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Racismo en Chile, la piel como marca de la inmigración

El volumen es una recopilación de los trabajos expuestos en el Seminario realizado en abril de 2015 en la casa central de la Universidad de Chile y dirigido por la académica María Emilia Tijoux, en el que participaron representantes de instituciones del Estado, académicos, estudiantes y organizaciones de inmigrantes que entregaron sus distintas voces y puntos de vista sobre de los desplazamientos humanos en nuestro país durante los últimos años.

Felipe Reyes

  Lunes 16 de mayo 2016 19:19 hrs. 
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En noviembre de 2014, mientras se jugaba el partido de la primera división entre el equipo de San Marcos de Arica y O’Higgins en el estadio El Teniente de Rancagua, desde las graderías comenzaron a resonar las burlas, los insultos y las bromas racistas contra el jugador venezolano Emilio Rentería, delantero del equipo nortino. “Mono”, fue solo uno de los improperios que debió soportar el jugador desde las tribunas, lo que obligó al árbitro a suspender el encuentro por un unos minutos. La imagen dio vuelta al mundo, el jugador lloró sobre el césped recibiendo el apoyo de sus compañeros y el triste episodio volvió a instalar el debate -al menos por unos días- respecto a qué tan racistas e intolerantes somos los chilenos.

Pese al episodio vivido por el futbolista venezolano, Chile sigue siendo un destino cotizado por los inmigrantes. De acuerdo a estudios de la ONU, somos el país de la región que mayor crecimiento migratorio experimentó desde los años 90. Según una estimación del Departamento de Extranjería y Migración (DEM), del Ministerio del Interior, la cantidad de extranjeros regulares residentes en Chile llega a unos 441 mil. De acuerdo al organismo, la mayoría son peruanos (37,8%), seguidos por argentinos (15%) y bolivianos (7,7%). Por edad, el rango está entre los 19 y 56 años. En lo que se refiere a salud, el 42,5% de los extranjeros cotiza en Fonasa y el 15,6% lo hace en una Isapre. Es decir, más de la mitad tiene acceso a la salud. Y en materia educacional, los números también los favorecen: el inmigrante tiene en promedio 12,3 años de escolaridad; el chileno, en cambio, promedia 10,5 años.

Pese a las frías cifras, las estadísticas entran en contradicción con la Ley Migratoria vigente desde 1975, inspirada en la doctrina de la Seguridad Nacional que concibe al extranjero como un riesgo potencial y establece múltiples barreras que dificultan su entrada. Lo que se ha traducido en redes de tráfico de personas que facilitan el ingreso ilegal y muchas veces constituyen el inicio de una cadena de abusos que vulnera derechos básicos de los migrantes de menos recursos.

Desde fines de la década de los noventa, el arribo a suelo nacional de latinoamericanos y caribeños ha significado un importante cambio cultural que aún está en proceso, pues es importante recordar que desde siempre en nuestro país el color de la piel, el grosor de los labios, la altura, la forma de los ojos, pómulos, lo liso o rizado del pelo son algunos rasgos corporales característicos que señalan el origen, la clase social y las condiciones económicas y culturales de una persona, rasgos que muchas veces se acentúan y se “oscurecen” en el caso de hombres y mujeres que llegan a nuestro país buscando una mejor vida, de un mejor trabajo y educación para sus hijos.

El libro Racismo en Chile. La piel como marca de la inmigración, es una recopilación de los trabajos expuestos en el Seminario del mismo nombre realizado en abril de 2015 en la casa central de la Universidad de Chile y dirigido por la académica María Emilia Tijoux, y en el cual participaron representantes de instituciones del Estado, académicos, estudiantes y organizaciones de inmigrantes que entregaron sus distintas voces y puntos de vista sobre esta compleja realidad y las consecuencias de los desplazamientos humanos en nuestro país durante los últimos años.

De esta forma, Racismo en Chile da cuenta de esa parte de nuestra historia fraguada en ideologías políticas y en imaginarios derivados del período Colonial y de un Estado-Nación que incesantemente buscó un desarrollo “blanco” que lograra acercarse al europeo, por ello se invitaba a trabajadores venidos del norte de Europa para “mejorar la raza”. Esta búsqueda de “mejoría racial” se hizo en contra de “negros” e indios, contra esos sujetos negados y castigados históricamente, pero al mismo tiempo útiles, y que se buscaba docilizar y someter. Era la constante preocupación política de las nuevas naciones latinoamericanas por constituir identidad, negando un pasado indígena y mestizo. Entonces, y producto de ese triste antecedente histórico, el deseo de “ser blanco”, es una aspiración totalmente arraigada en la sociedad chilena.

El primer capítulo del libro, Presencia del racismo en Chile: regreso de la raza e inmigración como problema, da cuenta de las percepciones sobre los orígenes africanos, para mirar la historia desde la distancia que nos separa de la abolición de la esclavitud, y la idea de “blancura” a partir de la jerarquización de ciertos grupos sociales, y lo expuesto por historiadores nacionales como Diego Barros Arana y Francisco Antonio Encina.

El segundo capítulo, Inmigrantes en Chile: los derechos en disputa, nos explica el significado que tiene ser inmigrante en el Chile actual y la necesidad y urgencia de una nueva Ley migratoria de acuerdo a la realidad de los nuevos tiempos. Además, explora el mito la “conflictividad social” atribuida a ciertas nacionalidades y el humor chileno sexualizado hacia la población “negra”. Este capítulo también examina la violencia racista y hace un recorrido por los principales hechos violentos que se producen contra los inmigrantes.

El tercer capítulo, Espacios de vida inmigrante y fronteras del racismo, nos introduce en la cotidianidad de los barrios emergentes y la discriminación de los inmigrantes a partir de las dinámicas propias de la sociedad urbana chilena, y la experiencia en la población Los Nogales, de la comuna de Estación central, señalada como “el preludio de un gueto”. En este capítulo es posible conocer los testimonios de hombres y mujeres colombianos en Arica, que nos muestran las complejas y múltiples dificultades que deben enfrentar para residir y relacionarse con los habitantes de esa ciudad. También conoceremos los conflictos y desigualdades en el mundo del trabajo y las repercusiones en la educación de los hijos en las escuelas nuestro país.

El cuarto capítulo, Imaginarios y huellas culturales del racismo: construcciones y publicaciones de la negritud, nos introduce en el impuesto imaginario nacional sobre la inmigración afrodescendiente y su participación en el mercado del sexo, para finalizar con textos del poeta dominicano residente en nuestro país, Johan Mijail, que dan cuenta de la dificultad de ser inmigrante “negro” en Chile.

Racismo en Ch...

De esta forma, Racismo en Chile. La piel como marca de la inmigración nos muestra la discriminación como una práctica basada en mitos violentamente desplegados contra quienes se considera como “los otros inferiores”, potenciando una supuesta superioridad de “lo chileno”, visa para explotar, humillar y excluir a los venidos de otras tierras latinoamericanas, lo que nos invitan a recordar y hacer carne las palabras del músico y poeta peruano Nicomedes Santa Cruz: “Yo no coloreé mi continente/ no pinté verde Brasil/ amarillo Perú/ rojo Bolivia./ Yo no tracé líneas territoriales/ separando al hermano del hermano”.

Racismo en Chile. La piel como marca de la inmigración
María Emilia Tijoux (editora)
Editorial Universitaria, 280 páginas.

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