Aunque aún no amanece, ya hay movimiento en los alrededores del Mercado Mayorista Lo Valledor. Un sector que por las noches no duerme, porque muchos empiezan a trabajar a las 19:00 pm y pasan de largo hasta las 02:00 am del día siguiente. Otros, en tanto, empiezan su jornada a las 05:00 am. De una u otra forma, se desplazan hacia y por el lugar a oscuras. La seguridad es el tema principal de los últimos días en el mercado. El acceso está mucho más restringido que en tiempos de antaño para cualquiera que busque entrar. Los guardias, la mayoría armados, están atentos a cada movimiento en las diversas entradas. Y por supuesto, al interior.
Es la mañana del miércoles 3 de abril y existe cierta tensión, reflejado en el semblante de los locatarios. Han estado en el foco de la agenda informativa en los últimos días tras el anuncio de la administración de exigir cédula de identidad chilena para el ingreso.
“Prefiero que sea así, más restringido, pero más seguro para nosotros”, dice Claudio Fuentes, locatario del mercado, al ser consultado por Radio y Diario Universidad de Chile.
En medio de cajas de moras y frambuesas, y con el bullicio típico de comerciantes descargando las camionetas con sus respectivos productos, Fuentes ahonda en su mirada sobre las nuevas restricciones. “Esto se estaba arrancando de las manos. Las medidas están buenas porque es más seguridad para nosotros, de repente uno trabaja con un poquito de plata, por resguardo a nosotros, y por los clientes. Los clientes no pueden venir a comprar tranquilos, si andan más preocupados de que les vayan a robar que de buscar los precios, por ejemplo”, expone al respecto.
El vendedor menciona los problemas con el dinero en efectivo que deben afrontar en Lo Valledor. Al día pueden transitar en el sector más de 30 mil personas. Al no tener otro medio para las transacciones, se pueden mover en el mercado millones y millones en efectivo. Este es precisamente uno de los temores que comparten los diversos locatarios que conversaron con nuestro medio.
“Donde nosotros trabajamos, es más inseguro todavía, porque se trabaja con dinero”, expresa Gabriel Urzua a nuestro medio, apoyado sobre mallas con limones, al mismo tiempo que le indica a una clienta el precio de estos.
“La primera (recomendación de) seguridad es a la gente que da vuelto, que no muestre el ‘turro’ de billetes. Cuando van a pagar con 10-12 lucas, ¿Qué hace el feriante? Pum, muestra el ‘turro’ de billetes. Contando delante de todos”, señaló por su parte Domingo Rojas, con el apoyo de sus compañeros con quiénes iniciaba la jornada.
La aprobación entre quiénes trabajan en Lo Valledor a la medida adoptada por la administración es prácticamente transversal. Pese al ruido mediático de los últimos días, los problemas en el mercado mayorista de frutas y verduras más grande de Chile se arrastran desde hace un largo tiempo. Es más, en enero de este 2024, dos camioneros procedentes de Malloa fueron asesinados por un grupo de delincuentes que los persiguió a la salida del lugar. Crimen que gatilló la controversial decisión.
¿Discriminación o malinterpretación de la medida?
El día está nublado, pero no por ello el ánimo de los feriantes decae. Algunos con vasos de café en la mano, otros conversando a viva voz de un puesto a otro. Cerca de las 9 de la mañana el movimiento en Lo Valledor es más intenso. Autos, camionetas y camiones entran y salen constantemente, con y sin carga. A pesar de las mencionadas medidas para acceder, al interior del mercado aseguran que el flujo de gente no ha disminuido.
Quiénes más abrigados se ven ante el anubarrado día son los extranjeros. Se calcula que en Lo Valledor el 30% de los trabajadores no es de nacionalidad chilena. En la discusión que surgió a raíz de la medida de pedir carnet de identidad chileno, muchas voces externas alegaron discriminación hacia los migrantes. Sobre todo a aquellos que aún no han regularizado su situación en el país. La administración debió rectificar la polémica. A través de un comunicado indicaron que “aquellas personas que dispongan documentación legal que acredite identidad emitida en otro país, se adoptarán los protocolos para permitir su acceso conforme a las verificaciones correspondientes”. En otras palabras, la prohibición recae en personas indocumentadas o en situación migratoria irregular.
Desde el interior del mercado, consideran que la medida fue malinterpretada y que no se trata de un acto discriminatorio. Si bien uno de los locatarios afirmó que los problemas de delincuencia “se vienen arrastrando desde el tiempo que llegaron los inmigrantes acá”, la mayoría difiere con esa mirada. Entre los feriantes ronda una forma muy práctica y simple de relacionarse con los extranjeros.
Con varias décadas en el cuerpo, una voz ya agotada por el paso del tiempo y arrugas que remarcan su rostro, Carlos Monje se ha acostumbrado a convivir con migrantes en su día a día. “Uno puede perder la costumbre y de repente sonar peyorativo, pero acá les decimos ‘negros’ pero por molestarlos. Ellos saben que yo no lo hago de forma racista. Sino que bromeo con ellos, pero los voy a dejar a la casa, por ejemplo, porque son buenas personas”, sostuvo.
“Para mi no es discriminación”, aseguró tajante Claudio Fuentes al ser consultado. Mientras apunta a sus colegas extranjeros, refuerza su postura: “Lo que están haciendo es para un chileno, para un argentino, para un boliviano, para un venezolano, para todos. Yo trabajo con extranjeros y lo tengo normalizado”.
El impacto en la seguridad de los locatarios
Aunque solo han pasado dos días desde que empezó la implementación de la polémica medida, los dueños de puestos o de restaurantes al interior de Lo Valledor ya ven un impacto positivo.
En el “Pin 1” llevan ya horas de trabajo, ofreciendo desayuno y comida a su clientela, generalmente los mismos feriantes del lugar. Aunque cierran a las 15:00 de la tarde, a las 20:00 pm ya están volviendo a abrir. Su dueña, Ruth Monje, lo dice claramente al ser consultada: “Ahora estamos un poco más tranquilos”.
“Fue la mejor medida que han tomado, de todas maneras. Estábamos asustados trabajando. De repente entraba gente al restaurante y no sabíamos de dónde venían. Se estaba escapando de las manos”, partió reconociendo la locataria. Tras ello, ejemplificó cómo se ha notado ese cambio para ella y su lugar de trabajo. “Ya no anda tanta gente deambulando. Algunos venían a mirar y robar. Todo lo que ha pasado viene desde hace rato, de gente que entra, no sé si es extranjero o chileno, porque lo que pasó el otro día era una chilena, pero venían a mirar cómo sacar las camionetas o las cajas”, aseguró.
Claudio Fuentes se alinea con la mirada de Ruth respecto a lo que han vivido desde el 1 de abril con la implementación de las nuevas restricciones de ingreso. “Está dando frutos”, reconoce el feriante. “Valoro lo que están haciendo, hacía falta que pusieran mano dura”, agregó con firmeza.
“A la gente que no le gusta, va a tener que acostumbrarse nomás”, reflexiona finalmente Ruth. “Para que nosotros tengamos tranquilidad”, cierra con una sonrisa con algo de resignación, pero segura. Aún bajo un cielo gris, y el foco mediático puesto sobre ellos, los feriantes de Lo Valledor solo se enfocan en atender a su clientela de la mejor manera posible.
“Nos pasamos aquí las 24/7”, dicen, sobre un espacio donde la mayoría hace su vida. Un lugar que nunca duerme, que nunca para. Y seguirá así, con más o menos restricciones.