros nos están viendo. A todos nos interesa mucho nuestra reputación, pero cada vez menos nuestra conciencia. Eso ocurre en la política, en la empresa y la vida cotidiana y es uno de los problemas serios de nuestro tiempo.
¿Cómo se forma nuestra conciencia? Es una pregunta relevante, porque si alguien entiende que tiene que actuar por condición moral, porque las cosas se tienen que hacer así, porque su meta es el bien común y está convencido de eso, por difícil que sea en ocasiones, pues en cualquier ocasión intentará hacerlo. Si esas condiciones han ido desapareciendo o no están claras, en el momento en que se piensa que no te pueden ver vas a realizar actos delictivos. Lo bueno de nuestra época es que como vivimos en sociedades democráticas, ese tipo de actuaciones salen a la luz, lo que es muy importante.
En España hemos estado bajo un régimen autoritario, ustedes han tenido también una experiencia dictatorial fuerte y lo que no se puede decir es que entonces no había actos de corrupción. Está claro que los había, sólo que no se sabía nada. Y creo que, en España, una cosa muy buena es que han salido a la luz y que, además, a las personas de niveles muy altos se les ha enjuiciado y se les está castigando. Eso para la sociedad ha sido muy positivo, porque es la demostración de que las instituciones funcionan y de que la Ley está intentando ser igual para todos, cosa que en algún tiempo era impensable.
¿Hay algo que se pueda hacer para inducir a las sociedades contemporáneas hacia una mayor preocupación por la conciencia personal, en vez de esta mirada sobre la ética como mero instrumento de reputación?
Yo publiqué un artículo, “Conciencia y reputación”, precisamente por la preocupación respecto a dónde se está formando la conciencia de las personas en las sociedades pluralistas. Esto es fundamental, a la gente las actuaciones externas se les pueden vigilar más o menos, pero siempre queda el lugar de la conciencia que es el punto único de todas las decisiones.
Entonces es fundamental tratar de educarla, tanto en la familia como en la escuela y en las universidades, de tal manera que entendamos que una persona es tanto o más autónoma, más agente de su propia vida cuando efectivamente tiene una conciencia por la que se rige. Porque si no, en último término, para el tránsito de nuestras vidas estamos más pendientes de qué piensan los demás de nosotros.
Los medios de comunicación no son neutrales
En las escuelas de Periodismo hubo toda una corriente que veía a los medios de comunicación como órganos neutros, meras correas transmisoras entre la noticia y el público, pero ya que estamos hablando de esa dimensión ética ¿Cuál es su rol en esta encrucijada?
Los medios de comunicación tienen un papel importantísimo, hasta el punto que yo diría que la ética de los medios de comunicación es la más importante en una sociedad democrática, porque el medio tiene que transmitir aquellas noticias que piensa que son de interés público y que no dañan una privacidad. Todos tenemos derecho a la intimidad y eso es muy difícil de medir ¿Cuándo acaba y cuándo empieza ese derecho?
En ese sentido, yo creo que tienen que intentar dar noticias que sean de interés público, que no sean sencillamente sensacionalistas: no crear ese escenario en que la gente compra el periódico para ver cuál es la última historia morbosa. No, yo creo que el medio de comunicación tiene que evitar el amarillismo y siempre que dé una noticia, tiene que estar comprobada. Porque eso de intentar ser o hacer creer que se es absolutamente neutral ¡No hay nadie que lo sea, el ser humano no puede ser neutral!
Adela, lo que usted plantea no es tan sencillo, pues vivimos en una sociedad capitalista en que los medios de comunicación están altamente determinados por necesidades de financiamiento, es decir, los auspiciadores, lo que equivale a decir que suelen depender de un interés privado y no de un interés público.
Yo creo que los medios evidentemente tienen esta hipoteca con los dueños de los medios, que quieren que se den unas noticias y no otras, algún aspecto y no otro. Entonces, creo que hay que evitar los monopolios, multiplicar los medios de comunicación de tal manera de que haya por lo menos distintas versiones de cada uno de los hechos. Que no haya sólo un medio, una sola posibilidad, sino que haya distintos.
O sea ¿se podría decir que para que los medios cumplan con esa exigencia ética primordial debe haber una legislación que impida la concentración?
