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Milei y la nueva derecha en Argentina mirada de otros modos


Domingo 26 de noviembre 2023 9:52 hrs.


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Se han sucedido múltiples reacciones frente al triunfo de Javier Milei en las elecciones en Argentina. En varias predominan abordajes enfocados en el individuo, en el personaje político, como si actuara en solitario, o se lo compara con Jair Bolsonaro para confirmar una avalancha de una nueva derecha, o aún de forma más simplista, se entretienen en calificarlo como loco. Al contrario de esos abordajes, muchos de ellos apresurados, se pueden compartir otras reflexiones que, con más calma, exploren otros aspectos.

La consideración de Milei como persona que actúa políticamente, es relevante, pero no es suficiente, ya que se estarían dejando de lado los contextos y antecedentes. Por un lado, Milei en sí es importante, pero también lo son, y tal vez más, quienes están por detrás, los agrupamientos sociales que lo sostuvieron como su vocero y ejecutor. Por otro lado, es indispensable analizar los procesos políticos que permitieron que esto sucediera; Milei no cayó del cielo sino que resulta de una deriva política, y en la cual el progresismo está involucrado.

Más allá del personaje

No pasa desapercibido que distintos agrupamientos ultraconservadores argentinos, sea desde la política o el empresariado, decidieron más o menos recientemente, lanzarse a la arena electoral con un candidato que defienden como propio. Esos grupos siempre han estado presentes en Argentina, así como hay otros similares en los demás países latinoamericanos. Antes operaban apoyando partidos conservadores pero menos radicalizados, que en el caso argentino se centraban en el PRO (Propuesta Republicana), liderado por Mauricio Macri (un empresario, hijo de un millonario, que devino en político). Posiblemente lo hacían de ese modo porque entendían que sus discursos ultraconservadores serían rechazados y estigmatizados por amplios sectores ciudadanos, y porque les resultaba más ventajoso operar discretamente por esos intermediarios partidarios.

Esos grupos cambiaron su postura. Asumieron que llegó el momento de expresarse directamente en público con su propio programa y candidato. Ese es el rol de La Libertad Avanza, un partido creado recientemente y liderado por Milei. Un vistazo a sus aportantes económicos y los apoyos políticos permite evidenciar tanto su diversidad como sus potencialidades. Entre ellos aparece Paolo Rocca, el CEO de la corporación argentina Techint, Sebastián Braun, integrante de una familia con un enorme conglomerado económico (también emparentado con Marcos Peña, quien fuera el jefe de gabinete en la presidencia de Macri), Cristiano Rattazi, expresidente de FIAT, Gonzalo Tonoira, un poderoso empresario agropecuario, o Santiago Caputo, un politólogo que sigue la escuela de asesoría de Jaime Durán Barba (quien antes asesoraba a Macri, y ha estado detrás de varios experimentos conservadores en el continente) (1). 

Es posible que ese tipo de actores asumieran directamente la disputa electoral al considerar insuficiente el programa conservador convencional al estilo Macri, ambicionando un giro aún más radical hacia la derecha. También podría ser que evaluaron que ahora sí disponían de condiciones sociales y culturales que les permitían actuar en público, dejando atrás el secretismo, las insinuaciones e incluso la vergüenza. 

Bajo estas circunstancias, puede apuntarse que el eje que divide entre la izquierda y derecha política se desplazó en Argentina. La izquierda tradicional se encogió, y el que fuera una de las grandes derrotadas en todo este proceso electoral muestra que buena parte de la población no encontró que le brindara opciones de cambio creíbles. Al mismo tiempo, el campo a la derecha se amplió enormemente, no sólo por la presencia del PRO y otros grupos, sino porque el kirchnerismo realmente gobernante continúo alejándose de un programa de izquierda, y al mismo tiempo fue cada vez menos progresista. Esa inflación a la derecha hace que, dentro de Argentina, muchos dejen de reconocer el extremismo de Milei, naturalizan su radicalismo, y lo asumen como parte de una derecha aceptable (como hace, por ejemplo, el influyente periodista Eduardo Feinmann). 

En ese punto es oportuno rescatar las reflexiones de Stuart Hall sobre la construcción de un nuevo “sentido común” neoliberal como ocurrió en el Reino Unidos en las décadas de 1970 y 1980, con la activa participación de Margaret Thatcher (2). Si se tienen presente análisis como esos, entonces se presencia en Argentina la maduración en crear otros sentidos comunes, y si eso es así, en esa construcción intervienen no solamente aquellos que están en las sombras del poder sino buena parte de los actores políticos y culturales. 

