Gabriela Augustowsky: “Hubo la fantasía de que las tecnologías educativas iban a resolver todos nuestros problemas”

La experta en educación artística dice que las clases a distancia evidenciaron problemas que ya se advertían antes de la pandemia. “Nos falló en este experimento diabólico”, puntualiza a días de participar en un encuentro en la Universidad de Chile.

La experta en educación artística dice que las clases a distancia evidenciaron problemas que ya se advertían antes de la pandemia. “Nos falló en este experimento diabólico”, puntualiza a días de participar en un encuentro en la Universidad de Chile.

Todo el sistema educativo parece estar en entredicho. Los efectos que ha ocasionado el confinamiento para la educación, un clima social de polarización, la violencia que ha permeado hasta las escuelas, y entornos de alta disposición tecnológica, hacen urgente la necesidad de repensar las estructuras escolares. Gabriela Augustowsky, profesora de Formación Docente de la Universidad Nacional de las Artes de Argentina (UNA), apunta a la educación artística como un camino promisorio hacia la renovación.

En pocos días, Augustowsky llegará a Chile para inaugurar el V Seminario de Investigaciones sobre Arte y Educación, organizado por la Dirección de Creación Artística de la Universidad de Chile, en el marco de Semana de la Educación Artística 2023, donde UNESCO y diferentes instituciones confluyen para reflexionar y promover instancias de pedagogía artística en nuestro país. La cita con público general será el 20 de julio, desde las 9:30 am, en la Sala Eloísa Díaz de la Casa Central de la Universidad de Chile.

A propósito de la experiencia de educación a distancia en pandemia, ¿qué oportunidades y desafíos presenta la tecnología para el diseño de la enseñanza y del espacio escolar?

Me parece que hubo una especie de fantasía de que las tecnologías educativas iban a venir a resolver todos nuestros problemas. Bueno, vimos que la tecno promesa nos falló en este experimento diabólico.

Las clases a distancia pusieron en evidencia algunas cosas que ya sucedían, como que había dificultades de comprensión. Pero al mismo tiempo trajo muchas posibilidades creativas. El trabajo que hay que hacer ahora sería rescatar todo lo que aprendimos, y volver a pensar en términos “post digitales”, porque ya no es posible hablar de ninguna actividad de enseñanza por fuera de las tecnologías digitales. Nuestra vida cotidiana está absolutamente inmersa.

Una nueva tecnología que ha dado qué hablar en las escuelas son las IA, ¿estás a favor de restringirlas o de usarlas?

Me parece que no hay que tener miedo. La primera reacción de los sistemas educativos en general es prohibir las cosas, cuando apareció el cine, los maestros estaban aterrados. Y bueno, así con cada innovación. ¿Vamos a prohibir la inteligencia artificial? De más está decir que es imposible porque ya está sucediendo.

Hay usos muy valiosos de los recursos digitales y son interesantes las experiencias de convergencia. Esos procesos de convergencia son donde se busca material en las redes y se vuelve a probar con materialidades, como papel, lápiz, arcilla. Pensar en situaciones de hibridación y no ponerse fanáticos.

Me parece importante destacar que en el campo de las artes no se trabaja con una lógica de sustitución. Hay gente que sigue pintando al óleo como hace 500 años, se sigue bordando, se hacen fotos y todas esas formas pueden convivir. No se van a desplazar, seguimos dibujando con lápiz y también producimos imágenes digitales.

Hace poco salieron los resultados de la prueba SIMCE y se mostró una baja histórica atribuida en gran medida a los efectos del confinamiento. ¿Es la presencialidad un factor primordial en la enseñanza?

No hay forma de hacer algo sin la tecnología, pero la presencialidad es insustituible. Y aquí yo asumo una posición. Es insustituible el encuentro presencial, porque no se trata solamente de transmitir contenidos, sino toda la socialización, la construcción emocional, y ese universo tan particular que es la vida cotidiana de la escuela. Creo que una de las cosas que pudimos demostrar es la importancia de la presencialidad y la importancia de la escuela, y en lo que refiere especialmente a la educación artística, en las clases de arte, la presencialidad proporciona una cantidad de experiencias estéticas difíciles de sustituir con las pantallas.

Como todo en la educación, el SIMCE y las pruebas estandarizadas son un tema fuertemente político. ¿Qué es lo que se mide con estas pruebas, para qué se mide y cómo se usan esas pruebas para después determinar políticas públicas presupuestarias? ¿Cómo vamos a pensar un sistema educativo con todos los niños y niñas dentro? Ese es el gran desafío. Y el gran problema, es que el punto de partida de los niños y las niñas es muy diferente. Es sumamente complejo.

¿De qué manera la educación artística puede contribuir a mejorar estos resultados? Las artes son una herramienta que puede mejorar la comprensión y el aprendizaje en un montón de niveles.

