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Escritor Daniel Hidalgo: “Estamos secuestrados por el realismo”

El escritor porteño acaba de publicar su cuarto libro: El último pogo de Rita Maldita. En la novela, el autor se sumerge en una historia marcada por la violencia de género, las desapariciones y los relatos fragmentados. “Es un thriller bien excéntrico”, adelanta.

Abril Becerra

  Jueves 25 de marzo 2021 18:50 hrs. 
Daniel Hidalgo (c) Diego Hidalgo (1)

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Desde hace quince años Daniel Hidalgo (1983) divide su tiempo entre la docencia y la escritura. Así, desde el diálogo entre ambas disciplinas, ha publicado libros como Canciones punk para señoritas autodestructivas (Premio Mejores Obras Literarias por el Consejo Nacional de la Cultura y la Artes), Fanfiction (finalista del Premio Municipal de Literatura de Santiago) y Manual para robar en el supermercado (Premio Mejor Obra Literaria en la categoría Marta Brunet a las publicaciones infantiles y juveniles del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes).

Hoy, no obstante, el autor de Valparaíso llega a las librerías nacionales con una nueva entrega: El último pogo de Rita Maldita (Editorial Planeta). En la obra, Hidalgo presenta una historia marcada por los abusos, las drogas y la violencia de género. Protagonizada por un grupo de jóvenes marginados del sistema, el relato se desarrollará a partir de la desaparición de una joven en medio de un festival de rock independiente. Pero, en la novela nada es lo que parece y pronto el caso desembocará en una historia casi surrealista: “Es un thriller bien excéntrico”, adelanta el escritor. 

¿Cómo surge la historia detrás de El último pogo de Rita Maldita

Surge por una necesidad de probar distintos registros. Este es mi cuarto libro y sentía que ya había agotado cierta forma de hacer narrativa. Quería probar si los elementos que había explorado en mis libros anteriores, podían aplicarse a un texto distinto. Fue tan intenso ese encuentro que al final es como si este libro fuesen muchos proyectos distintos: hay distintos géneros, registros, tonalidades. Lo puse a prueba al cien por ciento.

¿Qué fue lo que gatilló esta exploración?

Me pasaban varias cosas. Efectivamente, había una especie de aburrimiento estético, pero además estaba súper podrido con el tema del realismo. Este libro también tiene que ver con buscar esa forma. Es una renuncia a este realismo fome que tradicionalmente nos tiene súper marcados en la tradición chilena. Estamos secuestrados por el realismo y quería probar otros géneros que no necesariamente son fantásticos. Es una forma absolutamente libre de ejercer la literatura sin tanta tranca, sin tantos límites. Creo que la novela se trata de una chica que se extravía y de la imposibilidad de encontrarla. Entonces, cuando el realismo agota esa realidad, por falta de pistas, el relato accede a lo fantástico, a lo surrealista, a lo onírico o al delirio. Ahí hay una metáfora, porque mucha gente se pierde y no aparece más. portada_el-ultimo-pogo-de-rita-maldita

En el libro también existe esta representación de “generación perdida”. ¿Qué te interesaba explorar ahí?

En el fondo, cuando encontré la historia, sentí la necesidad de indagar en todo aquello que significa perderse: perderse en la modernidad, perderse en lo contemporáneo, perderse en la ciudad, perderse un poco en la vida y toda estas acepciones que nos permitían reflexionar en torno a una figura del extravío, de perder el control, de entregarse a la desaparición. Y no solamente los jóvenes, los personajes adultos también están perdidos.

Respecto de temas como la violencia de género y la violencia en el pololeo, ¿por qué decidiste tocar el tema en esta historia? 

Se dio de forma natural. En el momento en que decidí abordar personajes femeninos, lo que menos quería era que fueran caricaturas. Entonces, hice eco de muchos testimonios, de muchas conversaciones con amigas y familiares. También me pasó como profe: una vez una chica llegó reclamando que la habían manoseado en el Metro e intervinieron sus compañeras. Entonces, eran 30 niñas y te juro que de las 30 no había ninguna que no hubiese tenido alguna experiencia de acoso en la vía pública. Entonces, me parecía que al menos desde la ficción no quería hacerme el loco con esto. 

En distintos libros tuyos, existe una clara representación del margen. ¿Qué hay detrás de este ejercicio? 

