El presidente argentino, Alberto Fernández, se había comprometido a enviar al Congreso el proyecto de ley de legalización del aborto al asumir la presidencia, aunque luego debió suspender el trámite por la pandemia. Ahora el Ejecutivo busca que el proyecto se trate y se apruebe antes de fin de año.

El Gobierno tendría los votos asegurados en Diputados pero, como en 2018, podría ser rechazado en el Senado, más conservador. A menos que la vicepresidenta y presidenta de la Cámara Alta, Cristina Fernández de Kirchner, imponga una disciplina estricta a su bancada. No será fácil, porque es un tema considerado de conciencia.

Además, Kirchner, hasta hace poco ambigua respecto de la cuestión, no siempre busca ayudar al presidente que eligió.

También contará el peso del papa Francisco, que simpatiza con el gobierno peronista pero se opone a que en su país se legalice el aborto y puede crearle dificultades a Fernández gracias a las organizaciones sociales que le responden.

Por último, la movilización de los pañuelos verdes del movimiento feminista será más difícil este año debido a las restricciones impuestas por la situación sanitaria.

La noticia produjo escenas de alborozo y festejos en una manifestación de miles de activistas progubernamentales que rodean al Congreso en apoyo al debate para aprobar un impuesto extraordinario a las 9.300 grandes fortunas del país para subsidiar el sistema de salud, entre otros propósitos, en medio de la pandemia de covid-19 que ha causado más de 35.000 muertos y más de 1,3 millones de infectados.

En Argentina el aborto sólo está permitido en caso de violación o peligro para la vida de la mujer, legislación que rige desde la década de 1920.