Otros balances legislativos

Si bien Milei fue elegido presidente, no debe olvidarse que La Libertad Avanza es una minoría en el legislativo. En las elecciones del 2023 logró 7 senadores mientras el peronismo-kirchnerismo cuenta con 33 y la coalición del PRO y sus aliados suman 24; entre los diputados, Milei cuenta con 33 diputados, mientras que el peronismo-kirchenrismo suma 108 y el PRO y aliados 93. 

Esos resultados tienen varias implicaciones, además de la más evidente –el hecho que Milei no cuenta con una base legislativa propia que le permita gobernar por sí solo, y deberá negociar con otros actores de aquella derecha convencional. Mauricio Macri apoyó a Milei en el ballotage, y en ello puede decirse que también fue un ganador en la reciente elección, ya que es un socio decisivo para la gobernabilidad (y además, para intentar blindarse ante posibles causas judiciales). Pero al mismo tiempo eso significó una fractura dentro del PRO y con buena parte de sus aliados (en la Unión Cívica Radical). Se produjo una ruptura en los sectores conservadores donde hay algunos que consideran que Milei es un extremismo inaceptable reñido con sus concepciones políticas. Dicho de otro modo, el espacio de la derecha se amplió tanto que se ha fragmentado en al menos dos tendencias.

También debe advertirse que los diagnósticos de la muerte política del kirchnerismo o del peronismo, son prematuros. Mantienen la primera minoría en las dos cámaras como se desprende de los datos indicados arriba, y además eligieron gobernadores en seis provincias, incluida la de Buenos Aires, sumándole otras dos en manos de sus aliados electorales.

Semejanzas y diferencias en el vecindario

Otra insistencia repetida en los últimos días es considerar a Milei como una versión argentinizada del brasileño Jair Bolsonaro. Esto merece ser evaluado más detenidamente, ya que son dos actores políticos muy diferentes. 

Milei es un recién llegado a la política partidaria, con escasísima experiencia, y es disputado desde apenas 2021; antes se desempeñó como asesor en economía y como extravagante participante en programas de televisión. Entretanto, Bolsonaro fue diputado por más de dos décadas (1991 a 2018), su candidatura no puede ser considerada sin recordar que en el congreso, en 2016, la oposición impuso la destitución a la presidenta Dilma Rousseff (del Partido de los Trabajadores), mientras que nada similar ocurrió en Argentina, ya que el gobierno de A. Fernández siguió funcionando. Milei emerge en una crisis económica brutal, arrastrada desde hace años, con inflación desatada, endeudamiento externo, pérdida de reservas, y duras consecuencias sociales. Esas condiciones no son equivalentes al contexto económico de 2018, en el cual operó el candidato Bolsonaro. Los conglomerados de apoyo también son disímiles, donde no debe dejarse de advertir la adhesión de militares y evangélicos a Bolsonaro, lo que no se encuentra en Argentina. Se podrían señalar otras diferencias, pero con estos ejemplos es suficiente para dejar en claro el asunto. 

Por ello, si bien es cierto que ambos personajes, Bolsonaro y Milei, tienen discursos de extrema derecha, no puede perderse de vista que responden a contextos y procesos muy distintos. Insistir en que serían lo mismo en realidad dice más de la manía brasileñocéntrica en muchos analistas de lo que ocurre en la realidad. 

En cambio, observar las situaciones en otros países vecinos brinda aportes útiles para mejorar un análisis de coyuntura. En ese sentido debe mirarse a Ecuador, donde también se vive una muy dura crisis económica y social, teñida por una creciente violencia, que llevó a elecciones anticipadas. En éstas, como en Argentina, el progresismo perdió en el ballotage y triunfó el candidato de la derecha, que no sólo es ultraconservador sino que además proviene directamente del sector corporativo (Daniel Noboa, el nuevo presidente, como Macri en Argentina, es tanto un empresario como hijo de un multimillonario).

También debe observarse a Perú, donde los partidos políticos más conocidos se han desvanecido, se repiten las crisis políticas, se agravan los impactos sociales y económicos, y el experimento de Pedro Castillo, que se autopresentaba como progresista, se derrumbó, dándole paso a una derecha política inmersa en represión y corrupción. Allí es todavía más claro que la presidente, en manos de Dina Boluarte, no lidera esos procesos, sino que es un medio para grupos que están por detrás de ella, entremezclados los intereses empresariales y políticos. En esos y otros casos cayeron inhibiciones morales y políticas, y los discursos y acciones reaccionarias de ventilan en público.

