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Eduardo Gatti: “La música chilena ha tenido un desarrollo silencioso, pero tremendamente influyente”

En medio de la crisis sanitaria, el músico nacional creó una canción sobre sonrisas extintas y abrazos ausentes. Hoy, frente a la reapertura de los espacios culturales, el cantautor vuelve a los escenarios y mira con optimismo el debate de la Convención Constitucional: “No creo que seamos tan brutos”, comenta.

Abril Becerra

  Domingo 7 de noviembre 2021 9:59 hrs. 
Eduardo Gatti

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De un día para otro, el músico Eduardo Gatti vio reducida su agenda y debió iniciar un confinamiento que dejaría huella en sus nuevas composiciones. Para el cantautor ese ejercicio fue natural. Sin los abrazos de siempre y sin las miradas cómplices de su público, no tuvo más alternativa que escribir una canción marcada por la contingencia.

Así, en noviembre de 2020 el ex integrante de Los Blops compuso Bolero de la Esperanza. una melodía cruzada por figuras enmascaradas, sonrisas extintas y abrazos ausentes. Una canción que acaba de ser lanzada y que ya está disponible en plataformas como Portaldisc y Spotify.

Pero, durante los últimos meses, el compositor no sólo estuvo dedicado a la composición, sino que también fue objeto de un homenaje que le rindió la Sociedad Chilena de Autores e Intérpretes Musicales (SCD), gremio que en 2020 lo destacó como Figura Fundamental de la Música Chilena. 

Es así como hoy Gatti dice estar agradecido de aquella generación de autores y autoras que reconoció su trabajo y advierte que las y los intérpretes nacionales han crecido de forma silenciosa. “El fenómeno musical chileno es muy interesante”, advierte.  “La música chilena ha tenido un desarrollo silencioso, pero tremendamente influyente y grande”, añade. 

¿Cómo nace Bolero de la Esperanza? 

Grabamos esta canción en agosto. Antes era imposible, porque necesitaba grabarla con cuerdas y éramos demasiados en el estudio. Surge desde el sentimiento que tenía en ese momento, en donde todo era alarma, como dice la canción. La alarma crea miedo y el miedo crea violencia. Entonces, se arma un círculo que no es para nada virtuoso. Y surge, echando de menos el abrazarse, el tocarse. De alguna manera, todo eso me motivó a escribir esta canción.

¿Esta fue la única canción que escribió durante la pandemia? 

No. Hay otra más que todavía no la he grabado, pero la tengo guardada. Pero ese es otro tema.

Pero, me imagino que están las intenciones de grabarla…

Si, por supuesto. Quiero ir grabando mis canciones, pero no como antes que grababa de a diez canciones. Ahora, el formato CD no funciona. Se está trabajando más con el sencillo. Entonces, en la medida que las canciones que estoy haciendo me convenzan, las voy a ir publicando. 

¿Le acomoda esta modalidad de lanzar una canción en las distintas plataformas virtuales más que trabajar en un disco como solía ser antes?

Es distinto. No diría si me acomoda más o no. Creo que los dos formatos tienen cosas buenas y cosas malas. Las cosas buenas del sencillo es que te concentras en una canción. Lo malo es que quizás  a la gente le gustaría escuchar más cosas nuevas tuyas o escuchar una obra más completa, con un concepto. Eso es lo que tenía el compacto. Tenías un concepto y podías poner mucha información. El hecho de no tener un objeto y que sea todo virtual también le da una cosa media líquida, gaseosa. Y ahora está muy de moda el vinilo, pero el problema del vinilo es que son carísimos, porque el vinilo es muy delicado. 

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En 2020 fue distinguido por la SCD, ¿cómo ve el hecho de que sus pares sean quienes lo reconozcan y no las instituciones encargadas de realizar estos gestos? 

Fue un honor muy grande. Me parece que es el reconocimiento más grande que uno puede tener, porque es un reconocimiento a tu trabajo, tu obra, tu esfuerzo. Me sorprendió mucho, porque fue totalmente inesperado. Nadie me avisó. Fue muy emotivo. 

