Diario y Radio Universidad Chile

Escritorio

Director del Festival Desviaciones: “Las disidencias sexuales amplían las maneras de habitar la vida”

Ernesto Orellana es el impulsor del Primer Festival de Artes Escénicas y Disidencia Sexual en Chile, que se celebra entre el 26 de junio y 12 de julio, con motivo de la conmemoración de los 25 años de la despenalización de la sodomía en el país.

Diario UChile

  Sábado 29 de junio 2024 13:18 hrs. 
Ernes Orellana, director del Festival Desviaciones.Ernes Orellana, director del Festival Desviaciones. Foto: Lola Quezada.

Compartir en

Desviaciones. Este es el nombre que denomina al Primer Festival de Artes Escénicas y Disidencia Sexual en Chile, que se celebra entre el 26 de junio y 12 de julio, con motivo de la conmemoración de los 25 años de la despenalización de la sodomía en el país.

“Desviaciones es la resignificación política a un insulto categorizado por la hegemonía cultural heteronormativa que categoriza de ‘desviado’, ‘desorientado’, ‘descarrilado’ e ‘invertido’ a quienes nos resistismos a sus normatividades identitarias, culturales, sociales, políticas, coloniales, capacitistas y sexistas. A diferencia de lo que piensa el conservadurismo y su moral masculina arcaica, en ningún caso nos ofende que se nos trate como ‘desviadx’, explica Ernesto Orellana, director del Festival Desviaciones y Teatro Sur.

En razón a eso bautizaron este encuentro que se desarrolla en seis comunas de la capital con obras de teatro, danza y performance, gratis. Respecto a la programación, disponible en la web desviaciones.cl, señala que las producciones “nos invitan a pensar el presente y el futuro indagando en las memorias y luchas homosexuales, que apelan a la visibilización trans, travesti, no binaria y lésbica principalmente; que señalan y denuncian las injusticias sexuales que nos rodean, que celebran la diversidad sexual, y que desde sus especificidades poéticas disienten de una cultura heterosexualizada que normativiza lo que se debe o no poner sobre la escena”.

“Las disidencias sexuales amplían las maneras de habitar la vida celebrando la creatividad en la diversidad de la diferencia, construyendo otras maneras de habitar el cuerpo, el deseo, los afectos, sensibilidades, imaginarios; asumiendo nuestras contradicciones, utopías y sueños. Nuestra historia no se escribe en línea recta. Y este festival viene a celebrar esa creatividad, reuniendo prácticas y expresiones artísticas escénicas que provienen desde trabajadorxs culturales sexodisidentes”, agrega Orellana.

-El trabajo de Teatro Sur ha ido aproximándose a la “historia/memoria” de las disidencias en Chile, a sus luchas. ¿Cómo ha sido ese tránsito?, ¿qué características ha tenido?

La pregunta por la memoria sexo-política y los activismos de las disidencias sexuales es algo que me ha interesado profundamente y la he ido compartiendo con mis compañerxs en Teatro Sur, quienes han asistido con compromiso a esas interrogantes, movilizándolas en colectivo artísticamente. Desde una perspectiva crítica, ha surgido para impulsar precisamente otras memorias en un país donde aquella es una constante disputa. A esta sociedad le cuesta recordar, y en ello, a partir de las narrativas de memoria oficial que la institucionalidad construye culturalmente, se ha ido excluyendo aquello que para la heteronormalidad es considerado de “anormal”.

La memoria de lxs disidentes sexuales no ha importado, como no importaron las víctimas de la dictadura civil-militar por razones de orientación sexual e identidad de género, o como tampoco importan hoy las víctimas del SIDA a cuarenta años de la llegada del VIH a Chile. Desde allí, aproximarnos en nuestro teatro a indagar, imaginar, crear y compartir resignificaciones artísticas a los relatos de memoria de las disidencias sexuales tiene que ver con reconocer que nuestra comunidad desviada tiene historia, cicatrices, luchas, dolores, heridas, sueños, contradicciones y utopías. El teatro es un espacio para ensayar las fantasías del mundo y desde sus inicios siempre ha sido un lugar para enfrentarse a las memorias en su más amplio sentido.