Milei se suma ahora a ese conjunto de actores que, como en aquellos países, ataca a los políticos y a las organizaciones partidarias. En efecto, el electo presidente argentino se expresa con desprecio y rencor contra lo que denomina como “casta”, la que estaría dominada por políticos y sus aliados, quienes serían ladrones, y deberían ser exterminados. En sus palabras, en esa “casta” se incluyen cinco sectores que serían los políticos corruptos, los empresarios prebendarios, los sindicalistas que entregan a sus trabajadores, periodistas que reciben dineros que ocultan para operar políticamente, y los profesionales que son cómplices de los políticos. En ese último sector se encontrarían “economistas, abogados y encuestadores”, quienes darían legitimidad intelectual en robar al Estado y la sociedad (3). 

Ese tipo de retórica, por la cual se hace política desde discursos anti-políticos, está ahora en boca de esa derecha, pero más o menos las mismas expresiones eran empleadas, por ejemplo, por Rafael Correa y sus seguidores en Ecuador, o por Podemos en España, para así atacar a sus oponentes. Esta circunstancia es por demás preocupante, ya que si desde los progresismos se utilizan retóricas y actitudes similares, lo que terminan logrando es que la ciudadanía acepte y naturalice los mensajes de una “casta” de políticos que serían ladrones o ineptos. Enseguida esas prácticas son apropiadas por la derecha reutilizándolas en atacar a ese mismo progresismo, y lo hacen con más intensidad. 

A tono con ese clima, en las últimas semanas de la campaña electoral no solo se observaban los ataques y denuncias contra Milei por los seguidores de Massa, sino que se sumaron quienes rechazaban a Massa pero les espatanaba aún más Milei. Ese frente incluso se diversificó en lo que algunos calificaron como “micromilitancias” basadas en intervenciones individuales o de unas pocas personas, sea en las redes o en las calles, alertando sobre diversos peligros de fascismo. Más allá de reconocer el valor de esas iniciativas ciudadanas, comprensibles a partir de lo que muchos sentían, también tienen una contracara que no siempre se advirte. Es que de un lado destaca la relevancia de esa movilización, a veces espontánea, pero por otro lado parecería que no se asumen las limitaciones que tienen las acciones políticas individuales y descoordinadas en un contexto electoral. No se asume la importancia, e incluso necesidad, de estructuras partidarias, que sean organizadas, democráticas y amplias, tanto para enfrentar una elección como para construir tradiciones de adhesión política.  

Debe considerarse que, a medida que los partidos políticos se debilitan y se erosiona el sistema que los cobija y coordina, posiblemente aumentan las chances de las derivas hacia las derechas reaccionarias. A su vez, cuando asoma una ultraderecha, como ese sistema de partidos está debilitado, no logra detenerla con efectividad. Por lo tanto, la alternativa no está solamente en enfrentar a Milei, Noboa, Boluarte u otros, sino que también requiere fortalecer las estructuras y funcionamientos de los partidos políticos. O sea que Milei es también el resultado del debilitamiento del sistema de partidos tradicionales en Argentina.

Las cuestiones pendientes

Estas consideraciones llevan a otra cuestión que no puede esquivarse: tanto una derecha convencional (el caso de Lacalle Pou en Uruguay), como las nuevas, más reaccionarias, sea Milei, Bolsonaro, y otros, germinaron y eclosionaron a continuación de gobiernos progresistas. 

Aquellos que sostienen que en estas elecciones en realidad perdió el kichnerismo – peronismo, tienen en parte razón en el sentido que no triunfó Milei como persona sino que cristalizó un cambio en el sentido común que volvió tolerable esa extrema derecha. Regresando una vez más a Stuart Hall (y sus reflexiones siguiendo a Gramsci), se constituyó una crisis que también es orgánica, cesando la legitimidad y aceptación de las expresiones políticas tradicionales. Pero eso ocurre, como insistió Hall repetidas veces, porque los progresismos y las izquierdas no combatieron adecuadamente esos cambios culturales y políticos, y muchos sin darse cuenta los aceptaron, sin que sus alternativas o intentos de renovación pudieran re-encantar a la ciudadanía. En esto hay múltiples advertencias para los procesos políticos en varios países como Brasil, Colombia, Uruguay o Chile. En Chile son evidentes los esfuerzos por cambiar los sentidos comunes para sostener una derecha reaccionaria, ante lo cual el progresismo hoy en el gobierno, como la izquierda independiente, deberían asumir que la simple resistencia no basta ya que se disputan esos sentidos comunes.  

Aunque muchos análisis esquivan esa cuestión, es necesario sopesar las condiciones sociales y políticas por las cuales los progresismos no avanzan hacia la izquierda, y por el contrario producen reacciones ciudadanas por las cuales unos actores de derecha salen de las penumbras e incluso cosechan los votos necesarios para ganar una elección. Desde el punto de vista de una renovación de la izquierda, reflexionar sobre esta cuestión es urgentísimo.

Eduardo Gudynas es analista en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES).