El pasado 29 de abril se celebró el Día Internacional de la Danza en un contexto atípico marcado por la crisis sanitaria que ha generado la propagación del coronavirus en el planeta entero.
“Estamos atravesando tragedias inimaginables en un tiempo que mejor podría describir como la era post humana. Más que nunca necesitamos bailar con un propósito para recordar al mundo que la humanidad todavía existe…”, es parte del mensaje oficial para este año 2020 que hizo el bailarín, coreógrafo y docente sudafricano Gregory Vuyani Maqoma, apuntando a la fuerza de la danza como forma de dar sentido al mundo, de buscar la libertad y la dignidad humana.
En ese sentido, la danza ha estado presente en distintos momentos que han sucedido a lo largo de la historia, desde expresiones corporales ancestrales hasta otras expresiones del movimiento contemporáneas, de manera colectiva como individual, manifestándose de muchas maneras posibles y atendiendo a una multiplicidad de necesidades y razones.
Pero, ¿cómo se vive o se piensa la danza en el actual panorama de distanciamiento social generalizado, cuarentenas, toques de queda, cierre de espacios públicos y privados, y un sinfín de medidas adoptadas por los gobiernos y autoridades locales para disminuir el riesgo de contagio de este virus? ¿Cómo influye la realidad de las personas en sus formas de relacionarse con el movimiento y con el espacio?
El paradigma de respuestas es amplio y por ello diversas personas que se vinculan a la danza comparten sus experiencias y reflexiones durante este periodo de confinamiento.
Francisca Espinoza, bailarina y profesora U. de Chile.
“Hay grandes preguntas para hacerse en el día de la danza, porque hay tantas danzas; estamos danzas folclóricas, danzas expresivas, etc. Dónde comienza la danza, por qué la celebramos y quiénes la celebramos son buenas interrogantes para abrirnos y poder comprender que nos pertenece a todas y todos. El Día de la Danza aún tiene aspectos muy colonialistas en el sentido de que ‘proviene de’, casi como si fuera de exportación, pero la danza la vivimos socialmente también, es parte de nuestras celebraciones y manifestaciones. Esta ideología que se academizó estableció a la danza como atributo profesional y no podemos perder el foco que ésta es inherente al ser humano y como medio de expresión tiene relación con nuestro entorno, con nuestro propio espacio, microespacio y macroespacio. Podemos hacer incluso un análisis de qué danza es la que tienes en tu familia, podemos preguntarnos de cuantas maneras se puede bailar, de cuantas maneras podemos definir que lo que estamos haciendo es danza. El moverse o bailar sola, por ejemplo, es parte de la experiencia de la improvisación, si bien muchas veces estamos con un grupo de personas sociabilizando, hay un espacio íntimo siempre en esa búsqueda de la improvisación del movimiento. Al buscar tu danza o una danza comunitaria hay un diálogo entre el espacio propio y el espacio más pluralista. No es algo tan ajeno, no es tan extraño bailar solo o sola, lo extraño -más que nada- es cambiar el paradigma en relación al espacio donde lo estás haciendo y el por qué lo estás haciendo”.
Rodrigo Oyarzún, estudiante de danza.
“Con todo lo que acontece en el país y a nivel mundial, ha sido complejo para mí en relación a la danza, ya que el distanciamiento nos limita a desarrollarnos socialmente, en especial, poder relacionarnos con un otro a través de la mirada, el tacto, el olfato, el gusto, la escucha, sentidos que constantemente se hacen presente cuando danzamos. Estos días que llevo en casa, no he bailado ni he tomado clases de danza y a pesar de que he intentado conectarme con gente que está haciendo clases por redes sociales, la verdad es que mi cuerpo se siente raro, sin ganas de moverse, le hace falta la conexión que sentía antes de que todo esto comenzara, ese impulso que recorre hasta los lugares más recónditos de tu cuerpo, provocando el movimiento en su máxima expresión, ese gesto que hace que tu piel se erice, ahí es donde quiero reencontrarme. Pienso que todo esto, nos sirve para mirar lo que estábamos haciendo y poder ser más conscientes de lo que hay a nuestro alrededor, en especial a quienes tenemos a nuestro lado”.
Claudia Urrutia, profesora en academia de baile.