Pero, ¿cómo ve el hecho de que el Estado sea pasivo en estos casos? Y se lo pregunto, pensando en el caso de  Patricio Manns…

Voy a decir algo muy fuerte: el Estado en Chile no existe. Lo único que existe es la política. Nada más. Por eso es que es imposible tener una política de Estado en Chile, porque con un gobierno cada cuatro años, en que todos están preocupados de ganar las elecciones, es imposible tener una política de Estado. Nunca se han podido poner de acuerdo para que entren valores como la cultura, el conocimiento, la ciencia. Lamentablemente, no tenemos eso en Chile y no sé cuándo lo vamos a tener. 

Con la nueva Constitución podría abrirse una puerta…

Podría ser, pero tiene que pasar mucha agua bajo el puente todavía. 

¿Cómo ve este proceso en torno a la Convención Constitucional? 

Es un proceso bien delicado, de mucha responsabilidad. Lo que me preocupa un poco es que hay mucha gente que se subió a este carro con mucho entusiasmo, pero sin tener el conocimiento suficiente como para cambiar una Constitución. A mí me ofrecieron ser candidato a constituyente e inmediatamente dije que por ningún motivo. El ser conocido no quiere decir que voy a hacer bien ese trabajo. Ese trabajo es para gente que realmente es muy aplicada y veremos. Estoy igual que todos los chilenos: viendo con qué tipo de Constitución vamos a quedar.   

Pero, ¿está esperanzado? 

Siempre trato de ser optimista. Esa es la verdad. No creo que seamos tan brutos. Pienso que se va a llegar a algo, pero también hay personas con actitudes muy intransigentes y eso no es bueno para ningún proceso como este, que es el proceso que más diálogo requiere. 

¿Cómo espera que sea esa nueva Constitución?

La verdad, ese no es mi tema. Para mí las Constituciones son declaraciones de buena voluntad, porque todos sabemos que llegado el momento, las mismas leyes constitucionales se pasan a llevar. La Constitución es como el esqueleto de un país, de una nación, entonces, el resto, las leyes, son los músculos, en fin. Entonces, el esqueleto es muy importante, porque es lo que sostiene el resto del puerto.

¿Qué hay del impase que tuvo con Kast?

Eso ya está aclarado. Fue una cosa de mal gusto y ya recibí las explicaciones del caso. Lo di por superado, porque yo quiero vivir de la música, no de querellas ni de copuchas ni de cuestiones así. 

A raíz del reconocimiento de la SCD surgió un documental y una nueva versión de Los Momentos, en donde trabajó con una nueva generación de músicos y músicas. ¿Cómo es su relación con esta nueva camada de compositores tipo Camila Moreno, Nano Stern y Manuel García? 

Con ellos tengo una cercanía que bordea 10 años. Manuel García me invitó cuando era integrante de Mecánica Popular y de ahí en adelante ha habido versiones de Los Momentos de Gepe, Camila Moreno. Con Camila también hemos compartido en algunos recitales. Nano Stern también. He trabajado bastante con él. Para mí son una generación muy valiosa e interesante, porque fueron a las raíces de las cosas. Eso es muy bonito. Además, son muy talentosos. 

Me imagino que usted también se nutre de ese trabajo… 

Por supuesto. Escucho sus canciones y me encantan. 

¿A quién ha escuchado en el último tiempo? 

La última canción de Nano Stern. La encontré preciosa y muy atingente a la situación. Muy poética. Me encantó. 

En la actualidad, ¿cómo ve el trabajo de las nuevas generaciones en términos de composición?

El fenómeno musical chileno es muy interesante y no es solamente la música urbana, sino que toda la música chilena ha tenido un desarrollo silencioso, pero tremendamente influyente y grande. Es muy interesante la cantidad de autores que están haciendo obras, que no se basan solamente en lo académico, como era antes. Tenemos intérpretes fantásticos que están trabajando en Europa, que están en giras por España, Alemania, incluso algunos viviendo allá. Entonces, creo que ha habido un desarrollo de los músicos chilenos fantásticos y en la música popular también. Hay excelentes ejecutantes maravillosamente buenos. Hoy cualquier músico que quiera utilizar una orquesta o utilizar instrumentistas, tiene un abanico de personas con los cuales puede trabajar y hacer un trabajo de primer nivel. 

Usted que es un rockero, ¿cree que  a la música chilena le falta rock? 