-En esa línea, ¿cómo se inscribe el festival en la construcción de estas memorias?

El festival se inscribe en la conmemoración de los 25 años de la despenalización de la homosexualidad en el país pues nos parece fundamental que reflexionemos culturalmente sobre los trayectos políticos que llevaron a dicha despenalización y revisar críticamente una historia social de sistemáticas violencias contras las comunidades LGBTIQ+.

Es la primera vez que se realiza un festival de estas características artísticas en el país y es necesario reflexionar el por qué de su previa ausencia: nunca ha sido fácil para las artes sexodisidentes enunciarse públicamente. Y deberíamos dejar de ser la cuota de “inclusión” de las programaciones culturales oficialistas de turno. Desde aquí, en primera instancia se trata de reconocer que existimos una gran cantidad de trabajadores culturales que provenimos desde las disidencias sexuales y que pulsamos en nuestros trabajos los deseos de un país más amable con toda su diversidad cultural. Las y los artistas que provenimos desde las disidencias sexuales hemos sido un aporte sustancial a la construcción de un país democrático, justo, solidario, creativo y amable. En nuestra historia existen dos premios Nobel, y una de ellas era lesbiana.

Han elegido una programación que contempla danza, teatro, performance en distintos puntos de la RM. ¿Cómo eligieron esta oferta programática y los territorios?

Hemos puesto el foco en aquellas producciones artísticas estrenadas recientemente realizadas por artistas y trabajadores culturales de las artes escénicas que provienen desde las disidencias sexuales y que en sus propuestas discursivas y estéticas se traduce sus imaginarios críticos. Nos interesaba principalmente esto, y no tan sólo aquellas producciones que “tematizan” a las “disidencias”, sino que la pregunta era: ¿qué agrupaciones, artistas, investigadores, y educadores se instalan en el escenario de la vida cultural pública desde la disidencia sexual encarnada? ¿Quiénes están tomando el riesgo de problematizar en un país tan conservador las discusiones sexopolíticas disidentes sobre los escenarios artísticos? ¿Qué comparten y en qué se distancian quienes articulamos artes escénicas y disidencia sexual?

De esta manera, hemos invitado especialmente a compañerxs del teatro, la danza y la performance que admiramos por sus radicalidades discursivas y estéticas, y que consideramos son un aporte para complejizar los imaginarios culturales sexuales desde el territorio escénico.

Por otra parte, y siguiendo en esta idea del desvío, me parecía fundamental programar estas propuestas en territorios alejados de la concentración cultural y artística de la Región Metropolitana. La cultura es un derecho humano y sus beneficios deben ser para todas y todos. Mucho se habla en política pública de la descentralización cultural del país, pero bien poco hablamos entre quienes hacemos cultura de la descentralización cultural en la misma región en la que trabajamos. Asumirse como director de un festival también es asumir que me convierto en gestor cultural, y la gestión la tomo con responsabilidad y perspectiva crítica, entendiendo el país en el que me sitúo, la región en la que estoy y cuáles son sus necesidades.

-En el último tiempo se ha ido tensionando la idea del “pride” de junio como ese mes, a una mirada más crítica asociada a las luchas. ¿Por qué se ha dado esa contextualización, ese cambio de mirada?

El “Día Internacional del Orgullo” surge como acto de memoria a una protesta callejera liderada por mujeres travestis trabajadoras sexuales racializadas en los Estados Unidos, contra la violencia policial blanca que recibían constantemente en un país que representaba supuestamente la “libertad”. El disenso de aquel acto se ha ido moderando por la capitalización de un movimiento principalmente identitario masculino y blanco que le rinde más tributo al gimnasio que a la calle, que enarbola una bandera de arcoíris con el auspicio de marcas neoliberales, y que olvidó la pulsión de desobediencia a las normatividades patriarcales que hoy aparecen naturalizadas en la homonormatividad “gay”.