“Ya que no podemos salir por la cuarentena en Arica hemos tenido que volver hacia adentro de nosotros mismos y la danza, en lo personal, me ha ayudado a encontrar el bienestar y la estabilidad para hacer de este proceso de encierro algo sano. Es difícil no ver a mis alumnos, a mis colegas, no sentirlos, pero las redes sociales han permitido continuar con mis clases, motivar a gente que le está costando trabajo llevar estos días, a bailar conmigo a distancia. No es lo mismo hacerlo a través de una pantalla, pero movernos al mismo compás nos une y nos entrega un momento íntimo, de conexión y eso es lo mágico que la danza nos entrega. Son tiempos difíciles para los artistas, pero me aferro a lo que me mantiene activa, a utilizar el tiempo para crear y creer que esta circunstancia nos va a servir de inspiración, valorar lo importante del arte para la sociedad y esperar con ansias el momento de volver a reencontrarme con los míos en el salón, en la barra o en el escenario”.
Andrés Gutiérrez, actor y bailarín de danza Butoh
“Está un poco brava la cosa, no hemos tenido apoyo alguno del gobierno en cuanto a la cultura, lamentablemente vivimos en un país y con un gobierno que no apoya la cultura. Estamos en ascuas sin trabajo alguno, haciendo distintas cosas para poder generar ingresos, por mi parte estoy haciendo clases online con la danza butoh que es más ‘under’ y que surge en Japón en la década del 50 como un movimiento debido al dolor que vivieron las personas en esa época, participo en la escuela virtual “Canal Samadhi” que abrimos a través de Facebook, y también me encuentro trabajando en la creación de un videodanza que haré desde mi casa. Ya llevo dos meses aquí. He estado trabajando, creando, no estoy parado, estoy desarrollando propuestas coreográficas e incluso ya tengo armadas cinco obras de aquí al 2027 apenas se pueda mover en un espacio físico. Lo que tengo claro es que no quiero estar encerrado, quiero estar al aire libre así que se vienen hartos montajes callejeros. Imagínate para un bailarín no poder bailar en escenarios y que se haya cerrado todo, es fuerte, y es algo que estamos viviendo desde el 18 de octubre que fue cuando se empezaron a cancelar trabajos”.
Hugo Troncoso, zapateador latinoamericano y monitor de cultura tradicional
“Yo me dedico a un rubro que no está muy visibilizado culturalmente, el de los zapateos latinoamericanos, y no hemos tenido shows. Partió con el estallido social, no tengo ningún problema con las movilizaciones, pero con esto de la pandemia definitivamente bajó toda la actividad. Estaba dando clases de cultura tradicional y la realidad ahora es que estoy cesante. Si bien no deberíamos salir de la casa, con mi pareja salimos a bailar cueca chilena al metro y con eso nos hacemos la meta para pagar el arriendo. Como no hay salas para ensayar, lo hacemos en el departamento, en el espacio que debería ser living improvisamos y en la noche usamos las ventanas como espejo ya que nos reflejamos. Vivimos en Estación Central y tenemos vecinos de distintos países que no tienen problema con el ruido. Es un espacio multicultural aquí”.
Claudia Vicuña, bailarina y directora (s) del Depto. de Danza de la U. de Chile
“Como estamos viendo, las relaciones sociales se van transformando en relación a los contextos y la realidad en la que estamos ha hecho que la manera de sociabilizar vaya cambiando y se vayan actualizando o redefiniendo. Sigue habiendo mucha vinculación en el mundo de la danza en este contexto de ‘aislamiento’, lo que cambia es el modo de presencialidad que ahora es a través de redes virtuales principalmente, pero siguen habiendo encuentros, foros, prácticas. Lo más interesante es que se transforma en una manifestación no académica y no artística sobre todo por esta necesidad de corporalizar lo que está pasando. Precisamente, analizando este panorama en el Departamento de Danza de la Facultad de Artes estamos trabajando en repensar el proceso de enseñanza-aprendizaje de la disciplina a la manera remota. Esta nueva realidad llegó de manera radical y repentina, por eso nuestra atención ha estado puesta cien por ciento en todo lo que significa, no es sólo readecuar programas, también es repensar la danza y repensar los modos en los que nos vamos a relacionar como profesores, estudiantes y artistas”.