Me di cuenta o quiero creer que el margen no es solamente de un estrato territorial, social, sino que hay marginalidades estrictamente posmodernas que pueden estar en un centro urbano, en el mall. O sea, soy de Valparaíso y la imagen de los punks pidiendo plata afuera del supermercado me proyecta esa idea de que la marginalidad no es estar en la periferia, sino que es estar habitando el centro, pero casi como un ataque al centro económico. La marginalidad de estos personajes no está tan marcada por lo territorial, que me parece un discurso acabado, incluso patriótico, de querer describir el barrio, la pobla. La verdadera marginalidad está en los pueblitos dejados de lado por las lógicas gubernamentales. Me gusta esa idea. No de definir un margen sino que de ir en la búsqueda de qué podría ser marginal efectivamente el día de hoy.

¿Cómo defines el relato presente en el libro?

Lo he pensado harto, porque al principio entregué este texto al editor sin tener idea de qué era. Recuerdo mucho que cuando chico mis papás tenían un videoclub que fue uno de los primeros en la Región de Valparaíso. Mi sección favorita siempre era el thriller, porque ahí podías encontrar de todo. Creo que esta novela podría traducirse como un thriller, pero en verdad creo que es un thriller bien excéntrico. Es un thriller existencial-surrealista y con mucho cariño por los géneros menores. Estoy un poco cansado de los discursos canónicos. 

¿Qué opinas de la autoficción que ha marcado a la generación más reciente de escritores?

La verdad, me aburre harto. No quiero juzgar a nadie, creo por sobre todo en la libertad artística de que cada uno escriba lo que mejor quiera hacer, lo que mejor le salga. Ahora lo que me hace ruido y me molesta mucho es que haya un mercado del yo. Creo que tiene que ver con los tiempos que estamos viviendo, con tanto influencers, con tanta selfie y con tanta exhibición del cuerpo. Me parece que es algo un poco manoseado. Además, me parece un poco tramposo porque en el fondo todos los autores hacemos autoficción, todos tomamos un poco de nuestra experiencia para proyectarlo. 

¿Cómo dialoga tu trabajo de docente con el trabajo que realizas como escritor?

De varias formas. No escribo desde la experiencia, pero si harto desde la observación, de escuchar historias. Y claro, un profesor no se encarga solamente de hacer la clase, sino que de ver crecer a estos estudiantes, de saber sus situaciones familiares. Ahí he sacado hartas historias como el tema de la maternidad juvenil, el tema de ser madre soltera. La experiencia de profe me ha servido harto como para encontrar historias, personajes de distintas realidades, porque he hecho clases en liceos de la periferia y en colegios de Las Condes.  

¿Recomiendas tus libros en clase?  

La verdad es que no. Me avergüenzo harto de que sepan que escribo. Es que estoy en una posición de poder. Les digo que los libros que tienen que leer, por lo tanto, defino los libros que son malos de los que son buenos, aunque les doy la oportunidad de discrepar con eso. Entonces, me da un poco de pudor. Muchas veces están estas invitaciones que te hacen de ir a hablar como autor a colegios y ahí hago lo contrario: escondo que soy profesor. Estar en las dos tribunas me parece un poco raro. Ahora, cuando están más grandes, te googlean y empiezan a saber que uno escribe, que sale en el diario o da entrevistas. Lo que les digo es que no lean mis libros hasta que salgan de Cuarto Medio, porque no voy a dar explicaciones de ninguna escena ni sexual, ni violenta ni nada de lo que aparece allí. Además, uno escribe de situaciones humanas intensas y, efectivamente, tengo una cosa media conservadora como profe. Cuando los chiquillos están en una etapa de formación intelectual y emocional, tampoco les puedo pasar libros que no tengan ética, que no te ayuden a tener reflexiones en torno a lo bueno, lo malo, lo saludable, lo tóxico. No sé si todos mis libros están en esa frecuencia. Canciones Punk…  no se lo daría a ningún colegio. 

¿Qué es lo que se viene ahora? 

Tengo preparado un volumen de cuentos que comencé a escribir para la revuelta de octubre sobre cómo afectaron las protestas a la gente común y corriente que tiene que ir a la oficina, a un profesor que viaja de la provincia a trabajar a Santiago, un reencuentro con una ex pareja justo el 18 de octubre. Son relatos post apocalípticos. Hay un Chile que está destruido, en escombros, no necesariamente por las protestas, sino por lo que implica vivir en Chile. Por pudor quiero guardarlo un poco para que madure y aparezca en el momento menos oportunista posible. Paralelamente, tengo dos proyectos de novela: uno sobre una familia de narcos y hay otra que tiene que ver con el videoclub de mi familia que quiero terminar después de los 40. Siempre he admirado al los escritores mayores de 40. Quiero pensar que un escritor debuta oficialmente a esa edad.

En la imagen principal Daniel Hidalgo. Créditos: Diego Hidalgo.
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