Siempre va a estar. El rock no va a morir nunca. Siempre va a estar presente de alguna forma. Es una variante tan potente que hasta en Los Blops estaba y en algunas canciones mías también está de alguna forma.  

Pero, ¿no extraña que surjan más bandas con ese estilo? 

Si, puede ser. En eso ha habido un bajón, pero eso ha pasado mundialmente. En general, el rock en el mundo como que se sumergió un rato. Pero creo que es un rato no más. En cualquier momento aparece de nuevo. 

Usted tuvo la oportunidad de conocer a Violeta Parra y vivió en una familia donde la música estaba muy presente. ¿Qué episodio fue más determinante a la hora de seguir un camino vinculado a la música? 

La decisión de ser músico estaba tomada desde muy joven. Lo único que quería, desde los 9-10 años, era ser músico, Lo que no sabía era a qué género me iba a dedicar: si al clásico o al popular. Debo haber tenido unos 12 ó 13 años cuando aparecieron los Beatles y los Rolling Stones y de ahí no tuve ninguna duda de que lo mío era el género popular. 

¿Nadie se opuso a esa decisión? 

Cuando iba a entrar a la universidad, ahí se dieron cuenta de que esto iba en serio y trataron de convencerme de que la música era un camino difícil. Entonces, a mí me gustaba mucho la arquitectura y, para dejarlos contentos, postulé a arquitectura y música. Quedé en las dos y ahí dije bueno, ahora es mi decisión, así que me fui a música. 

Pero abandonó los estudios muy joven… 

Si, después me fui al Conservatorio. Estuvimos con Los Blops. Éramos todos compañeros de curso e hicimos 2 ó 3 años de composición, pero nos dimos cuenta de que ese no era el camino que nosotros queríamos, porque había una visión muy rígida y la universidad estaba en serios problemas. Había mucha revuelta al interior, paros, mil cosas. Estoy hablando del año 72- 73. Eran años súper difíciles. 

Usted también viaja en barco en Europa, ¿cómo fue esa experiencia?

Ese fue un viaje que, en lo personal y lo humano, fue muy importante para mí. Me fui trabajando en este barco que llevaba salitre a España. Fueron 30 días de viaje y me fui como tripulante del barco. Aprendí mucho. Realmente fue una cosa maravillosa. Muy única, que solamente se da en alta mar. De partida, este barco que lo ves enorme y después, cuando estás en alta mar, esta cosa gigantesca parece una cascarita de nuez con todo lo que te rodea. Esa es una sensación muy fuerte. Lo otro son unos espejos de agua que son muy escasos de ver, que se forman generalmente dentro de las costas de Ecuador y es cuando el mar amanece totalmente quieto. Es un espejo. No hay ni siquiera un movimiento. Es algo realmente impresionante. Eso es algo que me tocó ver y también tormentas, marejadas muy complicadas, sobre todo en el Atlántico cuando ya comenzaba el invierno europeo. 

En este contexto de reapertura de los espacios culturales, usted también ha ido regresando a los escenarios. ¿Cómo ha vivido este proceso? 

Todo esto ha sido terrible para todos los artistas en general, no sólo los músicos. Esto nos pegó muy fuerte. De hecho hubo varias productoras que desaparecieron. Músicos ejecutantes que se tuvieron que dedicar a otras cosas. Así que ha sido realmente un tiempo muy duro para todos nosotros. En 2020 alcancé a hacer como 3 actividades, cuando lo normal son como 60 ó 70 al año y el 2021 he podido hacer un poco más, unas 6 ó 7 presentaciones, pero ahora está mejorando el asunto. Hay más actividad, pero ojalá que esto no signifique que pasemos a una fase de más retroceso, porque eso significa volver a lo mismo.

En este periodo también hizo un concierto virtual, ¿qué tal esa presentación?

Salió muy bien. Estuvo muy bien hecho, con muy buen sonido. Pero no se puede vivir del asunto virtual, porque no rinde lo mismo que la presencialidad. 

Hoy, ¿está preparando algún proyecto en particular?

Tengo algunas actuaciones muy chiquititas, porque esto recién se está abriendo y tengo actuaciones más bien particulares. Pero sí me están ofreciendo algunas cosas para el verano. Vamos a ver qué pasa. Estamos al aguaite.

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