Han sido las comunidades de disidencias sexuales (queers) las que han contra-hegemonizado esa fagocitación del movimiento homosexual a una fijación de la identidad normativa “hombre blanco gay”. El 28 de junio es la conmemoración de una protesta y acto de desobediencia a un sistema cultural que todavía continúa criminalizando, matando y precarizando. Sin memoria no hay orgullo -se grita desde la disidencia sexual- porque el orgullo es protesta.

-Hablamos de los 25 años de la despenalización de la homosexualidad, que parece tan próximo. Este hito, ¿se celebra o se conmemora?

Lo único que podemos celebrar es que existimos, pese a que muchas y muchos ya hayan partido (arrebatándoles sus vidas). No olvidamos. Y no perdonamos. Y si bien hemos avanzado en materia de derechos sociales, las violencias contra las comunidades LGBTIQ+ no disminuyen, sino que aumentan. Y de aquello dan cuenta los informes de Derechos Humanos. Esto nos comprueba la urgente necesidad que de la mano de derechos asociados a las comunidades de la diversidad sexual, es crucial producir imaginarios culturales que colaboren a que toda la sociedad valore su diversidad. En ello las prácticas artísticas tienen mucho que aportar. Y un festival puede llegar a ser crucial.

Conmemoramos el hito de la despenalización porque nos parece fundamental revisar nuestra memoria sexo-política reciente, señalar que la democracia se ha construido de la mano también de las diversidades y disidencias sexuales, que somos un aporte a la sociedad en la cual también hemos ido construyendo colectivamente. Conmemoramos porque tenemos memoria y reconocemos los gestos de lucha de quienes nos anteceden. Somos una comunidad que constantemente está revisando de dónde venimos y hacia dónde vamos.

Plantean en su web que la historia lineal no se corresponde con la de las luchas de las disidencias, ¿cómo describirían entonces este tránsito y cómo este festival y su apuesta artística viene a contribuir?  

La historia social heteronormativa que tiene su origen con la modernidad, ha generado una alienación de la sociedad. La cultura heterosexual se ha ido construyendo en base a una recta que propone una única forma de comprender la vida. Tanto el feminismo como la disidencia sexual han desafiado esas formas de alienación en donde los cuerpos femeninos y disidentes sexuales han sido por un lado víctimas que el patriarcado y su masculinidad dominante han impuesto con espadas, metralletas, leyes, contratos y normas, pero también han sido quienes han impulsado la desobediencia a ésa forma jerárquica de entender el mundo y diversificarlo.

Para el pensamiento crítico disidente sexual, las líneas normativizadas y culturizadas se traducen mediante hegemonías que orientan a los cuerpos, las cosas, los espacios, deseos y escenarios. Históricamente desviarse de aquellas líneas ha sido condenado y criminalizado. Desde allí, hemos señalado que la conciencia del desvío implica un riesgo, un acto de desobediencia epistémica y una manera de resistencia en la vida. Cruzar aquella línea es crucial para la configuración de otras alternativas de producción de subjetividades en esta época de disputas de identidades sexogenéricas y conflictos epistemológicos sobre lo “normal”. Desviarse no sólo implica salirse o perderse de un camino, significa tomar distancia crítica del mismo reconociéndose como cuerpos y subjetividades disidentes a la normalidad de la cultura hegemónica heterosexual. Significa deslizar una línea oblicua, torcida en su línea recta homogénea centralizadora y trazar una reivindicación heterogénea y periférica de otras formas de existencias, cuerpos, deseos, espacios, imaginarios, creatividades y representaciones artísticas colaborando a construir nuevas huellas para la construcción rizomática de otras rutas y sensibilidades.

Síguenos en