Las artes y las prácticas artísticas ayudan a enfocarte, a prestar atención. Para esto hay que generar modos de trabajo por proyectos, acuerdos entre colegas y asumir seriamente que la educación artística es tan importante como la educación matemática como la educación en lengua.

Estoy pensando, por ejemplo, en cómo mejora el rendimiento escolar de los niños y niñas que participan de los programas infanto juveniles de orquestas, en el compromiso que genera a los niños participar en experiencias vinculadas con la producción artística y en cómo mejora la comprensión de determinados contenidos con el uso de imágenes. No es posible pensar hoy en día una persona educada, en el sentido de comprender y abordar la realidad, sin la educación artística, que fue siempre una educación de élite. Estamos expandiendo esa frontera: que todos los niños puedan tener acceso a las artes y que puedan crear, eso hace que piensen mejor, y que puedan dialogar.

¿Por qué es tan importante ampliar el acceso que los jóvenes tienen a las prácticas artísticas? ¿Cómo pueden contribuir a su desarrollo integral?

Una persona que recibe desde pequeño la posibilidad de hacer arte, lo que le estamos enseñando es una manera de mirar el mundo, una manera compleja no solo de mirarlo, sino también de poder crear y accionar sobre ese mundo y sobre la realidad. No recibirlo pasivamente, sino accionar sobre esa realidad. Tenemos que pensar en la formación artística a la que tienen derecho todas y todos los ciudadanos, porque alguien que tiene el entrenamiento de trabajar con las artes es alguien que piensa, que pregunta y sobre todo, que cree que la realidad se puede transformar. Hay que darle lugar a eso.

En Chile se ha cuestionado al Gobierno por promover una política nacional de Educación Sexoafectiva Integral (ESI), ¿cuál es tu impresión al respecto y qué rol pueden jugar las artes?

La educación sexual integral en Argentina es ley. Ha tenido muchísima resistencia y la sigue teniendo, pero es un espacio fundamental para las infancias y hay muchas experiencias que lo comprueban. Un ejercicio interesante es ver las imágenes de los libros de los niños. Uno abre un libro de la escuela y lo que aparece es una imagen de esa familia hermosa, hegemónica, todos rubios. Esas imágenes fueron tomadas de bancos de imágenes, entonces trabajamos en analizar esas imágenes: ¿Cuál es el rol de las mujeres, cuál es el rol de los varones y cómo están representadas las tareas?

El desafío más grande es cómo reemplazamos esas imágenes, y muchas veces son difíciles de reemplazar porque esas nuevas imágenes hay que crearlas. El tema clásico es la familia, ¿qué es una familia?. Entonces finalmente dejas el espacio en blanco y le dices al niño dibuja tu propia familia. Estamos en un momento de fuerte revisión crítica donde el desafío es cómo creamos imágenes que hablen de nosotros mismos, y de nuestros niños. Es importante hacer una revisión de los diseños curriculares, y que la educación sexual integral también atraviese todos los contenidos escolares.

Este año tenemos un desafío como sociedad: la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, ¿qué papel cumple la educación artística para generar memoria colectiva con las infancias?

El arte tiene un rol fundamental en el trabajo con la memoria, es una de sus tareas ineludibles. Me gusta pensar en las artes como una parcela de humanidad que permite hablar de lo innombrable, de los horrores de la dictadura, de la desaparición, de la tortura. Entender también que la memoria es un ejercicio y que cada generación hace sus preguntas, e interpela a ese pasado de manera diferente. Pero el arte con sus metáforas, con sus símbolos y con sus planteos explícitos, permite abordar temáticas que de otra forma sería imposible. A mi entender, en las escuelas con los niños, con los jóvenes y con los adultos también, las artes permiten empezar a conversar de temas dolorosos.

Puedo contar la experiencia del Parque de la Memoria en Argentina, en donde hay una serie de esculturas a orillas del Río de la Plata, donde fueron arrojados los cuerpos de los desaparecidos. En ese lugar hay una escultura de la artista Claudia Fontes, que es un niño parado sobre el río, y en las visitas con los chicos, ellos preguntan desde cosas técnicas, hasta bueno, por qué torturaron y desapareció un niño de 14 años. Y ahí los educadores los invitamos a conversar, a trabajar con la información, y luego ellos crean, dibujan, pintan y sacan fotos, como un modo de despertar, ante ese horror, la capacidad de crear.

Gabriela Augustowsky es Doctora en Bellas Artes. Magíster en Didáctica, investigadora y Docente en Artes Visuales y Educación. Ha participado en numerosos programas y proyectos de innovación didáctica y ha desarrollado actividades e investigación en el Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y otras instituciones de Educación Superior. Es autora de, entre otros títulos, “Las paredes del aula” (Amorrortu, 2005) y “El arte en la enseñanza” (Editorial Paidós, 2012). Actualmente es Profesora de la Carrera de Formación Docente en la Universidad Nacional de las Artes de Argentina.





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