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Israel año cero

Columna de opinión por Dino Pancani
Miércoles 14 de agosto 2024 22:01 hrs.


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Me permito titular esta columna parafraseando el título de la película: Alemania, año cero, de Roberto Rossellini, estrenada en 1948 por el fundador del neorrealismo italiano.

La cinta muestra imágenes de Berlín bombardeada, destruida; de sus habitantes agobiados por la sobrevivencia, por las desoladoras consecuencias del nazismo. En medio de ese paisaje transcurre la vida de Edmund, un niño de 12 años que deambula evadiendo a su familia compuesta por su hermana, acusada de prostituirse para los soldados extranjeros; su hermano, escondido por ser un desertor y su padre, un hombre enfermo.

Un antiguo profesor de Edmund le enseña que en tiempos difíciles debe imponerse la ley del más fuerte, no hay espacio para débiles ni enfermos, le sugiere que su padre debe morir. Edmund mata a su progenitor y luego se suicida.

Edmund simboliza una cultura construida en base al pánico y la agresión al otro u otra y el vínculo profesor/estudiante que nos presenta la película, encarna la tragedia transgeneracional de un Estado que rebalsó la tolerable maldad que puede tener el ser humano.

Hace algunos días volvió a ser denunciado el trato que el Estado de Israel otorga a las y los cerca de 20.000 palestinos presos en las celdas sionistas. La ONG B’Tselem informó que a excautivos les infringieron “torturas, abusos sexuales y humillaciones”, además, se reportan al menos 60 muertes de palestinos producto de abusos o a falta de acceso a tratamientos médicos en las cárceles de Israel.

Los relatos de los prisioneros son estremecedores, como escalofriantes son las declaraciones de soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel acusados de estos vejámenes: “Creo que nuestro Ejército es el más sano, los comandantes, los combatientes, los hombres de campo”, dice un soldado que no supera los 20 años; o la declaración de un diputado del Likud, Hanoch Milwidsky, quien legítima “insertar un palo en el recto” a los presos palestinos, siempre que lo hagan soldados israelíes.

De acuerdo con varios estudios de opinión pública, la mayoría de los habitantes del Estado de Israel apoyan al Ejército, califican estas prácticas como deseables y necesarias y manifiestan que la tortura es merecida hacia quienes no están dispuestos a abandonar sus tierras.

Hace unos meses la empresa Pew Research Center informó sobre un estudio que indicaba estos datos: un 39 % de los israelíes comparten las acciones del Ejercito en la Franja de Gaza; un 34 %, siente que debe ser más fuerte y un 19 % las cataloga de excesivas; es decir, de 10 israelíes, 8 adhieren al genocidio y 2 consideran exagerada la agresión.  Para no cansar al lector, ejemplifico sólo con un estudio, pero hay varios más disponibles en la web con similares resultados.

Las/os niñas/os israelíes sufren la violencia del Estado de Israel, pues desde pequeños les enseñan a odiar a sus vecinos; así dan cuenta diversas investigaciones sobre la valoración que se hace sobre los “árabes” en los textos escolares y la percepción que las/os estudiantes tienen de los palestinos y de las demandas de los habitantes de Palestina. Todos los estudios coinciden en que prima una visión negativa y deshumanizadora hacia los habitantes de Palestina.

¿Será la oposición a Netanyahu la que detendrá la masacre sobre el pueblo palestino? probablemente no, creerlo es seguir creyendo en el milagro del pueblo elegido. Israel es un país fundado en base a la supremacía hacia los palestinos; inicuo en su gestación y criminal en su instalación y permanencia: es contra su naturaleza vivir en paz con los dueños de las tierras que usurparon y que a diario amplían esa usurpación.

Con más de 40.000 palestinos asesinados en los últimos 10 meses, la única posibilidad de terminar este genocidio es que Occidente detenga el financiamiento de la masacre y el Estado de Israel sea capaz de reformarse desde sus cimientos: Cumpliendo con la Resolución N° 181, de la Asamblea General de la ONU, que en 1947, determinó la partición de Palestina en dos Estados -uno árabe y otro judío-;   sometiendo a juicio a los criminales, en especial, a quienes se amparan en cargos públicos, y reparando en parte el daño irreversible infligido al pueblo palestino.

Figurativamente, la acción final de Edmund en Alemania, año cero, revela el testimonio de una acción exigible a toda sociedad genocida.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.