Claro, no tiene que haber concentración. Hay países donde todos los medios de comunicación son de la misma propiedad, de la misma gente, entonces hay sólo una voz que se oye, a la que los ciudadanos se acostumbran. Cuando hay multiplicidad de medios, hay multiplicidad de voces y cada uno va a leer aquel medio que consiente más. Eso se llama pluralismo.
La existencia de muchos medios es la más adecuada para una sociedad plural y, desde luego, el monopolio jamás lo es.
Derechos, neoliberalismo y dimensión ética
En Chile estamos bajo un modelo neoliberal, el que según los economistas es aplicado con el mayor nivel de profundidad en el mundo. Respecto a las consecuencias se podrían decir muchas cosas, pero hay al menos dos: una, que se plantea el éxito como un bien supremo muy por encima de la virtud y, segundo, que se promueve la idea de que ese éxito depende del esfuerzo individual, por lo tanto, restringe nuestras referencias colectivas ¿Qué vínculo podría hacer entre la ética y las premisas de este modelo?
Creo que el modelo que hay que proponer es el de la Economía Social de mercado. El neoliberalismo no hace más que agrandar la brecha entre ricos y pobres y generar desigualdad. Es un modelo que tiene que ser superado, en el entendido que el mercado es el mejor mecanismo para la asignación de recursos, porque tiene en cuenta la oferta y la demanda, pero que ese mecanismo funciona dentro de un marco político que asegura que unos bienes que son básicos no queden al juego del mercado y que haya un nivel de justicia y satisfacción de las personas que no posibilite, en absoluto, que la gente quede en la indigencia o abandonada de ninguna manera.
El modelo neoliberal me parece absolutamente equivocado, entre otras razones porque educa para la competencia y no para la cooperación. Me parece que una de las maravillas de los seres humanos es que pueden lograr, a través de la cooperación, las mejores cosas. La conquista de la libertad y del bien tienen que ser cooperativas y el modelo neoliberal está educando para el conflicto, el individualismo exacerbado, cuando en realidad todos nos necesitamos unos a otros.
El individualismo es una ideología falsa y, además –como se decía en mis tiempos–, es una política deformada y deformante de la realidad, que ejerce una clase determinada para seguir manteniendo la dominación.
En España ha habido un debate muy intenso sobre salud pública. Su venida a Chile coincide con la explosión de una bomba acumulada sobre el mismo tema. En un artículo, usted planteaba que la salud pública no es un mero tema de debate, sino un problema moral ¿Por qué lo concibe de esa manera?
Dentro de los bienes básicos para las personas, tal vez el más importante es la salud. Es uno de los bienes que no puede quedar en el juego del mercado. No puede ser que la atención sanitaria la reciban quienes la pueden pagar y no la reciban quienes no puedan pagársela.
Es uno de los derechos humanos primordiales. En una sociedad justa, las personas tienen que tener una asistencia sanitaria y, además, de calidad. Es un mínimo indiscutible porque, sin salud, es muy difícil que una persona pueda intentar educarse y ser feliz. Es elemental.
En España se consiguió una sanidad pública de un nivel de calidad muy razonable. La Seguridad Social conseguía que cualquier persona recibiera una asistencia sanitaria muy seria y, evidentemente, sin que desembolsara nada, pagándose con los impuestos de todos, como es muy natural.
Desgraciadamente, este modelo está retrocediendo en los últimos tiempos y lo lamentamos muchos, porque es un mínimo de justicia.
¿Y qué pasa en sociedades como la nuestra, en donde ese mínimo no ocurre y donde, además, el poder, el discurso oficial no se había dado cuenta de que estábamos incumpliendo con una cosa tan elemental?
Hay que sacar a la luz las evidencias. A veces no se ve lo obvio y en eso los medios de comunicación tienen una tarea importante porque cualquier persona que esté hablando con un poco de seriedad se da cuenta que la salud es básica, como la educación. Si el poder político no se da cuenta de eso, es la sociedad civil y los medios de comunicación quienes tienen que hacérselo saber.
Pero pasa que en Chile la Constitución Política, que fue concebida en dictadura en 1980, no garantiza ni la salud ni la educación como derechos a todo evento.
¡Pues eso es una barbaridad, sencillamente! ¡Hay que reformar la Constitución, es de sentido común! Ustedes ahora están en ese proceso, entonces yo pediría a todos los chilenos que participen, estén muy atentos y exijan que en la Constitución aparezcan sus derechos como básicos e indiscutibles ¡Es el momento!
