Tanto el presidente ruso, Vladimir Putin, como el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, confirmaron una reunión para este lunes donde la situación de Siria será tema obligado.
El encuentro se llevará a cabo pocos días después de que Israel, oponente al régimen de Bashar al-Assad, acusara a Rusia de querer aliarse con Irán, aumentando su inversión militar en Siria, con el fin de atacar al Estado israelí. Esto, después de que Vladimir Putin sostuviera hace unos días que seguirá apoyando con ayuda técnico-militar al régimen sirio en su lucha contra grupos terroristas como el Estado Islámico.
Por su parte, el embajador sirio en Moscú, Riyad Hadad, calificó de “mentira difundida por Estados Unidos y medios occidentales” que el apoyo militar por parte de Rusia signifique una supuesta confabulación contra Israel y añadió que “es una nueva conspiración contra Siria”, lluvia de declaraciones en las que Estados Unidos y sus aliados han sido muy críticos con la decisión rusa de respaldar a al-Assad.
En este contexto, la académica rusa Olga Ulianova, integrante del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago, indicó que este tipo de acusaciones viene de “la batalla chica” en el juego de intereses de ambos bloques, que han planteado metas similares, pero que actúan bajo lineamientos ideológicos totalmente distintos.
“Si bien tanto el occidente como Rusia ven el enemigo principal en el Estado Islámico, las estrategias del combate son distintas, y la elección de aliados también es distinta. Rusia quiere crear una alianza con Siria, con el actual gobierno de Irak, de Irán y otros de la región, mientras que Estados Unidos apuesta tanto a la derrota del Estado Islámico, como al derrocamiento de Bashad al-Assad”, afirmó.
Asimismo, añadió que “no se entiende a quién quieren tener en el Gobierno y quién podría darle gobernabilidad a esos territorios”.
Ulianova recordó que desde 2011 hay una guerra civil en Siria y que al-Assad no cayó con los movimientos populares de la Primavera Árabe. Sin embargo, la oposición se constituyó como profundamente islamista, con la presencia de Al Qaeda, que luego fue desplazado por el Estado Islámico, que día a día gana más poder, suma financistas, controla recursos económicos y militares.
En ese marco, afirmó, Rusia apoya al gobierno Sirio, ya que “ofrece algún tipo de estabilidad que permite pensar en detener la guerra y luego avanzar hacia otras transformaciones de acuerdo a la voluntad y disposición de la propia sociedad siria”. La académica no negó los vínculos comerciales, cuando Siria es el principal comprador de armas y tecnología rusa. Sin embargo, no es el único vínculo que existe.
El analista internacional Pablo Jofré planteó que Rusia y Siria tienen estrechos nexos desde 1944 con el establecimiento de relaciones diplomáticas, y que Rusia ha brindado respaldo ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ha condonado la deuda externa siria y prestado ayuda logística para temas bélicos, además de compartir una base militar. Y si bien afirmó que el despliegue de tropas era esperable, sostuvo que la solución a la crisis Siria es política.
“Lo ha planteado la ONU por estos días también. La solución en Siria no es militar porque, fundamentalmente, no ha sido así en estos cuatro años, a pesar de todos los esfuerzos de occidente de agredir y tratar de derrocar al gobierno, no se ha logrado”.
Jofré añadió que no se ha logrado con las incursiones turcas, ni con la zona de exclusión anti Daesh que se creó entre Turquía y Siria, ni con el apoyo que Israel, Jordania, Turquía y otros le han dado a estos grupos terroristas. Entonces, menos aún, se va a lograr con Rusia metiéndose en Siria.
Para el analista poco a poco se comienza a llegar a una situación de statu quo donde la única solución posible es la política, es decir, sentar a la mesa de negociación a los verdaderos protagonistas del conflicto, a Estados Unidos y la coalición internacional por un lado, y a Rusia e Irán en apoyo a Siria por el otro.
Esto, con la finalidad de frenar un conflicto que ha dejado 250 mil muertos, casi ocho millones de desplazados internos, cuatro millones de refugiados, más de un millón de heridos y la destrucción total de la infraestructura Siria.