Los remezones de Europa
Emir Sader, destacado intelectual brasileño, planteó que el “Estado de Bienestar” europeo era la mayor conquista social de la historia de la humanidad, pero eso ha estado en cuestión después de la crisis ¿Qué pasaría con Europa, pero en general qué pasaría con las luchas sociales de tantas generaciones de seres humanos en todas partes si este modelo de “Estado de Bienestar” se viniera abajo?
Sería catastrófico. Por desgracia, se está viviendo abajo, pero no solamente ha habido esos recortes del sistema de bienestar que habría que recuperar de otra manera, sino que en este momento en Europa tenemos un conjunto de problemas, como es la crisis de los refugiados e inmigrantes que es algo verdaderamente dramático, o más bien trágico, porque es gente que está huyendo de Siria o de Libia y viene a morir en los mares o a no ser acogidos.
Entonces, en este momento, esta preocupación, a mi modo de ver, es la más importante que tenemos en Europa. Ésta y el Estado Islámico, son dos temas que deberían estar en el centro de la reflexión. Están muriendo miles de personas todos los días. No es que no haya asistencia sanitaria, que ya es grave, es que vienen una serie de refugiados y de inmigrantes que se mueren en el mar. Entonces, estos temas no son ni siquiera el Estado de Bienestar, sino algo más básico todavía.
¿Cómo se enfrenta? Porque cuando eran dos mil, los alemanes los fueron a recibir a las estaciones de trenes, pero cuando empezaron a ser 100 mil, 200 mil o 300 mil, muchos europeos empezaron a pedir a sus gobiernos que cerraran las fronteras. Y la apertura de fronteras es uno de los principios fundantes de la Unión Europea.
Yo creo que la actitud de Angela Merkel ha sido muy buena, hay que decirlo. Ha sido una actitud heroica, porque es quien ha dicho esto debería ser así, tenemos que hacer una política de puertas abiertas. Y realmente se está jugando su puesto, porque le están volviendo la espalda los socialdemócratas, los democratacristianos, absolutamente todo el mundo. Creo que está teniendo una actitud fantástica. Está demostrando que sabe ser una líder, que merece todo el respeto desde mi punto de vista. Evidentemente, hay que intentar resolver el problema de Siria, y no sólo porque en la Unión Europea es difícil asumir a tanta gente, sino porque las personas se van, cuando deberían poder ejercer el derecho a quedarse en su casa.
Ahí las medidas diplomáticas tendrían que estar funcionando de todos los modos posibles para evitar una auténtica tragedia. Y bueno, en el caso de que de momento no lo resuelvan, el tema de la acogida hay que plantearlo en sí. No se puede dejar que la gente siga muriendo en el mar.
Está además el tema del terrorismo que genera en la población una sensación de miedo profundo. Y, por lo general, lo que los gobiernos hacen es ofrecer una solución a cambio de sacrificar libertades individuales ¿Cómo analiza usted ese dilema?
Creo que profundizar en las medidas de seguridad no es atentar contra los derechos individuales. El hecho que en los aeropuertos se nos tenga que revisar el equipaje no es ir en contra de eso. Y en este momento se está demostrando que son necesarias, porque cada vez se está descubriendo más que en España, en Francia o en Alemania hay una serie de focos o gente que está trabajando por un Estado que sencillamente es asesino. Habría que ver qué quiere decir atentar contra un derecho individual.
En el caso de Estados Unidos se descubrió, años después, que una de las maneras de combatir el terrorismo fue intervenir las llamadas telefónicas e intervenir los correos electrónicos masivamente, no selectivamente. Es una posibilidad concreta que eventualmente podría ocurrir en Europa.
De momento no se está planteando. Si se planteara, en Europa creo que no sería masivamente, sino selectivamente, con mucho cuidado, porque hay muchos partidos progresistas que protestarían. Pero también hay que ir con mucho cuidado con esta tendencia al buenismo, a decir que no se haga, porque a la gente la están asesinando. Lo que ha pasado en Francia ha sido terrible, pero hay una cantidad de gente que están degollando de una manera tan monstruosa que, caramba, ese tipo de cosas también hay que mirarlas. Eso no se puede permitir, de verdad. Hay que ir con cuidado con estos buenismos maravillosos de gente que no resuelve los problemas. Los problemas hay que intentar resolverlos.